🌹Capítulo dedicado a Alanis🌹
Feliz. Una palabra corta con un enorme significado y aun así no es suficiente para describir cómo me siento actualmente. Por fin, después de tanto tiempo de lucha constante, esfuerzo y perseverancia, he logrado conquistar el corazón de mi ángel que se escondía tras muros y muros construidos con miedo y dolor.
Tengo novia y es Abigail Thomson. La mujer más hermosa que mis ojos han tenido el placer de conocer.
El agua caliente cae sobre mi cuerpo eliminando todo rastro de jabón mientras el vapor empaña los cristales y los recuerdos de las últimas veintidós horas invaden mi mente.
Luego de la cena, volvimos a nuestra habitación de la mano y con los nervios a flor de piel. Al principio fue un poco raro, no tenía ni idea de qué decir. Éramos novios y mi mente estaba en blanco, lo que me ponía más nervioso todavía.
Cuando salí del baño, ella estaba en la cama, envuelta en la colcha y con su celular en la mano. Sin saber qué debía hacer me acerqué y me tiré a su lado observando el techo como si fuera lo más divertido del mundo.
Me reprendí mentalmente por ser tan pendejo. Si Zion me hubiese visto en esa situación me habría molido a golpes. Yo, un tío seguro de mí mismo y acostumbrado a estar rodeado de tías hermosas, estaba nervioso ante una mujer; pero debo aclarar que no era cualquier mujer, era la que aceleraba mi corazón como ninguna. No obstante, me obligué a tragarme mis miedos, le arrebaté el celular de la mano y me acomodé sobre ella. Con cuidado de no tocar su cuerpo más de lo necesario, apoyé mis manos alrededor de su rostro y dije lo primero que se me ocurrió:
—¿Qué tipo música te gusta?
—Escucho de todo, aunque uno de mis cantantes preferidos es Melendi.
Agradecido de que hubiese wifi en el hotel, cogí mi teléfono, puse su último disco y con la canción: “La chica perfecta”, devoré sus labios con pasión. Y me enorgullece decir que cuando supe que estaba llegando a mis límites, tuve la fortaleza de ponerle fin a nuestro encuentro. Hice de tripas corazón y le di las buenas noches pues me prometí que esta vez, haría las cosas bien.
El desayuno romántico fue, bueno, la palabra lo dice todo, romántico y me di cuenta de que cada momento desde que la conocí, había valido la pena si la recompensa era ver esa hermosa sonrisa brillar y saber que fui yo quien la puso ahí.
Tal y como Zion lo planeó, a las diez de la mañana estábamos listos en lo alto de una montaña para nuestra sección de Canopy, pero el rubio no contó con que a mi novia… ¿han visto lo bien que suena esa palabra? Bueno, resulta que no contó con que Aby le teme a las alturas.
La pelirroja se negó desde el momento en que supo qué era el Canopy, intenté convencerla pero no hubo forma, hasta que se me alumbró un bombillo y llamé a sus amigas. Luego de siete minutos de bronca telefónica, Abigail tiró la toalla y aceptó.
—Pero ni loca me tiro sola. Si voy a morir, tú te vienes conmigo —alegó resignada.
Ayudé a que se pusiera el casco pues sus manos temblaban sin parar, nos pusimos los guantes y permitimos que nos colocaran los arneses. Cuando estuvo todo preparado nos lanzamos al aire deslizándonos mediante un cable cuyos extremos estaban atados a ambos lados del lago. La vista era maravillosa y por un momento tuve la sensación de que colisionaríamos contra el agua.
Abigail gritaba sin parar mientras se sujetaba a mí con todas sus fuerzas. Yo grité de la euforia, era la tercera vez que hacía eso y me encantaba. Cuando llegamos al otro lado, Abigail continuaba gritando pues al tener su rostro enterrado en mi pecho no se había percatado de que estábamos en tierra firme.
—Eso es una trampa mortal. Nunca, jamás de los jamases, vuelvo a hacer eso —comentó cuando fuimos liberados del arnés. Sin embargo, casi una hora después, admitió que no fue tan malo, pero que no obstante, era una experiencia que no tenía intenciones de volver a repetir.
El día transcurrió entre risas y besos hasta que cerca de las cuatro de la tarde, desembarcamos en lo que ellos llaman la Cueva de Cupido. Una piscina natural dentro de una cueva, rodeada velas, inciensos y una enorme cascada que se desbordaba desde la unión de varias rocas. Según lo que la chica que nos recibió nos contó, estábamos bajo el lago Zans.
Está demás decir que ese lugar fue testigos de nuestros besos y caricias y a pesar de que me propuse esperar un poco más antes de dar otro paso en nuestra relación, nos fue imposible no sucumbir al deseo. Pero esta vez me aseguré de que ella quería que pasara y de que luego no se iba a arrepentir.
Y no se arrepintió, aun no lo hace pues luego de la Cueva, el jacuzzi de nuestra habitación fue testigo también de uno de los momentos más bonitos que he vivido con una mujer.
Para la cena teníamos reservada una mesa en un restaurante mexicano, pero hace un rato estuvimos de acuerdo en que había sido un día largo y que lo mejor era pedir comida a la habitación y eso hicimos. La verdad es que me preocupé un poco pues se veía bastante agotada. Y es por eso que ahora estamos en la habitación, yo en el baño y ella hablando por teléfono con Addyson, o al menos eso hacía hace diez minutos.
Salgo del baño secándome el pelo con una toalla y me encuentro a mi chica acomodando la cena en la mesa frente al sofá.