Mi padre es el culpable de la muerte de Annalía, la madre de Addyson...
Mi padre es el culpable de la muerte de Annalía, la madre de Addyson...
Mi padre es el culpable de la muerte de Annalía, la madre de Addyson...
Esas palabras se reproducen como bucle en mi cabeza transportándome a una dimensión paralela. Me siento como un lúgubre espectador ante la escena que va a cambiar totalmente su vida.
No me lo puedo creer.
Tiene que estar bromeando.
Esto no puede ser verdad.
Cuando pidió disculpas durante el entrenamiento y sus ojos se encontraron con los míos, creí ver a ese chico del que me enamoré; ese que hace tantos días que no veo; ese chico que extraño tanto, por lo que decidí darle otra oportunidad. Pero la desilusión es una señora perra.
Al día siguiente llegó sobrio al entrenamiento, pero seguía siendo ese chico frío y distante, que no es capaz de mirarme a los ojos, ese que no parece amarme y no tiene la cabeza puesta en el patinaje.
Sin embargo, ilusa como siempre, motivada por lo mucho que lo echo de menos, las ganas que tengo de besarlo, tocarlo y sentir su calor, he decidido nuevamente hablar con él. Intentar arreglar las cosas una última vez, forzarlo a que se abra conmigo aún si tengo que usar armas de seducción que no estoy segura de tener. Solo que no pensé que me fuera a topar con esta verdad tan arrolladora y terriblemente aplastante. Esta verdad que me ha sacado el aire y pone en una nueva perspectiva todo mi mundo.
—¿Qué has dicho? —pregunto entrando completamente a la sala. Llegué hace solo unos minutos, justo cuando Kyle les gritaba que lo dejaran en paz.
La puerta principal estaba entreabierta, pero escucharlo tan desesperado me paralizó y luego, cuando sentí el primer golpe, no supe qué hacer, así que me quedé escondida, llorando en silencio y rezando para que, aunque fuera a golpes, lo hicieran reaccionar.
Y vaya que lo lograron.
Kyle está sentado contra la pared de la cocina con una bolsa con hielo pegada a su cara que va separando poco a poco cuando me ve. Frente a él, unos desconcertados Maikol y Zion me observan como si me fuera a salir dos cabezas.
—A... A... Addy. —Addy, por primera vez en no sé qué tiempo vuelvo a ser Addy, no Addyson. Pero en estos momentos eso no importa.
—¿Qué fue lo que dijiste? —Kyle se pone de pie dejando la bolsa en el piso y se acerca unos pasos a mí. Inconscientemente me alejo.
Kyle se pasa las manos por el pelo desesperado y luego me mira, pero no dice nada. Parece que la lengua se la ha comido un gato.
—Creo que mejor los dejamos solos —comenta Maikol llevándose a Zion con él.
—Addy... yo... esto... No sé cómo decírtelo —dice al fin, desinflándose.
Me quedo en silencio, no sé qué contestarle. Solo necesito saber qué mierda quiso decir y necesito que lo haga ya.
Suspira profundo.
—De acuerdo. Mmmm, mi padre, él... —Levanta la cabeza al cielo y se pone las manos en la cintura. Respira profundo par de veces—. Richard quería comprar el Estadio Palco, pero el dueño no quería venderlo así que contrató a un hombre para que provocara un pequeño accidente, nada del otro mundo, solo el daño suficiente para que lo pusieran en venta. Él sabía que la situación económica del señor Palco no era la mejor y que se estaba aferrando al estadio por asuntos puramente sentimentales, por lo que no podría costear los arreglos. Solo que se les salió de las manos.
Los oídos me pitan. Es tan fuerte e incómodo que no logro escuchar más allá de "pequeño accidente".
¿Pequeño accidente?
Las manos me sudan, el corazón va a millón y la respiración se me traba. No llega suficiente aire a mis pulmones y siento que me voy ahogar.
Me doblo por la mitad apoyando las manos en mis rodillas y tomo amplias bocanadas de aire, pero la sensación de ahogo no se va. Golpeo mi pecho par de veces en busca de alivio, pero nada.
La visión se me nubla debido a las lágrimas y comienzo a temblar. De lejos escucho a Kyle diciendo mi nombre, pero no soy capaz de concentrarme en él.
Mi madre no murió en un accidente.
La mataron...
La mataron...
La mataron...
Ella podía haber estado aquí conmigo, pero la mataron...
La arrebataron de mi lado...
La mataron...
Richard Andersson mató a mi madre.
El padre de Kyle...
No, no, no, no, no, no... Eso no puede ser posible.
Un grito sale de mi garganta, luego otro y otro hasta que me duele. Las lágrimas corren como tormenta y los sollozos sacuden mi cuerpo con fuerza.
—No, no, no. Mamá. No.
Unos brazos fuertes me cogen por los hombros y me presionan contra una masa de músculos. El olor dulce de Cristian Dior inunda mis sentidos y me sacudo con fuerza.