Harper Chauvin
6: 00 am
Tess hizo un gesto exagerado y dio un aplauso, como si el mundo fuera un escenario y ella supiera exactamente dónde debía ir el telón.
Y yo... yo no supe si reír o desaparecer.
Porque a veces el sonido de un aplauso me asusta.
No por el ruido, sino por lo que arrastra.
Esa forma en que el aire cambia.
Esa sensación de que algo termina, aunque nadie lo haya dicho.
Pensé en todas las veces que alguien aplaudió cuando yo no estaba lista.
Cuando fingí saber qué hacía, qué decir, cómo sostenerme.
Y ahora Tess, radiante, segura como siempre
y yo queriendo creer que eso también podía ser mío.
Pero había algo... algo que se quedaba atrapado en mi garganta.
Como un pétalo seco o una palabra mal dormida.
Quizá era solo envidia.
O quizá, ese aplauso era para la versión de mí que aún no llegaba.
—Y entonces pensé... ¿y si todo esto no significa nada? ¿Y si somos solo piezas sueltas en una historia mal escrita?.
—Brillante. Un diez en sutileza emocional, Harper. Te ganaste un premio a la angustia poética del mes.Pero si crees que no significas nada, igual debería prestarte mis auriculares. Esta canción te haría llorar. A mí no, claro. Ya sabes que mi lagrimal es decorativo.
—Gracias por no tratarme como si estuviera rota.
—No estás rota. Solo un poco... doblada. Como todos. encogiéndose de hombros.
—Bueno, así me gusta. Así hace juego conmigo.
[FLASHBACKS — Hace años. Festival del colegio. Harper tiene 11. Está sobre el escenario.]
La sala estaba llena. Yo había ensayado tres semanas.
Cuando terminé de recitar, todos aplaudieron.
Pero mi padre miraba el móvil.
Y la profesora sonreía como si yo fuera una decoración bonita, no una persona real.
Los aplausos no me llenaron. Me vaciaron.
Y ese silencio de después... fue lo que más dolió.
Escena: Aula vacía, después de clase. Harper está sentada sobre una mesa, despeinada y con restos de lágrimas que ha intentado borrar. Tess entra, le lanza una sudadera arrugada.
—Te ves como si te hubiera atropellado una emoción. O cinco.
Me pongo la sudadera, seca.
—Perfecto. Look depresión nivel experto.
— Si lo disfrazo con humor, quizás no lo notes tanto. —
Tess sonríe de lado, se sienta a mi lado.
—Te queda bien. Como si la tristeza fuera tu tono de piel.
—Gracias. Ahora sí parezco el desastre emocional que soy — suelto una risa nasal.
No lo parezco. Lo soy. Pero no me preguntes. No hoy.
arqueando una ceja.
—¿Quieres hablar o prefieres seguir decorando tu miseria con sarcasmo?
miro al suelo.
—Genial. Por fin combino con mi caos interno.
Tess rie suavemente.
—Harper, eres arte moderno: incomprendida, algo rota, y carísima en terapia.
sonrío sin mirarla.
—Uf, sí. Qué elegancia la de Francia, versión trauma.
[ Fin flashback ]
Y ahora, ahí estaba Tess, tan segura de sí misma, tan radiante.
Y yo, intentando no temblar.
Yo, queriendo creer que esa seguridad también podía ser mía.
Que podía vestirla como una chaqueta prestada y convencer a todos y a mí de que me quedaba bien.
Pero algo se me quedó atrapado en la garganta.
Como un pétalo seco.
O una disculpa que no encontraba su momento.
O tal vez... tal vez solo era envidia.
O miedo.
O esa tristeza que no grita, pero se sienta contigo y no se va.
Quizá ese aplauso era para la versión de mí que aún no había llegado.
O para la que no volvería.
Tess rió.
Pero luego se quedó en silencio.
Solo un segundo.
Un segundo que pesó más que todo lo demás.
Y en ese segundo, me miró en serio.
No con lástima.
Ni con preocupación.
Solo... como si de verdad me viera.
Después hizo un corazón con las manos.
Ridículo. Desproporcionado. Inesperado.
Y, por eso mismo, exacto.
Yo solté una risa breve.
Casi sin sonido.
Casi sin querer.
Pero era mía.
Qué fácil era quererte cuando hacías eso.
Qué difícil decirlo en voz alta.
Yo sonrío con los ojos, el blanco vacíos o llenos, ¿quién lo sabe?
Es una sonrisa que no nace de la boca, sino del borde de un recuerdo que se quiebra, se desliza... y se pierde.
Solo una persona en el pasado vio esa luz o fue un destello, un reflejo roto en su memoria.
¿Quién soy cuando sonrío así? ¿Quién soy cuando el alma se despliega en silencios que nadie oye?
Mis ojos son el espejo donde se esconden las palabras que no dije, los adioses que nunca fueron... o quizá sí.
A veces creo que sonrío para no caer, para no ahogarme en lo que ya no está, para sostener el hilo invisible que me une a algo que no puedo tocar...
Y en ese blanco, en ese vacío, me pierdo y me encuentro, me olvido y me recuerdo, como si cada pestañeo fuera un verso sin terminar.
—Hay que cursi, Tess.
La luz parpadea más fuerte. Yo salto de la cama.
No pensé.
Solo fui.
Como si algo me jalara desde dentro del pecho,
como si el cuarto mi cuarto de alquiler.
ya no fuera mío.
El aire olía distinto.
A cobre, a cosas no dichas.
Me ardían los talones.
Me temblaba la espalda.
Y sin embargo, no tenía miedo.
No todavía.
Era como estar dentro de un sueño que ya soñé.
Uno donde todo se repite pero nada es igual.
Donde la luz parpadea
y no sé si me avisa
o me amenaza.
Mi corazón latía en desorden.
Demasiado rápido.
Demasiado fuerte.
Demasiado... algo.
Salté de la cama como si pudiera escapar.