100 lunes para Recordarte

Capítulo 2 Harper

✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦

✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦✦

Harper chauvin

Vuelo 441 destino Madrid 16 de Junio 2026 12:56 París

Caminé por calles mojadas,

crucé puentes de hierro,

esquivé paraguas,

busqué en cada rostro una pista,

en cada ventana un recuerdo,

en cada esquina el eco de su voz.

Y en medio de todo eso, pensé en él.

En nosotros.

En lo que habíamos construido con paciencia... y promesas.

Cartas.

Solo cartas.

Pero también todo un mundo.

Y ese sobre absurdamente amarillo

se había convertido en nuestro símbolo.

En lo único que quedaba.

En lo último que no podía romperse.

O al menos... eso quise creer.

El avión despegó.

Y solté el aliento que llevaba atrapado

desde que me escabullí por la ventana de su habitación.

El mismo aliento que no me dejaba pensar con claridad.

El que me mantenía viva y temblando.

Todavía sentía el frío de la noche en la piel.

El sudor pegajoso en las palmas.

La adrenalina ardiendo en las venas.

Lo había hecho.

Había dejado todo atrás.

¿Por él?

Tal vez.

¿Por mí?

Quizá también.

Me abracé a mí misma. Temblaba.

¿Y si Heather tenía razón?

¿Y si todo esto había sido un error?

¿Una forma elegante de no cerrar un duelo?

Entonces... el teléfono vibró Un mensaje.

De ella De Heather.

Heather 🕶️ — WhatsApp

13:04 p. m.

Hola, Harper.

No sé si debería ser yo quien te diga esto,

pero Nicolás está en coma.

Tuvo un accidente hace dos noches.

Está en el hospital. Clínica San Gregorio, habitación 312.

No tengo muchos detalles.

Solo que está inconsciente.

No te escribo para hablar conmigo ni para generar drama.

Solo pensé que tenías derecho a saberlo.

Eso es todo.

Leí esas palabras con el corazón en un puño.

La lluvia, allá fuera, pareció caer con más fuerza.

Como si el cielo llorara conmigo.

O por mí.

O por él.

El mensaje seguía ahí, encendido en la pantalla,

pero yo ya no veía las palabras.

Solo un hueco.

Una herida abierta en forma de texto. Mi viaje...

mis dudas... el sobre...

Todo se volvió pequeño.

Tan absurdo.

Tan... irrelevante.

¿Qué importa una carta cuando la persona a la que va dirigida

puede que ya no escuche?

¿Qué sentido tiene correr si llegas tarde igual?

Madrid me esperaba.

Pero ahora también me esperaba una verdad

que no sabía si podía tocar sin romperme.

Él.En coma.En una habitación con números.

Inconsciente.

¿Cómo se sobrevive a un verbo tan definitivo

cuando aún tienes cosas que decirle?

Cuando te queda amor sin usar.

Cuando el perdón ese que nunca llegó

ya no tiene dónde aterrizar.

Temblé.No por frío.No por lluvia.

Temblé porque algo dentro de mí colapsó,

como si el alma se doblara,

como si todo lo no dicho se volviera peso.

Quise correr.Pero no sabía si hacia él o hacia atrás Y el sobre seguía ahí protegido , Ridículo Importante.

Quizá aún era tiempo.Quizá no.Y aún así,

seguía caminando.

Harper 🧣 — WhatsApp

13:10 p. m.

Gracias por avisar, Heather.

No sé qué decir ni cómo sentirme ahora...

Solo sé que él está en algún lugar dormido,

y yo aquí, con mil cartas guardadas

como si eso pudiera traerlo de vuelta.

No sé si esto es un final o un nuevo comienzo,

pero voy a estar aquí, esperando.

Aferrándome a cada palabra que nos dimos,

aunque el presente duela más que el pasado.

Gracias por decirme la verdad.

✓✓ 13:23

No volví a recibir otro mensaje de Heather.

Solo esos dos ticks verdes. Marcados.

Finales.

Dolían más que cualquier palabra.

Aterrizar fue como despertar sin querer.

El mundo seguía girando,

pero yo no.

Me arrastraba por él con una mochila al hombro y un sobre entre los dedos

como si eso fuera suficiente para sostenerme.

Cuando llegué al hospital me hicieron esperar.

Tomaron mis datos, llamaron a alguien, me ofrecieron una silla que no usé.

Mientras tanto, acaricié el borde del sobre.

Lo acaricié como si fuera su mano.

Como si pudiera sentir, a través del papel,

la calma con la que solía sostenerme.

Esa calma que tantas veces odié

y que ahora... extrañaba más de lo que podía soportar.

Una enfermera vino por mí.

Sus pasos eran suaves, como si no quisiera romper algo que ya estaba roto.

Me condujo hasta su habitación sin decir nada.

Y entonces lo vi.

No era lo que había imaginado.

No había flores, ni fotos.

Solo máquinas.

Silencio.

Y el peso denso del aire

cuando alguien no está del todo.

Estaba dormido.

O atrapado.

O lejos.

Muy, muy lejos.

Su rostro seguía siendo suyo.

Pero ya no sabía si lo que lo habitaba

seguía ahí.

Me senté junto a la cama.

Esperé un momento.

Uno largo, lento, cargado de palabras que no sabían cómo empezar.

No sabía qué hacer.

Pero sabía que necesitaba hablarle.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.