1. Tú, eres mío [bilogía Mío]

1. Miradas que matan

 

Esta historia les parecerá muy extraña, y hasta perturbadora. La verdad, para mí lo fue y bastante, especialmente al inicio. Pero para que entiendan bien empecemos desde ahí, el principio de mí pesadilla.

Mi nombre es Martín, actualmente tengo 18 años y voy a la universidad local donde estudio Ingeniería Química. Las cosas empezaron cuando, por cuestiones del trabajo de mi papá nos mudamos a esta ciudad hace más de tres años. Todo era nuevo para mí, el lugar, la casa, la escuela, las personas y me gustaba. Era como una nueva oportunidad para hacer amigos, empezar desde cero.

El año escolar inició lleno de sorpresas. Estando en noveno grado y siendo el nuevo de la escuela me sentía un poco nervioso, y era normal, no conocía a nadie todavía, al fin y al cabo. La escuela era bastante grande, más que las anteriores a las que había asistido. Se entraba por un enorme portón metálico que daba a una amplia zona donde, a la izquierda estaba el parqueadero para los profesores y a la derecha había una caseta de vigilancia. Más adelante estaban los edificios académicos, había uno para los laboratorios de física, química y biología. Otro, donde estaba la biblioteca y se daban las clases de arte, teatro, pintura y demás. Y el último y más grande, donde estaban los salones para las demás clases.

Al fondo de todo el lugar, estaban las canchas. Una de futbol, una de tenis y una de baloncesto. Justo en frente de los bloques académicos están: la cafetería, una zona de mini parque para los más pequeños y un espacio con algo de césped artificial para quienes preferían leer y cosas así. Esta última era mi espacio favorito, porque a decir verdad me encanta leer.

El primer día de clases, me lleve mi libro favorito para poder distraerme si por alguna razón, muy probable mi timidez, no sea capaz de acercarme a alguien y entablar una conversación. Y así fue, por lo que, mientras los maestros trataban de organizar a todos los de primaria para que ordenadamente formaran filas e ir a las canchas, y empezar el acto cívico de bienvenida, me distraje leyendo el tercer libro de la saga «Millennium: la reina en el palacio de las corrientes de aire».

— Hola —una suave voz me sobresaltó.

Era una niña morena hermosa de ojos color miel, cabello entre rizado y liso color chocolate, y lo mejor de todo, una amplia y dulce sonrisa que me cautivó de inmediato.

— Lo siento, ¿te asusté? —se excusó reteniendo una carcajada.

— Ah... n-no, solo me sorprendí un poco —titubeé nervioso— estaba distraído leyendo.

— ¿En serio te gusta esa saga? —señaló emocionada mi libro— me encanta Lisbeth Salander, ojalá tuviera su memoria fotográfica así me iría mejor en mates.

— En todas las asignaturas en realidad —acerté a decir.

Su sonrisa y el brillo de sus ojos terminó de convencerme, tenía que hacerme su amigo o moriría. Sí, exagero un poco, pero así lo decidí.

— Mucho gusto, soy Lisbeth —me tendió amistosamente su mano derecha.

— ¿Es en serio? —la estreché amablemente, pero con un poco de escepticismo en la mirada.

— Muy en serio, ¿Qué cosas no? —dijo entre risas.

— Increíble —contesté aun sin soltar su suave mano— mi nombre es Martín.

— Eres el nuevo —dijo soltando mi agarre suavemente.

— Sí, soy el nuevo —asentí lentamente— ¿se nota mucho?

— No, como crees... en realidad si —se acercó un poco más a mí y susurró— ¿Me creerías si te digo que nadie se acerca a esta zona, porque según los maestros es solo para fumadores y drogadictos?

— ¿En serio? —me levante de un saltó.

Al ver mi cara de espanto, estallo en carcajadas incontrolables.

— Lo siento, era una broma —decía entre risas.

Normalmente no me gustaban mucho ese tipo de bromas, especialmente si vienen de alguien que apenas conozco. Pero, si eso implicaba volver a verla reír y sonrojarse como lo hizo en ese momento, permitiría que sucediera todas las veces que sean posibles.

— Eres mala —contesté con fingida molestia.

El timbre sonó fuerte y después, sonó una bocina anunciando el inicio del acto de bienvenida.

— Como disculpa por burlarme de ti, me ofrezco como guía turística —anunció diplomáticamente— la escuela es muy grande, no vayas a perderte por ahí.

— Gracias, tan gentil —un sarcasmo divertido se escapó en mi voz.

— De nada —volvió a reír.

Llegamos a las canchas, exactamente la de futbol que era la más grande y con gradas más espaciosas. Al ser demasiados estudiantes muchos se sentaron en el suelo, solo los de once y décimo podían ocupar esos privilegiados asientos. No sé si era por ser el nuevo, pero muchos me quedaban viendo, en especial las niñas.

No es por presumir, pero soy atractivo. Mi cabello es liso y trato de cuidarlo mucho, por lo que mis primos siempre me molestaban por tener pelo de princesa. Soy alto y delgado, mis ojos son azules como los de mi mamá, tés blanca pero no en exceso y algunos lunares en mis mejillas.

No me incomodaba, pero si sentía una sensación extraña. Me giré instintivamente a mirar en lo alto de las gradas, un chico más o menos un año mayor que yo me miraba fijamente con cara de pocos amigos. Su mirada era intensa y penetrante, me puso nervioso de inmediato. Era de ese tipo de chicos súper rudos que odia a todos, de los que se dedican a hacerle bullying a los de menor grado y al ser el nuevo, encontró en mi carne fresca.



#18042 en Otros
#5251 en Relatos cortos
#28538 en Novela romántica

En el texto hay: romance, yaoi, chicoxchico

Editado: 08.10.2020

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.