HOLA... FELICES REYES.
🌹🌹🌹Capítulo dedicado a
Gabriela Torres🌹🌹🌹
“El móvil que usted llama está apagado o fuera del área de cobertura”. Cuelgo y vuelvo a marcar. “El móvil que usted llama está apagado o fuera del área de cobertura".
¡Maldita sea! ¿Por qué no contesta? Paso mis manos por el pelo y lo revuelvo intentando calmar el creciente nudo en mi estómago. Abigail salió bien temprano en la mañana a sabrá Dios dónde y son las cuatro y media de la tarde y aún no ha vuelto.
Estoy preocupado pues para colmo su teléfono está apagado. Es la primera vez desde que la conozco que desaparece de esta forma. No es normal. Incluso sus amigas no saben dónde está. Y no lo sé, táchenme de exagerado o yo qué sé, pero tengo esta extraña sensación de que algo no está bien. Lleva unos días sintiéndose mal, piensa que no me doy cuenta o que me trago su excusa de: “solo estoy cansada”. Pero sé que es algo más.
Si no fuera porque Ariadna no parece notar nada fuera de lo normal, ya me estaría subiendo por las paredes.
—¿Y a este qué coño le pasa? —pregunta Zion de repente y yo levanto mi cabeza.
El rubio está apoyado en la puerta de la cocina, bebiendo un jugo mientras observa con gesto confundido a Kyle, quien le sonríe como un tonto a su móvil desde el sofá. Me encojo de hombros cuando Zion me mira interrogante. No tengo ni puta idea.
—¿Chateo caliente con Addy? —Lanzo una piedra, pero mi amigo chasquea la lengua y niega con la cabeza.
—No la tiene dura. —Sin poderlo evitar, mis ojos buscan su pantalón y efectivamente, no se nota nada. Sacudo mi cabeza.
—Pues ni idea. —Vuelvo a centrar la vista en mi teléfono y marco nuevamente con la esperanza de que conteste. Me desinflo al recibir la misma respuesta.
—Tierra llamando a Kyle. ¿Qué carajos haces, tío? —pregunta Zion captando nuevamente mi atención. Ahora está sentado junto a él en el sofá.
—Facebook —responde mi amigo sin inmutarse, pero el rubio no desiste.
—¿Y desde cuando el Facebook te resulta tan divertido?
—¿No lo han revisado últimamente? —pregunta y yo niego con la cabeza. Entre todo el caos que se ha formado desde la competencia y las reparaciones de la Casa Mihor, no he tenido tiempo para nada más—. Cuando tenga un hijo, si es niño le pondré Kyson y si es niña, Addle.
—¿De dónde coño has sacado esos nombres tan horrorosos? —pregunta Zion con una mueca en el rostro y yo estoy de acuerdo. Son horribles.
—Así nos están shippeando a Addy y a mí. Me gustan.
—Estás loco —comenta Zion.
—Y yo estoy de acuerdo. —Pero lejos de molestarse, nuestro amigo nos mira sonriendo y bloquea su teléfono.
—Le voy a pedir matrimonio.
Espera, ¿qué?
Zion se atraganta con su saliva y empieza a toser. Golpea su pecho con un puño, pero el ataque no remite. Su rostro se torna rojizo y mientras Kyle golpea su espalda, yo corro hasta la cocina y busco un vaso de agua.
Como puede, se la bebe a sorbos pequeños y unos minutos después, su ataque ha desaparecido y respira con normalidad.
—¿Eres tonto? ¿Cómo se te ocurre decir algo como eso como si se tratara de los planes para la cena? —Kyle rueda los ojos y yo lo imito. Me siento frente a ellos en el piso.
—¿Estás seguro? —pregunto.
—Completamente. Y quiero que ustedes me ayuden a planearlo.
—Pues cuenta conmigo. —Sonrío genuinamente. Nunca pensé que vería el día en que Kyle asentara cabeza y mucho menos que lo hiciera antes que yo, pero me alegro muchísimo por él. Se lo merece. Ambos se lo merecen.
Zion niega compulsivamente con la cabeza.
—Estás loco. Loco de remate. Estoy rodeado de locos.
—Zion, no dramatices, te estás contagiando con Ariadna. —El rubio sigue negando.
—No sé para qué exageras si ya estás comprometido y solo falta poner la fecha. Lo que no debe demorar, tu padre les dio espacio hasta la competencia. Hace casi un mes de eso —le recuerdo.
—No es lo mismo…
—¿Qué no es lo mismo? —le interrumpe Ariadna desde la escalera. Lleva a la pequeña Emma en brazos con un muñequito de goma en la boca.
—Las peras y las manzanas —responde Zion y ella lo mira confundida. Estos dos son un caso.
—Eres raro, musculitos.
Sonrío ante el mote que Ariadna le puso luego de sorprenderlo admirando sus músculos hace unos días. Fue todo un acontecimiento.
Ignorando la discusión que se forma entre ellos, algo común desde que Ari se vino a vivir con nosotros, concentro mi atención en mi móvil. Marco a mi chica, pero sigue dando apagado.
¿Dónde te metiste, preciosa?
Y como si Dios se apiadara de mí, la puerta se abre mostrando a mi chica. Mi corazón late aliviado al saberla a salvo, pero parece querer salirse cuando veo su rostro. Suelto el celular en el piso y corro hacia ella envolviéndola en un abrazo de oso. Un abrazo que contiene todas mis preocupaciones.