1. Solo contigo

Cap 36: Addyson

¡Lo logré! ¡Lo logré! ¡Lo logré!


¡Dios, no me lo puedo creer!


Lo conseguí, después de trece largos años, por fin he podido patinar.


Esto es... es... fenomenal, grandioso, espectacular. Es lo mejor del mundo.


Debo admitir que cuando Kyle me recordó que para las elevaciones debía patinar, no pensé que lo lograría. Es más me imaginaba una conversación entre mi subconsciente y mi cerebro tipo:


Subconsciente: Oye tú, pedazo de idiota, me hace falta que pongas a este cuerpo a trabajar.


Luego, mi subconsciente, acostumbrado a pedir y no recibir nada, se sentaría en una silla a esperar un milagro; para luego caer al piso en asombro total, cuando este cuerpo, que por tanto tiempo ha estado terroríficamente paralizado, comienza a moverse.


Cerebro: De acuerdo. Pierna derecha, avanza en un empuje, deslízate y ahora tú, pierna izquierda, repite el movimiento. Sigan así hasta que la señorita tiquismiquis deje de llamarme pedazo de idiota.


Sí, ya sé, estoy teniendo pensamientos basura, pero al diablo, estoy tan feliz...


Debo contárselo a las chicas...


No, a las chicas no, todavía. No quiero darles faltas esperanzas. Esto pudo haber sido algo de una sola vez, una broma de mal gusto de mi cerebro. Puede que mañana vuelva a ser consumida por el terror y...


STOP, Addyson.


Kyle lo dejó bien claro, nada de pensamientos pesimistas. Lo conseguiste hoy y mañana lo harás también. 


No le contarás nada a las chicas para darles una sorpresa.


Sí, una sorpresa. Será la sorpresa del siglo. ¡Van a flipar!
No puedo esperar a que llegue mañana. 


Esta noche, Kyle me ofrece ir al bar Clinton con los chicos a divertirnos, pero me niego porque necesito que el día de mañana llegue rápido. Necesito comprobar que he mejorado y que esa mejora, ha llegado para quedarse. Aunque, ahora, me estoy arrepintiendo de no haber aceptado su propuesta. Estoy tan eufórica que no puedo dormir.


Una ovejita.


Dos ovejitas.


Tres ovejitas...


Cincuenta ovejitas.


Al diablo con las ovejitas.


Mi madre, donde quiera que esté, también debe estar feliz y muy orgullosa de mí.


Lo voy a lograr, voy a participar en esa competencia, voy a hacer que mi padre recupere una parte del amor de su vida a través de mí.


Vamos a ganar.


Para mi suerte, la euforia cansa, así que poco después de las doce caigo en un sueño profundo, en el que por primera vez en lo que parecen siglos, no me persigue el miedo.


Estoy con Kyle patinando en la pista, con mi maquillaje de Chica Mariposa. A un lado en las gradas está mi padre y en el otro extremo de la pista, mis amigas, junto a Maikol y Zion.


Soy feliz.


***


Cuando Kyle llega al club la mañana siguiente ya lo estoy esperando impaciente y luego de un beso explosivo, entramos. 


Mi euforia sigue cuando comienzo a patinar sin trabas, pero estoy en plan LOCURA TOTAL cuando le pido a Kyle que me retire la venda y para nuestro alivio, continuo patinando sin sucumbir al miedo, que si bien ha disminuido, aun lo siento dentro de mí.


Al día siguiente no permito que me ponga la venda. Y sí, no voy a negar que es difícil. Ver la pista delante de mí en todo su esplendor y saber que se supone que tengo que entrar, amenaza con sacar toda la mierda de mí, pero haciendo acopio de todas mis fuerzas, respiro profundo y me obligo a apartar los malos recuerdos y el miedo a un baúl en el fondo de mi cabeza. Lo cierro con llave y la boto bien lejos.


Y no se pueden imaginar la alegría, el alivio tan grande que siento cuando mi cuerpo responde a las órdenes de mi cerebro y se dirige a la pista por sí solo.


Las lágrimas se acumulan en mis ojos y no puedo evitar derramarlas. El rostro preocupado de Kyle, cuando entra a la pista y me ve, me hace reír. Cogiendo impulso me le acerco y salto sobre él, cruzando mis piernas en su cintura. Por suerte tiene buenos reflejos y me atrapa sin tener un encuentro cercano con el piso.


—¿Estás bien? —pregunta preocupado. Le doy un pico en los labios y asiento con la cabeza. Él suspira aliviado.


—Como diría Judith Flores en “Pídeme lo que quieras” de Megan Maxwell: "Eres lo más bonito que ha parido tu madre". —Omito la otra parte de esa frase, sin embargo no puedo evitar pensar lo bueno que sería: "Y te juro que me casaba contigo ahora mismo con los ojos cerrados". Vuelvo a besarlo, esta vez más profundo—. Gracias, Kyle, por todo. Sin ti no lo habría logrado. Bendita sea la hora en que llegaste a mi vida. Bendito sea ese reloj que golpeó tu cabeza y todas las otras situaciones vergonzosas que nos han llevado hasta hoy. Gracias.


—De nada, pequeña. —Me besa.


El resto del entrenamiento se me pasa volando. Ya más segura de mí y de que no voy a entrar en un ataque de pánico, me permito disfrutar de los saltos, giros, piruetas que hace tanto tiempo que no hacía. Permito que me embargue esa sensación de libertad indescriptible, que tan familiar es para mí.



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En el texto hay: amor patinaje ruedas hielo

Editado: 27.10.2024

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