HOLA😊
Antes de comenzar con el capítulo quiero aclarar un detalle.
Tengo la manía de que todas mis historias se crucen en algún punto, ya sea a través de un personaje o de un lugar. En este caso es un lugar.
En este capítulo menciono un parque y doy una explicación al respecto, lo digo porque hay un aspecto que pueden encontrar raro, pero eso le pertenece a otra novela (de fantasía)
Gracias por su atención... CONTINÚEN
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Hoy he aprendido una lección: no presionar el botón para sacar las cuchillas del patín en la pista equivocada.
Llevábamos dos horas patinando y debo admitir que me divertía viendo cómo terminábamos en el piso, hasta que de tonta presioné el dichoso botón mientras me deslizaba en la pista a gran velocidad. Las cuchillas de mi patín derecho salieron y cuando lo presioné contra la pista salí disparada hacia delante cayendo boca abajo.
—¿Estás bien? —preguntó Kyle llegando a mí preocupado. Me ayudó a ponerme de pie y si bien sentí un ligero mareo, asentí con mi cabeza. Sus ojos se abrieron cómo platos y se sacó su pulóver para luego presionarlo contra mi quijada.
El mareo aumentaba y yo no entendía nada.
—¿Está bien? —preguntó una voz femenina, creo que la de Abigail.
—Está sangrando.
Abigail entró en mi campo de visión apartando a mi novio. Con delicadeza echó mi cabeza hacia atrás y sacó el pulóver. Frunció el ceño y devolvió la prenda a su lugar.
—Creo que se ha roto la quijada.
—¿Qué? —pregunté alarmada aunque la voz me salió en un susurro. Luego me desmayé.
Ahora estoy sentada en el asiento copiloto del auto de Kyle, con Ariadna y Abigail en la parte de atrás y los chicos en el coche de Zion siguiéndonos mientras regresamos de la clínica.
Por suerte el golpe no fue nada grave, una pequeña herida en la quijada en la que me dieron un pequeño punto de esparadrapo. Vamos, que fue más susto que otra cosa, aunque me duele horrores. Me dieron unas dipironas para el dolor, pero aún no han hecho efecto.
Gracias a Dios, mi pequeño accidente no nos impide continuar los entrenamientos por lo que al día siguiente volvemos a la pista para seguir acostumbrándonos a los patines. Le pedimos más tiempo a Nico pues empezar a armar la coreografía sin dominar los patines es un suicidio.
Aceptó con la condición de que le diéramos los nombres de las canciones escogidas y así queda el repertorio: "Physical" de Dua Lipa, una canción fuerte para un inicio impactante; "Light your heart" de Jorge Blanco como ritmo suave; "Disparos" de Dani Fernández, para el acto de la pareja principal y "What a man gotta do" de los Jonas Brothers. Cuatro canciones, dos minutos y medio cada una para un total de diez minutos.
El miércoles comenzamos el montaje de la coreografía y si bien es divertido el entrenamiento, terminamos súper agotados; pero, por suerte, avanzamos sin mayor problema.
Los días pasan y cada vez estamos mejor, tenemos la primera parte de la coreografía montada y si bien hay fallas en algunos movimientos, todo parece indicar que después de todo, combinar ambos deportes puede no ser tan mala idea. Nico nos grabó ayer antes de terminar el entrenamiento y la verdad, que sin contar ciertos errores, se ve muy bien. ¿Quién se iba a imaginar que combinar ambos deportes parecería que hacemos magia?
Aún ninguno de nosotros se atreve a hacer el cambio de pista en un salto, pero lo hemos hecho mediante las elevaciones, lo que le da un toque muy, ¿fino? Sí, esa podría ser la palabra. Creo que cuando corrijamos los errores, sumemos maquillaje, vestuario y efectos especiales, nuestra actuación va a ser la bomba.
Para nuestra suerte, luego de veintidós días de intenso entrenamiento, sin descansar ni uno, la bruja decide darnos un día libre. Un día que, para colmo, es miércoles, ¿no podía haber sido el domingo? No, ella es así de atravesada, ni siquiera nos permite cambiarlo para mañana que es el cumpleaños de Abigail, así que en conjunto, decidimos tener un acto de rebeldía y saltarnos las clases. Razón por la que no entiendo qué carajos hace Ariadna gritando mi nombre a las ocho y media de la mañana desde la sala.
—Scott, como no salgas de esa habitación te vas a arrepentir.
Maldita sea esta mujer. Enojada y dispuesta a llamarla de todas las formas habidas y por haber y, por supuesto, nada agradables, me levanto de la cama y salgo de mi habitación.
Ariadna está apoyada en la pared cerca de la puerta mientras la mantiene abierta mostrando a un chico con un hermoso ramo de rosas rojas en las manos. Mi amiga está sonriendo y yo quiero borrarle la sonrisa de un guantazo por lo que...
Espera...
¿Hay un chico con un ramo de rosas rojas en la puerta de nuestra habitación?
Miro al chico confundida y él pregunta:
—¿Addison Scott? —Asiento con la cabeza pues soy incapaz de hablar—. Son para usted.