Respira profundo, Addyson.
Respira e intenta tranquilizarte.
Es un bebé, nada más. Tú puedes con esto. Abigail te explicó todo lo que necesitas hacer.
Mientras no le golpees la cabeza todo va a estar bien.
Ahora, sal ahí, dedícale una enorme sonrisa al Adonis y hazte cargo del bebé porque al pobre parece que le va a dar un infarto.
Tú puedes.
Salgo del baño decidida y me acerco a la pequeña bajo la atenta mirada de esos hermosos ojos azules. Le ofrezco una sonrisa para tranquilizarlo y me sorprende ver que parece más tranquilo que cuando llegamos, incluso me atrevería a decir que luce divertido por algún extraño motivo que desconozco.
—¿Te encuentras bien? —pregunta cuando me agacho a su lado, frente al sofá donde está la pequeña—. Estaba preocupándome, tardaste bastante en el baño.
—Oh, sí, lo siento —digo al mismo tiempo que siento el calor acumularse en mis mejillas. Qué vergüenza—. He amanecido un poco malita del estómago.
—¿En serio? —pregunta preocupado—. Tengo pastillas antidiarreicas en el botiquín. Si quieres puedo traerte una.
—¡No! —Me alarmo—. No es necesario. Creo que ya estoy mejor, gracias.
—No tienes de qué avergonzarte Addy, todos pasamos por eso.
—Sí, lo sé, pero de verdad no te preocupes. Ya estoy mucho mejor. —Observo a la bebé que está tranquila en el sofá, con su manita en la boca.
Maldigo a Abigail mil veces por tardar tanto tiempo en contestar mi llamada, si lo hubiese hecho antes no estaría pasando esta vergüenza.
—Creo que se ha hecho caca —dice un poco avergonzado—. ¿Crees que puedas cambiarle el pañal? Yo... digamos que no tengo mucha experiencia en esto.
—¿Y qué te hace pensar que yo la tengo?
—¿Qué eres mujer? —pregunta como si el hecho de ser mujer lo resolviera todo; pero dispuesta a que no piense que soy una estúpida, le sonrío tranquilizadoramente y le digo que lo tengo todo controlado.
Qué alejada de la realidad están esas palabras.
Con sumo cuidado coloco a la pequeña frente a mí, con las patitas en mi dirección. Retiro las cintas adhesivas del pañal sucio, y tal como me recalcó Aby, las doblo para que no se peguen a su piel. Luego levanto sus piernas regordetas y soco el pañal.
Dios, qué asco.
Ignorando la reciente revoltura en mi estómago, le pido a Kyle las toallitas húmedas y volviendo a levantar sus piernas le limpio el culito. Seco con otra toalla la zona en cuestión y aplico la crema protectora.
Abro el pañal limpio, lo coloco debajo de su culito y, siguiendo los pasos que me indicó Abigail, termino el proceso.
Listo.
No fue tan difícil.
—Gracias —me dice Kyle con una hermosa sonrisa en su rostro, esa que le saca los hoyuelos, y que segura estoy, deja babeando a todas las mujeres.
Yo estoy babeando.
—De nada.
Me da mucha pena, pero tengo que preguntarle quién es el padre. Si de casualidad es de él, eso significa que hay una mujer en algún lugar y sinceramente, ya bastantes problemas tengo con el patinaje como para estar suspirando por un hombre que está tomado. Porque sí, tengo que admitirlo. Kyle me gusta. Mucho.
Anoche, no sé por qué, estuve pensando en cómo me sentía respecto a él y debo reconocer que el hecho de que mi corazón se acelere cada vez que está cerca, significa algo. Además, no puedo quitármelo de la cabeza. Todos mis pensamientos terminan en un mismo lugar: él.
Así que puede que le haya mentido un poquitico a Abigail y sí esté intentando impresionarlo un poco.
Mi trasero vibra. Bueno, mi trasero no, el móvil que lo tengo en el bolsillo del pantalón.
—¿Vas a hacerme la historia o debo imaginármela? —pregunto mientras me pongo de pie y me dirijo a la cocina. Con disimulo leo el mensaje que acaba de enviarme Abigail. Es una captura de pantalla con las indicaciones para preparar la leche.
Joder, hay que hervirlo todo.
—No hay mucho que contar —dice desde su puesto al lado del bebé—. Una fiesta, mucha bebida y una chica completamente loca. Zion y yo estuvimos con ella, momentos diferentes, que conste, y no lo supimos hasta la mañana siguiente. De todas formas eso no nos importaba. Todo quedó ahí. Los dos usamos condón, pero al parecer a uno de los dos no le funcionó. Esta mañana la encontramos en la puerta con una nota, pero la muy tonta olvidó poner el nombre del padre. Eso, o ni ella misma sabe.
—Tiene tus ojos.
—Eilyn, es una rubia de ojos azules, así que eso no lo podemos saber —se excusa a la velocidad de la luz.
—Necesitan hacerse una prueba de embarazo.
—¿Prueba de embarazo? —pregunta confundido.
—De paternidad, lo siento —aclaro avergonzada. Dios, ¿cómo puedo ser tan tonta?