Sonrío al bloquear el teléfono.
Cuando entré a Badoo no pensé encontrar a alguien que realmente llamara mi atención.
La foto de perfil de Gail, un nombre bastante raro por cierto, tenía tan mala calidad como la mía, pero dejaba ver un buen cuerpo. No soy tan superficial, el cuerpo no es lo único que me interesa en una mujer, pero tampoco soy idiota y sé apreciar lo bueno de la vida, así que le mandé un mensaje.
Las dos veces que he chateado con ella me he divertido muchísimo. Es una chica bastante ocurrente y se nota que es inteligente. Me gusta. Desde el principio se ha mostrado tímida, por eso me sorprendí cuando me hizo la pregunta del cuarto rojo del dolor.
No lo voy a negar, me he excitado un poco con esa pequeña conversación, pero en el fondo, sabía que algo andaba mal.
Aun así, aunque sea tímida, me gusta. Y ahora qué sé que estudia en Milton Black, estoy seguro de que cada vez que vea una pequeña pelirroja, me preguntaré si es ella.
La imagen de la chica hermosa de esta mañana, esa que parece un ángel, se cuela en mi mente. Ella también tiene el pelo rojo fuego. Que bien sería que fueran la misma persona.
Aunque conociendo la suerte que tengo, eso nunca sería posible.
Guardando el móvil en mi bolsillo regreso a la fiesta y me sorprendo al ver cómo todos los estudiantes guardan, en un pomo de agua vacío, un papel para luego llenarlo de arena y encerrarlo en un baúl.
Me acerco a Hugo, un chico bastante delgado que me ha caído muy bien y le pregunto qué están haciendo. Me entero de que es una tradición ante los exámenes. En el papel, pones el nombre de la asignatura que más complicada te resulta junto al nombre del profesor, lo llenas de arena y lo encierras en el baúl. Luego, cuando haces el examen de esa asignatura, regresas por el recipiente, el que debes marcar antes con tu nombre, y quemas el papel.
Me pregunto si no se confunden entre tantos pomos, aunque supongo que la existencia de tantos baúles, lo hace más sencillo.
Cuando el alboroto de la tradición termina, encuentro a Addyson y a la pelinegra jugando al beer pong. Un poco más apartada está la chica de ojos hermosos y no pierdo ni un segundo para deleitarme ante tal belleza.
Al finalizar el juego, cuando la rubia está dando el discurso ganador, lanza la cerveza hacia atrás y, mi amigo, que está en esa dirección, la recibe en la cara.
Honestamente, no sé qué le pasa hoy a Kyle que la mala suerte con esa chica no termina
Pero la mejor parte de todo el espectáculo es cuando el ángel de ojos azules me mira y me dedica la sonrisa más hermosa del mundo. Esa que hace cosas raras en mi estómago y acelera mi corazón. Esa, que si tuviese la oportunidad, admiraría el resto de mi vida.
Oh, stop. ¿El resto de tu vida? Creo que vas muy rápido. ¿Cuántas cervezas te has tomado?
Es cerca de la una de la mañana cuando decidimos ir a la fogata para cerrar la fiesta con broche de oro.
Al llegar, la pelirroja y sus amigas están conversando tranquilamente. Sus ojos se cruzan con los míos y sonríe ampliamente; si cada vez que haga eso, mi estómago va a estallar en mariposas, tengo un serio problema.
El tiempo pasa y con él, las personas se van marchando. Quedamos solo quince estudiantes en la fogata y dos o tres alrededor. La noche está increíble y la verdad es que no quiero que acabe.
Son casi las tres de la mañana cuando la pelirroja, luego de decirle algo a sus amigas, abandona el grupo.
¿A dónde va?
La sigo con la mirada mientras se aleja. Acomoda la manta azul claro que lleva sobre los hombros y saca su cabello por fuera. Está haciendo un poco de frío.
—Maldita sea —murmuro cuando la veo desaparecer detrás de unas rocas, un poco lejos de aquí.
Asegurándome de que nadie haya escuchado mi inoportuna maldición, me levanto de mi asiento.
—¿A dónde vas? —pregunta Zion a mi lado.
—Necesito caminar un poco.
—Voy contigo.
—¡No! —grito asustado. Levanta las cejas como solo él puede y sin poder evitarlo miro hacia donde el ángel se perdió. Zion sigue mi mirada.
—Ah, ya entiendo. Lo siento.
Rezando como idiota, con la esperanza de no haberla perdido, salgo en su búsqueda.
La verdad, no sé exactamente lo que estoy haciendo pues por algún extraño motivo cuando estoy cerca de ella, me paralizo. Ejemplo de ello es esta mañana en la sala de estudio y hace un rato, después del juego del beer pong, mientras nuestros amigos estaban enfrascados en su discusión particular, intenté acercarme para entablar una conversación con ella, pero mis pies no se quisieron mover de lugar.
Con mi corazón comenzado a acelerar su marcha, me pierdo tras el monte rocoso y agudizo la vista pues, a diferencia del lado de la playa donde está la fiesta, aquí está muy oscuro.
Camino por un rato y cuando siento mis esperanzas mermar, pues todo parece indicar que ya no está por aquí, diviso a lo lejos una pequeña luz.
Emocionado y con una sonrisa tonta en el rostro avanzo a paso rápido. Bajo el cobijo de una especie de cueva, una hermosa pelirroja está sentada sobre una manta, varios cojines alrededor y a ambos lados, una antorcha.