100 Ways

No malgastes tu amor

Aún no salía de mi shock inicial. La marca en mi mano, era la máxima evidencia de que aquel lugar era real. Yo estaba segura que al irme a dormir, no había tenido ninguna lastimadura. El maldito libro tenía razón.

Tenía emociones encontradas, vergüenza, miedo, alegría, todo al mismo tiempo y me estaba saturando de ellas. Sentía que mi cabeza daba vueltas. Quizá estaba exagerando, había una misera posibilidad que me hubiera lastimado a mí misma.

Me aferré a esa idea como si fuese un salvavidas. Debía dejar de acceder a ese mundo, mi vida se había convertido en un constante sueño, me estaba volviendo adicta a ese mundo surreal. Mi habitación estaba de cabeza, hace días no limpiaba, porque buscaba dormir cada vez más.

Tenia incluso trabajo acumulado, mis sueños de publicar mi comic los desplace todo por vivir en una fantasía.

-Debo dejarlo

Me lo dije en voz alta en un intento de hacerlo mas real. Acurrucada entre las cobijas, me mentalizaba para poder levantarme de nuevo y hacer mis cosas, vivir mi vida. No podía vivir de un mundo fantástico, me estaba dejando morir de a poco todo por ese lugar.

Decidida, me levanté dispuesta a cortar con aquel mundo, volvería a tomar control de mi vida. Ese día tendí mi cama, hice los pendientes de la casa, limpié bien los espacios. Me encargué de esconder aquel horrible libro de mí. Lo coloque dentro de una caja en lo mas profundo de mi armario. No sabía si eso evitaría que entre a ese lugar, pero estaba dispuesta a intentarlo.

Esa noche no busque contenido de él, aleje mi mente de todo lo que tenia que ver con él. Esperaba soñar algo normal, o de ser posible, no soñar. Debía recuperarme de ese apego que desarrolle a verlo cada noche.

Fue complicado, pues ni bien caía dormida, entraba directo al ensueño. Me la pasé huyendo de él varias noches, obligándome a despertar, rompía las reglas del ensueño en un afán de dejar atrás esa obsesión.

-Lo siento debo irme…

-Lo siento hoy no…

-Los siento

-Perdón…

Esas frases eran mi constante cada que lo veía de nuevo. No podía salir de aquel extraño ciclo. Era como si ese lugar tuviera control sobre mi y no quisiera que me fuera.

Me ponía triste ver aquellos ojos confundidos de Jackson cada que me marchaba de improviso. Y dolía mas sabiendo de que el si era el real, al menos en ese mundo.

A pesar de dormir, me despertaba tantas veces en medio de la noche, para evitar estar en el ensueño, que lentamente mi cuerpo comenzó a deteriorarse.

Estaba cada vez más cansada, las medias lunas oscuras bajo mis ojos eran evidentes. Había momentos que me quedaba dormida incluso mientras comía. A estas alturas, comenzaba considerar el hecho de buscar un psiquiatra, alguien tenia que darme la solución.

A pesar de mis intentos, todos fallidos. La decima noche me rendi. Ya no tuve la fuerza de levantarme de ese sueño, simplemente me resigné, Como ya era habitual, el estaba ahí, sentado en una solitaria banca frente a un mar precioso. No volteaba se veía absorto en sus pensamientos.

Me pregunte si estaría enojado conmigo. Tímida de su reacción me fui acercando lentamente hasta llegar a la banca y sentarme. Mire en la dirección que el miraba, en el horizonte, se veía dos barcos oscurecidos por la luz del sol.

- ¿Hoy no te vas? – preguntó

Me sentía culpable, no lo había explicado nada, aunque claro tampoco sabia si el ya era consciente de ese lugar.

-No, hoy pienso quedarme.

- ¿Por qué estos días te marchabas? ¿qué sucede?

-Es confuso, supongo que tengo miedo de este lugar

- ¿Temes soñar?

-Temo ilusionarme, ya casi no hago nada en la realidad por estar aquí

Su silencio fue largo, supongo que analizaba mis palabras, No volteaba verme y yo solo lo miraba de reojo. Su perfil parecía tallado, El sol jugaba de formas hermosas en su rostro. Era tan atractivo que incluso dolía verlo.

Aquel día, solo hicimos eso, sentarnos juntos a observar el horizonte, era una compañía amena y cálida. Aquel día dormí mas de lo esperado. Para cuando desperté ya daba el medio día.

Desperté con una extraña sensación de paz, al fin había dormido de corrido unas diez horas, mi cuerpo lo agradecía. Me levanté directo hacia mi armario. Busqué la caja donde metí el libro. Quizá, mientras tuviera el libro, seguiría pudiendo acceder a ese lugar.

Si quería alejarme de todo, necesitaba tirar lejos de mi aquella cosa. Con eso en mente, inicie mi día. Esa noche sería la última que pasábamos juntos. Me encargaría de tirarlo muy lejos de mi luego. Además, así podría despedirme de el y no solo dejarlo sin decir nada.




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