1. Solo contigo

Cap 23: Addyson

El resto del entrenamiento es un poco incómodo.


Kyle está actuando raro, creo que se enojó conmigo por dejarlo caer tanto, pero tienen que entenderme; necesitaba enseñarle una lección, o sea, no puede ir de chulo por la vida, burlándose de mí con su casco de hockey y no pretender que haga algo. 


Puede que me haya pasado un poco, sé lo mucho que duele golpearse contra el hielo y me he encargado de que lo vea de cerquita en innumerables ocasiones, pero no pienso disculparme. Primero muerta. Además, por culpa de su enojo he tenido que posponer una cita con Damián y yo realmente quería pasar la tarde con él. Es un buen chico, tal vez no esté tan bueno como Kyle y sus labios no inciten al pecado, pero...


¡Dios, tengo que dejar de pensar en él de esa forma! 


Me gusta Damián, no Kyle. Es un buen chico, con buena conversación y le gusta leer, lo que lo convierte inmediatamente en mi tipo de chico ideal. Así que no más Kyle.


Aunque, pensándolo bien, la idea de la cena es mejor opción. Con una cena nos cogería la noche y hay un montón de cosas que se dan mejor en la oscuridad.


Al terminar el entrenamiento, intentamos ponernos de acuerdo en la música para la competencia y a la única conclusión que llegamos es que en vez de poner tres canciones completas de forma que duren los diez minutos, es mejor hacer un popurrí con varias, alternando el ritmo. Ariadna propuso que usáramos la canción “Disparos” de Dani Fernández para representar a la pareja principal, pues según ella, la química que se había entre el Adonis y yo en la playa, fue supermegaexitante. Sí, usó esa palabra.


Para mi mala suerte, Maikol, Zion y Abigail secundan la idea y como es de suponer, tanto Kyle como yo, nos negamos, pero no sirve de mucho, pues a falta de propuestas por nuestra parte, “Disparos”, queda inmediatamente en el repertorio, a no ser que propongamos otra.


Al día siguiente en la tarde volvemos a encontrarnos, y si se lo preguntan, no, no cené con Damián pues el muy imbécil de Kyle se apareció en mi residencia solicitando otra sesión de entrenamiento, así que casi arrastras me llevó a la pista de hielo. 


Según él, es el más atrasado de los tres y eso no se lo podía permitir y a pesar de que accedí porque, créanme, es muy difícil negarle algo a esos ojazos azules, intenté meterle un poco de prisa y a él no le gustó. Al final, no hicimos más que discutir y mi humor era tan malo que ya no tenía deseos de salir a cenar. 


Kyle me saca de mis casillas...


Las tres horas de entrenamiento pasan lentamente y yo sigo enojada con él.


Él lo sabe, tal vez es esa la razón por la que está siendo tan obediente, acatando todo lo que digo sin rechistar. Y gracias a Dios, comienza a cogerle el truquillo, estaba empezando a pensar que nunca lo lograría.


Para finales de semana el entrenamiento sobre hielo va viento en popa y estoy muy orgullosa de ello. Aún se caen, es normal, yo llevo años en esto y todavía tengo mis encuentros cercanos con el hielo, no obstante el patinaje fluye. Tanto así, que el jueves, acordamos que el sábado era un buen día para comenzar con el patinaje sobre ruedas. Está de más decir que estoy aterrada.


***


Estoy frente al club, sentada en un banco bajo la sombra de un árbol, con los codos en los muslos y la cabeza apoyada en mis manos, esperando un milagro para no tener que entrar.


¿He dicho que voy media hora tarde?


Esta mañana le pedí a las chicas que se adelantaran, han estado muy preocupadas los últimos días y ya me tenían de los nervios. Fue bastante complicado convencerlas, más porque anoche volví a soñar con la muerte de mi madre y mis gritos terminaron despertándolas. Estuvimos abrazadas las tres, en mi cama, no sé qué tiempo mientras yo lloraba sin consuelo.


No sé si estoy preparada para esto.


¿Qué estoy diciendo?


No estoy preparada para esto. Ya pasé por esta situación en el pasado y no fue sencillo. Sé que no soy lo suficientemente fuerte para pasar por esto, pero le prometí a las chicas que lo intentaría, que estaría aquí. Además, por un pequeño momento tuve la esperanza de que me sería un poco más sencillo teniendo en cuenta que en el pasado logré, incluso, subirme a los patines, pero no, me he equivocado enormemente. Esto es un infierno.


—¿Cómo te sientes? —Mi corazón se salta un latido y con un brinco levanto la cabeza ante la suave voz de la entrenadora. No la he escuchado llegar.


Unos ojos color avellana me observan preocupados y el nudo en mi estómago se hace aún más grande.


—Dichosos los ojos que te ven. —Ignoro su pregunta—. Pensé que habías decidido abandonarnos.


—No has contestado mi pregunta.


—Tal vez es que no la quiero contestar.


—Addyson, sé que es difícil...


—Tú no sabes nada —digo enojada poniéndome de pie. Estoy harta de que todos crean saber por lo que estoy pasando. No tienen ni puñetera idea de lo difícil que fue para mí abandonar lo que más me gustaba hacer. Lo difícil que es ver morir a mi madre una y otra vez.



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En el texto hay: amor patinaje ruedas hielo

Editado: 27.10.2024

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