Habían transcurrido unos días y no hubo mayor noticia, por alguna razón, no se habían escuchado nuevamente los ruidos entre la hierba. Greg estaba a punto de terminar su cabaña, aún le quedaba carne, y las semillas que había comprado, estaban empezando a brotar entre la tierra que él mismo labró.
En el lapso de esos días, habló con más personas; con la esperanza de encontrar a Rachel nuevamente, pero falló rotundamente en su búsqueda. A pesar de eso, se hizo colega de muchos pobladores y ya le empezaban a conocer en el poblado. Cada vez se sentía más cómodo en ese lugar.
Tontamente, A Greg se le ocurrió una idea que, a muchos, les pudiera parecer tonta, pero para otros, muy ingeniosa.
Greg tomó rumbo al pueblo, después de unos minutos de recorrido, por fin llegó y se colocó cerca de la multitud.
Aquí es donde entra en acción su idea: empezó a "hablar solo", esto con la intención de llamar la atención de Rachel. Con ilusión, creyó que ella llegaría por detrás y tocaría su hombro nuevamente, justo como lo hizo la primera vez.
Después de unos minutos, se dio la vuelta, empezó a caminar y esperó a que eso sucediera.
- Pero ¿qué es lo que estoy haciendo? ¡qué tonto! —pensó mientras sus esperanzas bajaban—
Mientras Greg caminaba al igual que la primera vez, sintió una mano en su hombro, su plan hubiese sido un éxito, de no ser porque la mano que lo tocó, no era de Rachel.
A Greg se le había marcado una sonrisa al sentir la mano, era raro en él, pues casi no se alegraba mucho y menos cuando se trataba de una persona. La única que había logrado esa reacción en la cara de Greg en los últimos años, fue Rachel.
Involuntariamente, esa sonrisa desapareció cuando sintió que esa mano era muy delgada y fría. También notó que tenía los dedos deformes y le estaba apretando con fuerza el hombro.
Cuando se percató de todo esto, estaba completamente inmóvil ante la situación, y con un instinto de supervivencia, se dio la vuelta rápidamente. No podemos decidir si fue un alivio, o vivió un infierno en persona, al darse cuenta qué, no había nadie detrás de él.
Greg era inteligente amén de ser muy escéptico en algunas cosas y sin pensarlo dos veces atribuyó que, la depresión y pesadillas que estaba teniendo, habían ocasionado que tuviese alucinaciones táctiles y visuales.
No quería pensar en lo que sintió, estaba convencido que fue una alucinación, pero su hombro aún le dolía. Quiso pensar que ese dolor se atribuía al esfuerzo físico que había estado haciendo al cortar los robles, que a su vez los apilaba para la construcción de su cabaña.
Suspiró brevemente y se persignó, una costumbre en él que se le había inculcado desde muy pequeño.
Aprovechando que ya se encontraba en el pueblo, decidió caminar un poco, así despejaría su mente y aliviaría el mal trago que ese suceso le dejó. Después de un rato de caminar, se encontraba ya mucho más tranquilo y riéndose tontamente de lo sucedido.
Comenzó a ver a sus alrededores, y en cuestión de un par de segundos, un comercio en específico llamó la atención de Greg.
Se acercó al lugar y notó que vendían varios artículos, pero en especial, vendían colgantes idénticos a los que vio en la entrada del bosque del norte. Sin pensarlo, y muerto de la curiosidad, se acercó al puesto y preguntó:
- ¿Qué son estas cosas? —señaló bruscamente un colgante—
El dueño del comercio: un hombre ordinario, sin una cualidad física resaltante, un acento típico del norte y con carisma respondió:
+ Ah ¿Esto? Son colgantes que contienen símbolos antiguos hechos con ramas —dijo el hombre mientras señalaba cada uno—
- ¿Para qué sirven? —preguntó Greg—
+ Cada persona puede y debe darle su significado, muchos dicen que son estos símbolos traen amor, paz y cosechas. Pero otros, dicen que pueden traer tragedias y desgarradoras maldiciones —respondió el hombre, enseriándose un poco—
- ¿En verdad estas cosas funcionan? —preguntó nuevamente Greg, con un tono burlón—
+ ¡Te aseguro que sí! ¡Inclusive tengo un polvo y un colgante perfecto para vos! —respondió el hombre, mientras sacaba un colgante y una hoja con polvo de un cajón— ¡Este es! —dijo riéndose— ¡Este te ayuda a vos con tus problemas de impotencia!
- ¿PROBLEMAS DE QUÉ? —dijo Greg enfurecido—
+ ¿No has venido vos para eso forastero? —dijo el hombre intimidado por el grave tono de voz que Greg utilizó—
- ¡POR SUPUESTO QUE NO! Vine porque he visto estos colgantes hace unos días atrás, justo cuando llegue al norte. Y me parecieron raros. —respondió Greg, calmándose un poco—
+ ¡Ja, ja, ja! Disculpe usted, ¿Cómo que vos has visto estos colgantes antes? —preguntó el dueño del comercio—
- Sí, los he visto antes, a un par de kilómetros de aquí. —respondió Greg señalando la dirección—