180°

Fernando

Estamos por reaccionar, cuando de repente, escuchamos un nuevo sonido. Dakota me da el rifle, antes de que pueda tomarlo nos paralizamos.

Algo es diferente en este “grito”, no cuadra con el perfil de los sin alma.

—¿Taylor está... riendo? —mi hermana pregunta tan sorprendida como los demás.

¿Cómo puede estar riendo?

—Eso parece —le contesto totalmente desconcertada—. ¿En verdad escuchamos una sonrisa? —antes de que mi hermana conteste mi pregunta Colton me hace señas, ni siquiera ellos comprenden lo que pasa, solo levanto mis manos para que sepa que nosotras estamos igual de sorprendidas que ellos.

—¿Taylor?

Pregunto con un poco de miedo y, antes de que nuevamente desconfiemos de su cordura, sale de su escondite.

—Tranquilos chicos, está todo bien. Estamos seguros, salgan por favor.

Nos miramos unos momentos antes de decidir salir. Aún dudamos de las palabras de Taylor.

Los primeros en mirar son Antoni y Colton, a los pocos minutos nos hacen señas para que nosotras también salgamos. Pensamos que no debe ser nada malo porque los chicos han bajado sus armas.

Salimos mi hermana y yo de nuestro escondite, detrás de Taylor puedo ver a una chica como de la edad de Colton. Ella es rubia, delgada y es de esas chicas kilométricas de piernas. No recuerdo haberla visto nunca, pasa desapercibida para mí. La persona que viene a su lado es quien hace que mis recuerdos regresen a mi mente de forma rápida.

A su lado está un hombre que he visto antes, es alto igual a como era él, tiene mi color de ojos, color que le heredé a papá, el cabello es del mismo tono, café claro, su complexión es casi la misma y si no fuera porque Dakota lo vio morir podría decir que ese hombre es mi padre.

Miro unos segundos más al hombre que tengo al frente, después de un tiempo mi cerebro recuerda una conversación que tuve con mi padre hace ya muchos años, cuando mis hermanos eran pequeños. Yo era una chica a la que le valía todo y no valoraba nada de lo que tenía. 

Él me explicaba que su vida fue muy difícil, sufrió de muchas carencias siendo joven. Fue el menor de seis hermanos, en un hogar que siempre tuvo necesidades extremas. Me contaba que la comida era un placer que no se podía dar todos los días como el resto de las familias. 

El abuelo Matías era jornalero, solo ganaba para comprar una cosa al día y siempre era difícil decidir si dejaba de comer él y todos sus hijos o se moría lentamente uno de ellos. Su hijo menor... Aquel tío que siempre estuvo enfermo. Él necesitaba de medicamentos para poder sobrevivir, era el que siempre le ponía en una difícil posición, pero siempre optaba por la vida de su hijo, destinando la minoría del dinero para los demás integrantes, acción que el día de hoy mi tío le agradece, si está vivo es gracias a los sacrificios de toda la familia.

Es ahí cuando mis ojos se ilumina por completo. Miro a mi hermana para ver si ella tiene el mismo recuerdo que yo.

Dakota está en shock, sus ojos están llenos de lágrimas y antes de que pueda consolarla se lanza a los brazos de él.

—¿¡Tío Fernando!? —mi hermana pregunta sorprendía, dudando de su existencia. La entiendo, nuestra suerte de los días pasados es muy diferente a la que se pinta frente a nosotras. Tener una figura de nuestro pasado sería perfecto. Por eso es que dudamos de...esta realidad.

El aún no se ha percatado de nuestra presencia, al reconocer la voz de mi hermana inmediatamente se gira para mirarnos. Sus ojos al igual que los nuestros generan una ligera capa transparente que los hace brillar más. 

Lágrimas, en los ojos del tío veo lágrimas de felicidad.

Extiende sus brazos para recibir a mi hermana, ella se lanza como acostumbraba hacer con papá, acción que me parte el corazón. Al igual que ella quiero abrazarlo con todas mis fuerzas y sin pensarlo corro para unirme a su abrazo. Quiero sentir por primera vez que ya no seremos solo mi hermana y yo, ahora seremos más, muchos más en nuestra pequeña familia.

—Chicas, qué alegría me da verlas —el tío Fernando nos acoge a las dos en sus brazos, se le ve muy contento de vernos y nosotras al igual que él lo estamos, sentir su olor me recuerda tanto a papá y sin que pueda controlarlo me suelto a llorar. Él incrementa su abrazo para reconfortarme más, cuando me controlo un poco nos separa para poder mirarnos a la cara—. Dakota, Mónic que gusto me da verles. ¿Dónde están sus padres?

Su pregunta nos resulta un poco incómoda, ninguna de las dos contesta, él no deja pasar mucho tiempo cuando se percata de muestras miradas de tristeza y desilusión. En menos de un minuto deduce que ellos ya no forman parte de nuestras vidas o eso quiero creer porque nos envuelve de nuevo en su calor.

—Está bien pequeñas, no necesitan decir nada más, ahora que las encontré les prometo estar a su lado —la manera afectiva de hablarnos nos recuerda que él no es papá porque él nos decía chicas, no pequeñas.

—Nos da mucho gusto encontrarte, cuando bajamos del yate me acordé de ti, pero Mónic me dijo que no podíamos buscarte porque lo más seguro era que estuvieras...

—Muerto. Lo sé chicas, es lo mejor que tu hermana pudo hacer —en verdad me siento mal por haber sido tan negativa respecto a las probabilidades de encontrar con vida a nuestro tío, era como buscar una aguja en un pajar—. Lo importante es que de ahora en adelante todo irá mejor, se los prometo.

Nos abrazamos nuevamente, él tiene razón, ahora estaremos unidos, aun dudo que esto vaya a cambiar, en realidad este mundo de mierda dudo que algún día pueda mejorar. Esos pensamientos prefiero guardarlos para mí, la negatividad nunca podrá traer algo bueno, es mejor dejarla atrás.

Mi hermana levanta la cabeza para mirarlo a los ojos y sin expresar una palabra mi tío sabe que es lo que le quiere preguntar, su triste respuesta nos sorprende.

—Igual estoy solo chicas, toda mi familia murió. Hace unos meses me encontré con Sophia, ella ha sido mi única compañía.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.