Harper Chauvin
Martes 17 de junio 2026
— 5 : 30 am
Tess dejó el termo en algún punto fuera de mi alcance
no lo vi, solo escuché el golpe leve del metal contra la madera y después se quedó allí, en el marco de la puerta. Una rodilla abrazada contra el pecho, las converse raspadas asomando justo al borde de la cámara. Como si fuera... no sé, como si no quisiera entrar del todo, pero tampoco irse.
Tess no me miró. Golpeó con una uña roja el borde del termo, una, dos veces.
La luz parpadea como si dudara...
como si ella tampoco supiera si quiere estar encendida o no.
Igual que yo.
A veces pienso que si me quedo muy quieta, muy callada,
el universo se apiadará de mí y me mandará una señal.
Pero la única señal es esa luz.
Parpadea como si dudara, como si me estuviera haciendo burla.
Tic.
Tac.
Tic.
¿O eso es mi corazón?
O el router. No sé. Tampoco quiero comprobarlo.
Dicen que mirar fijamente una puerta no la hace abrirse...
pero yo insisto.
Porque soy cabezota.
O romántica.
O idiota. A veces todo al mismo tiempo.
Y porque... tal vez si parpadeo al mismo ritmo que la luz,
los planetas se alineen.
O me quede bizca.
Eso también es una posibilidad.
Por ahora, dejo el móvil ahí. Enfocando. Esperando.
Como si fuera una cámara de seguridad.
—¿Tan difícil es cambiar eso? —pregunto yo , mirando como si fuera obvio. Como si yo no hubiera intentado todo.
La mira como si acabara de decir que el cielo es cuadrado.)
—Harper... es una bombilla. No una cirugía a corazón abierto.
—Ya. Bueno. Algunas bombillas emocionales requieren... tiempo.
—¿Tiempo? Lo que necesitas es una escalera. Y quizá dejar de dramatizar la instalación eléctrica.
Se sienta en el borde de la cama, se quita los auriculares, los deja colgando del cuello.
—Te juro que a veces pareces una telenovela con presupuesto.
—Gracias.
—No era un cumplido.
—Dame el foco. Yo lo cambio — bromea Tess.
—¿Y qué si se rompió? No era mío —dijo, fingiendo desinterés.
Pongo cara de duh, porque a veces no sé hablar con palabras normales.
Le levanto la ceja, esa ceja que Tess dice que heredé de alguna tía dramática y olvidada del árbol genealógico.
Y sonrío. Una de esas sonrisas torcidas, que no saben si son burla, defensa o apenas un intento de parecer que tengo el control.
Tess me devuelve la mirada con la suya, tranquila, como si todo esto le resultara más cotidiano que respirar.
Arquea una ceja también competencia no declarada de expresiones faciales
y se acomoda la almohada como si eso resolviera algo.
Como si esa almohada fuera un argumento sólido en medio del caos.
Y yo...
yo la miro como si todo fuera obvio.
Como si yo no fuera el desastre emocional con patas.
Como si mis silencios no gritaran.
—No, espera... me gusta cómo parpadea. Tiene carácter.
Suspira. Sonríe sin querer.
—Drama Queen. ¿Quieres un violín triste o te basta con el foco parpadeando? —dijo Tess, sin levantar la vista del termo.
Giro el móvil hacia su cara.
Como si eso fuera una declaración.
Como si apuntar la cámara pudiera decir lo que yo no digo.
Y entonces le saco la lengua.
No por inmadurez. O sí, un poco.
Pero más que nada porque no sé qué hacer con todo esto que siento y no digo.
Porque si hablo, me tiembla la voz.
Y si callo, me tiembla el pecho.
Así que hago eso: un gesto tonto, fácil, reversible.
Uno que no duele.
Uno que no confiesa.
Y Tess... Tess lo entiende. O hace como que lo entiende.
Que es casi lo mismo.
Y por hoy, me basta.
—Te odio —lanzo, rápido. Como un escudo. Como si eso pudiera evitar que me abraces.
—Ajá. ¿Y eso incluye marcarle a Nico o solo llorarle al universo?
Pongo una cara de anuncio barato.
Sarcasmo incluido, sonrisa de mentira, ojos que dicen "claro que sí" pero en realidad gritan ¿estás oyéndote?.
Esa expresión que debería venir con jingle de fondo y una voz diciendo ¡compra ahora!.
No es que quiera burlarme. O sí.
A veces reírme es lo único que me salva de llorar en público.
A veces, si exagero lo que siento, se vuelve más fácil de sostener.
Como si al convertirlo en parodia doliera menos.
Como si la burla disfrazara el nudo en la garganta.
Y ahí estoy. Sonrisa plástica, ceja alzada.
Como si todo fuera un juego.
Como si yo no estuviera perdiendo.
—Hola, Nico. ¿Tienes tarifa especial para
corazones averiados o solo luces?
—Sí, como tú. Rota, pero estética.
—Si tanto te molesta, cámbiala tú.
Se apoya contra el marco de la puerta, cruzada de brazos, con las converse rozando el suelo. El auricular izquierdo colgando del cuello, como siempre.
Desde la cama, sin moverse.
—Es que tiene una energía... misteriosa.
—Es una bombilla rota, Harper. No el alma de tu ex atrapada en forma de LED.
Hace una pausa, gira los ojos y va hacia la lámpara.
—Dame eso. Antes de que la declares tu oráculo luminoso o algo peor.
— Ven, abrazo de pantalla, anda — dijo Tess Se acercó a la cámara con una media sonrisa, los cascos colgando de su cuello y las manos alzadas, mostrando las yemas teñidas de escarlata mientras fingía un abrazo virtual.
Yo apenas pude contener la risa.
Tess nunca fue conocida por dar abrazos ni físicos, ni emocionales . No era de esas personas que se derraman. Y, sin embargo...
Ahí estaba, acercándose a la cámara con esa torpeza encantadora suya, como si sus manos pudieran cruzar la pantalla y tocarme sin decirlo.
Y lo hizo. De su manera.
Un abrazo de píxeles. Un gesto disfrazado de burla. Un "te quiero" envuelto en sarcasmo.