2. Siempre contigo

Cap 10 Maikol

🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹🌹Capítulo dedicado a Betania Talavera

Gracias por tus comentarios, preciosa.

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Estoy nervioso, muy nervioso; y eso es algo que no entiendo pues he estado encerrado en un auto con muchísimas mujeres hermosas y nunca había tenido el corazón desbocado y las manos sudando. En serio, no sé lo que me pasa con ella, pero sin dudas quiero averiguarlo.

Llevamos alrededor de media hora encerrados en mi auto, un Moskvitch rojo que he comprado a base de mucho esfuerzo y sacrificio, pero no hemos hablado nada. Sé que el mérito de que ella esté aquí conmigo es de Addyson y Ariadna pues estoy seguro de que pensaba mandarme al infierno sí o sí. Yo lo hubiese hecho.

Es que soy idiota a pesar de todo. Tantas palabras bonitas, palabras que tengo que destacar, eran totalmente sinceras, pero quedaron eclipsadas por no tener la suficiente fuerza de voluntad y haber frenado nuestro encuentro anterior. Me dejé llevar por sus besos y caricias, por lo mucho que la deseaba y, ¿qué pasó? Que casi la pierdo completamente. He estado las últimas treinta y ocho horas reprendiéndome mentalmente por ser un capullo.

Gracias a Dios, he conseguido tener una cita con ella, pero la vida está empeñada en ponerme las cosas difíciles; es por eso, que, a pesar de que quería llevarla a una bolera muy famosa en Korok, pues hace unos días durante un entrenamiento mencionó que le gustaría aprender a jugar bolos, pero que nunca ha tenido la oportunidad, mis planes se han visto frustrados cuando Norma, una de las trabajadoras sociales de la Casa Mihor, el orfanato donde crecí, me ha llamado diciendo que Sabrina, una de las más pequeña de la casa, está enferma desde ayer y no ha parado de llamarme.

Al principio no querían contactarme porque saben que estoy ocupado, más ahora que me trasladé a Korok, pero la insistencia de la pequeña terminó por agotarlas. Les he dicho en innumerables ocasiones que no duden en llamarme cuando necesiten algo, pero son bastante obstinadas.

Volviendo a la cita.

Lo tenía todo planeado, no tengo ni puñetera idea de cómo se juega a los bolos, pero esa era la mejor parte, aprender entre los dos, creo que eso nos podría acercar un poco más. Luego quería llevarla a cenar, hay un restaurante cerca de la bolera muy agradable, la comida es deliciosa y la atención espectacular. Estoy seguro que no es la clase de lugar al que ella está acostumbrada y sin duda es mucho menos de lo que merece, pero mi presupuesto no me da para mucho más.

También había buscado en Google consejos para una cita perfecta. Y lo más importante, me había prometido no besarla. Cuando volviéramos a la residencia, iba a hacer de tripas corazón y me marcharía conforme con un casto beso en la mejilla, pues hasta que no esté seguro de lo que ella quiere, no pienso volver a tocarla. Voy a luchar por ella, con uñas y dientes.

Pensé en aplazar la cita, pero con lo complicado que me resultó conseguir esta, más el hecho de que no estaba seguro si todavía se mantenía en pie, aplazarla me iba a mandar a la friendzone por toda la eternidad.

Así que aquí estamos; de camino al lugar donde nací y rezando para que las cosas salgan bien. Intento verle el lado positivo al cambio de planes, definitivamente ella me va a conocer porque estoy seguro que Norma y Kenia, esa mujer dulce que me ha ayudado a lo largo de mi vida, le dirán todo sobre mí. Nunca he llevado a una chica y ellas ejercen el papel de madres.

—¿A dónde vamos? —pregunta sacándome de mis pensamientos.

—Hubo un pequeño cambio de planes. —La observo por un segundo antes de volver mi vista a la carretera. Sus cejas arqueadas me recuerdan que no sabe cuáles eran los planes en primer lugar—. No te diré lo que tenía planeado porque pienso dejarlo para la segunda cita…

—Tú sí que tienes esperanzas.

—La esperanza es lo último que se pierde, Aby.

—Pues mis esperanzas de encontrar un buen hombre eran verdes y un chivo se las comió así que… —Se encoje de hombros y yo intento no reírme ante esa frase. ¿De dónde rayos la sacó?

—Yo haré que vuelvas a creer en los hombres, o mejor no, haré que creas en mí y solo en mí.

Una pequeña sonrisa se asoma en su rostro y mi corazón salta de alegría.

—Pero respondiendo a tu pregunta inicial, me ha surgido un problema. No sé si sabes que soy huérfano… —Sus ojos se abren como platos al mismo tiempo que niega con la cabeza. Vuelvo mi vista a la carretera—. Hay una pequeña, Sabrina, que está enferma y desde que tiene uso de razón he sido su chico de chocolate…

—¿Chico de chocolate? —me interrumpe intentando aguantar la risa.

—No te rías, ¿vale? —le digo, pero ni yo mismo puedo evitar la sonrisa al recordar esos hermosos ojos negros llenos de amor, cuando me lo dijo por primera vez—. Ella ama el chocolate, según ella es lo máximo y yo le gusto tanto como el chocolate, así que soy su chico de chocolate.

—Parece que la quieres mucho —comenta sonriente y yo suspiro profundo. Esa enana es la niña de mis ojos, tanto que si cuando me gradúe y consiga trabajo, no la han adoptado, lo haré yo. Le daré la vida que se merece.

—Es lo más importante para mí —respondo después de unos segundos y no puedo evitar la emoción en mi voz.

—¿Qué edad tiene?



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En el texto hay: juvenil, amor, amistad

Editado: 27.10.2024

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