11 Historias

1 - Noche de lluvia

El Uber estaba tardando en llegar. Ana estaba angustiada, ya era de noche y llovía con fuerza. Camila estaba relajada, y cómo no, si estaba ebria. Habían pasado a tomar unos tragos después del trabajo y se les había pasado la hora... y a Camila, la mano con el alcohol. 


Estaban bajo un paradero de micros, refugiadas de la lluvia. Ana tomó el teléfono para reclamar al Uber por la tardanza, pero antes de desbloquearlo vio a Camila vomitando en la vereda.  


Al poco rato un Toyota Yaris negro se detuvo frente a ellas y subieron. Ana subió con dificultad a Camila, rogando que el conductor no notara el estado de su amiga, que por lo menos empezaba a recobrar la consciencia, pero éste no dijo nada. Estaba cerrando la puerta del vehículo cuando el teléfono le avisó que el auto estaba por llegar. "Ahora que me subí me avisa", dijo en voz baja y apagó el teléfono para ahorrar la poca batería que quedaba. 


Camila se quejaba del dolor de cabeza. "Tranquila —decía Ana—, ya vamos a llegar a tu casa". 


—Gracias por irte conmigo. Qué vergüenza que me vieras tomando así —dijo Camila arrastrando las palabras. 
—No te preocupes. ¿Te sientes mejor? 
—Un poco. 
—Oye, me dejaste mal con lo que me contaste de tu ex. 
—Mi familia pensaba que era un santo pero el mal parido me trataba peor que a un perro. 
—¿Pero lo demandaste? 
—Sí, pero cuando supo me pegó de nuevo y hasta me botó un diente. 
—¿Y qué hiciste? 
—Fui a carabineros. Me dieron una orden de alejamiento, y como era de esperar, no la cumplió. Esas órdenes no sirven, el maldito puede hacer lo que se le antoje y la justicia de este país no hace nada. 
—Eso es verdad. Cuando matan a una mujer recién toman conciencia del peligro que corrían. 
—Sociedad de mierda —Camila se tomaba la cabeza cerrando los ojos, aún estaba mareada. 
—¿Y qué es de él? 
—No sé, la última vez lo echaron de mi casa unos vecinos. Me escucharon gritar y me ayudaron. 
—Menos mal. 
—Sí, más encima me dijo que me iba a arrepentir. Estuve un mes asustada y con miedo de salir, pero al final no apareció más. Ya han pasado tres meses. 


Se hizo un silencio en el que sólo se oía a muy bajo volumen la música de la radio del auto; sonaba "El baile de los que sobran". Camila seguía la letra de la canción con los labios sin emitir sonido. Miraba por la ventana las luces de la calle. Con la lluvia era lo único que distinguía, mientras la cabeza aún le daba vueltas.  


Después de un rato le preguntó a su amiga: 


—¿Falta mucho para tu casa? 
—Dimos tu dirección. ¿No te acuerdas? 
—Estaba “mareada”, no me acuerdo. 


Miró por la ventana de nuevo haciendo un esfuerzo para reconocer algo y saber dónde estaban. 


—Pero yo no vivo por acá, vivo para el otro lado —dijo finalmente. 
—¿Estás segura? 
Ana se asustó y preguntó al chofer: 
—¿Dónde estamos? 
—Estamos por llegar —dijo él mirando por el retrovisor. 


Ana miró a su amiga que de pronto estaba pálida, con la boca abierta, sin poder reaccionar. 


—Camila... Camila... ¿Qué te pasa? 


Su amiga levantó el dedo índice y dijo con la voz quebrada: "Es el Carlos... el chofer... es el Carlos". 


Ana sintió un frío que le recorrió la espalda y tomó la mano de su amiga. Entonces entendió que el Uber que pidió no había llegado. 


Dos semanas más tarde, en Facebook se pedía ayuda para encontrar a dos amigas desaparecidas. La última vez que fueron vistas, Ana perseguía a Camila borracha, saliendo de un pub en Ñuñoa, una noche de lluvia. 
 



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En el texto hay: ciudad, relatocorto, lluvia

Editado: 05.06.2020

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