—¿Se puede saber qué ha hecho Ariadna para que ustedes quieran molerla a golpes? —pregunta Kyle cuando entramos a mi cuarto.
Suelto una risita rara, estoy un poco nerviosa, no puedo evitarlo. Kyle solo ha estado en mi habitación durante el tiempo que fuimos novios y, sinceramente, no se me ocurre una razón para qué esté aquí a esta hora.
—Nada, o eso creo. Nos llamó hace un rato, estaba histérica porque había discutido con Zion a lo grande y nos dijo que venía a pasar la noche con nosotras. Solo queríamos relajarla un poco con una guerra de almohadas.
—Ustedes las tías son criaturas raras. ¿Quién se relajaría de esa forma?
—Nosotras —digo encogiéndome de hombros. No sería la primera vez ni la última.
Kyle se sienta sobre mi cama, apoyado en el cabecero, tal y como tantas veces lo ha hecho, pero yo, en vez de acurrucarme contra él, me siento en la otra esquina.
El silencio se cierne entre nosotros, no es del todo incómodo, pero tampoco es reconfortante y cómplice como hubiesen sido en otros tiempos. No sé de qué quiere hablar y eso me pone muy nerviosa.
—Te mentí esta tarde —dice por fin y el corazón se me encoge.
—¿Qué?
—O sea, lo que dije de mi madre era cierto, pero no iba a verla. Debería haberlo hecho ya que estaba en Nordella, pero no pude. Tenía otra cosa que hacer.
—Ah —digo, porque qué se supone que debo decir. No puedo reclamarle que me haya mentido pues no somos nada y por la misma razón no puedo exigirle que me cuente qué hizo. Aunque tengo la sensación de que vino a decirme.
—Estuve en la estación de policía.
¿Saben esas caricaturas en las que, cuando el personaje se sorprende, se le salen los ojos de sus cuecas? Bueno, pues así me imagino que estén los míos ahora.
No me esperaba eso.
—Denuncié a mi padre. —Su mirada triste me hace sentir un poco culpable, pero solo por unos segundos pues ese hombre se merece todo lo malo que le pueda pasar, no solo por lo que le hizo a mi madre, sino también por maltratar a esta persona tan increíble que tengo frente a mí.
Sé que Kyle ya me había dicho que iba a hacer todo lo posible para que ese hombre pagara por lo que ha hecho, sin embargo no puedo evitar sorprenderme, realmente no lo esperaba.
—Yo... Mmmm... yo... Lo siento. —Termino diciendo. ¿Por qué me disculpo? Ni idea, simplemente no sé qué decir.
—No tienes nada de qué disculparte, al contrario, soy yo quien debe pedir disculpas otra vez.
—Tú no tienes que pedirme disculpa, Kyle. Tú no tienes la culpa de las cosas que ha hecho tu padre —digo convencida. Kyle es una de las mejores personas que he tenido el placer de conocer y me jode muchísimo que tenga que pasar por todo esto también. Él no tiene la culpa de nada y ya es hora de que lo entienda.
—Todo fue en vano. —Esquiva su mirada de la mía y la concentra en sus manos—. Cada respuesta a cada pregunta que me hizo la oficial fue en vano. No van a investigar.
—¿Qué? —Eso tampoco lo esperaba.
—Cuando salí de la estación de policía mi padre me estaba esperando. Los tiene a todos comprados o por lo menos, a las personas indicadas. No van a hacer nada, Addy. —La voz se le quiebra al final, golpeando directamente mi corazón. Está sufriendo; este chico que tanto amo está sufriendo por mí, por él, por todos.
Sin pensarlo dos veces gateo sobre la cama hasta quedar frente a él y lo envuelvo en mis brazos. Tarda unos segundos en reaccionar, pero cuando la sorpresa se va, entierra su rostro en mi cuello y envuelve los brazos a mi alrededor con fuerza. La posición es un poco incómoda y no soy la única en sentirlo así porque no tarda en cargarme y depositarme encima de sus piernas.
Un sollozo se le escapa y lo aprieto con más fuerza, queriendo eliminar todo su dolor. Si yo lo estoy pasando mal, él no debe estar mejor. Yo perdí a mi madre hace trece años y ahora resulta devastador saber que fue por la ambición de un hombre que no vale nada; pero él acaba de enterarse de que su padre, no solo es un maltratador, sino que ha matado a una persona y no se arrepiente y que además, no duda en usar su dinero e influencias para seguir haciendo lo que quiere. Kyle debe sentirse superado, no solo mató a la madre de su novia, sino que ni siquiera puede hacer justicia.
—¡Dios, pequeña, estoy tan avergonzado! —dice contra mi cuello. Los espasmos del llanto sacuden su cuerpo haciendo a mi corazón sangrar de dolor.
Mis lágrimas caen sin remedio mientras le paso las manos por la espalda intentando calmarlo.
—No... no t... tienes por qué —digo ahogándome en mi propio llanto. Él se separa de mí rápidamente y comienza a secarme las lágrimas con delicadeza.
—No, no, no, no llores. Ya te he hecho llorar demasiado. Tú no mereces esto. No llores, por favor, me partes el corazón. No llores, no llores. —Pero mis lágrimas siguen bajando cada vez con más fuerzas al verlo tan afectado.
—Tranquilo, Kyle. Estate quieto —pido cogiéndole las manos—. No tienes nada de qué avergonzarte...