La vida es una mierda...
De eso me di cuenta a los cinco años cuando comencé en prescolar y supe que todos los niños tienen padres, todos menos los chicos de la Casa Mihor.
Antes no comprendía por qué vivía rodeado de tantos niños y por qué de vez en cuando, algunos se marchaban con dos personas totalmente desconocidas, pero cuando comencé la escuela supe lo que significaba la palabra “padres” y no me gustó.
No me gustó porque yo no tenía ninguno.
¿Por qué? No lo sabía, pero no tardé en comprender que el mundo no era color de rosas y que no todos eran buenos. Había personas egoístas, incapaces de sentir amor hacia otros y, desgraciadamente, mis padres eran de esos. Me abandonaron a mi suerte con días de nacido.
Pero bueno, eso lo tengo superado.
Y como por lo general, nada en esta vida me sale como quiero, terminé acostumbrándome a adaptarme.
No me malinterpreten, no me considero una persona conformista, todo lo contario. Lucho por lo que quiero y hago hasta lo imposible por conseguirlo, ¿pero qué caso tiene luchar contra las cosas en las que tu opinión no vale?
Ninguno.
Es por eso, que a pesar de que no me hace ni puñetera gracia la decisión que tomaron los directores de las mejores universidades del país respecto a nosotros, intento mantener la calma.
Sin embargo, Kyle, uno de mis dos mejores amigos, no lo lleva tan bien.
Kyle, Zion y yo somos patinadores sobre ruedas, me atrevería a decir que de los mejores del país. Hemos participado en innumerables competiciones, de hecho, hace unos días vencimos a los representantes de una universidad estadounidense, quienes, hasta ese momento, eran considerados insuperables. Y dentro de unos meses participaremos en la Fly High 2020, una de las competencias más importantes en el patinaje artístico por lo innovadora que es.
Esa es la razón por la que hoy estamos en la Universalidad Milton Black preparando nuestro traslado pues resulta que para esta competencia vamos a implementar una modalidad diferente o qué se yo. El caso es que tendremos que enseñar a tres tías presumidas... ¿Por qué sé que son presumidas si no las conozco? Sencillo, tengo entendido que son las mejores patinadoras sobre hielo y supongo que se lo tienen creído. Nosotros somos los mejores y nos consideramos Dioses, así que, ¿por qué ellas no?
Ya me desvié; tendremos que enseñarles a patinar sobre ruedas y ellas deberán enseñarnos a nosotros a hacerlo sobre el hielo. La mejor parte: tenemos solo cuatro meses para hacerlo. Noten el sarcasmo en mi voz, por favor.
Kyle, está enojado como pocas veces lo he visto, aunque sé que no solo se debe a esta absurda idea, sino también a que cuando su padre se entere... digamos que no será muy agradable.
Por otra parte, Zion se la rifa. A este le da lo mismo Juana que la hermana, mientras hayan mujeres no importa donde tenga que ir. Y por lo que veo, mujeres guapas es lo que sobra aquí. Debe sentirse en su ambiente.
Las chicas nos miran como si fuéramos de otro mundo, lo que me da gracia. Es verdad que estamos físicamente bien dotados, pero no es necesario hacer un escándalo de ello.
Kyle es un trigueño de pelo revoltoso con los ojos azules más increíbles que he visto, lo que junto a su cuerpo bien esculpido, su sonrisa calienta bragas, como he escuchado por ahí y su carisma, lo hacen un tío muy codiciado.
Zion, por su parte, es el más grande de los tres y el más fuerte. Su constitución física puede parecer intimidante, pero nada más lejos de la realidad. Es un chico súper majo, divertido, que anda por la vida con una sonrisa en el rostro sin importar lo mal que lo lleve. Su pelo rubio, ojos negros y buen humor lo convierten en el preferido de muchas.
Yo, mido metro ochenta, de pelo negro, ojos cafés, labios carnosos y un cuerpo de gimnasio digno del deporte que practico. No me considero un creído, pero sé que no estoy nada mal y eso lo demuestra el montón de chicas que tengo siempre a mi alrededor.
SALA DE ESTUDIOS
Dice el letrero frente a mí.
Hace unos minutos que salimos de la oficina del director. Teníamos pensado ir a la residencia a desempacar, pero nos vimos forzados a hacer una parada antes.
Un chico con el rostro desfigurado, señal de la paliza que le habían dado, nos pidió que le avisáramos a su novia de que estaba en la dirección y por alguna extraña razón, Kyle le dijo que sí.
—¿Qué haces? —pregunta Zion al ver que nuestro amigo tiene su mano en el picaporte de la puerta, pero no la abre.
—Nada —responde.
Todo sucede en cuestión de segundos. Kyle abre la puerta, da un paso adelante y como acto reflejo me hecho hacia atrás al ver cómo algo cae golpeando su cabeza.
—¡Demonios! —maldice mi amigo. Un hilo de sangre comienza a resbalar por su frente. Miro al piso; un reloj de metal en forma de sol yace con el cristal roto y las pilas dispersas por el suelo.
—¡Dios mío! —Se escucha una voz femenina.
—¿Estás bien, tío? —le pregunto a mi amigo, pero su mirada está fija al frente así que, curioso, miro en su dirección.
Tres tías, cada cual más hermosa, adornan el lugar.