🌹Capítulo dedicado
a
Gabriela Torres🌹
Si contarle a mis amigos fue difícil, decírselo a mis padres fue mucho peor. Cuando llegamos a Nordella fuimos directo a la oficia de mamá y tal y como se los pedí, papá ya estaba esperándome.
Nos saludaron felices de vernos, por suerte mis padres y Maikol se llevaron bien desde el inicio. Nos brindaron café y conversamos un rato sobre la escuela, las repercusiones de la competencia y de cómo los chicos habían decidido quedarse en Milton Black en vez de volver a Jack Alvar como al inicio pensaban.
Llevábamos casi una hora conversando cuando mi madre se atrevió a preguntar. La verdad, me sorprendí de que tardara tanto, mis ojos rojos e hinchados, rictus triste y mi silencio, eran un enorme letrero de neón que decía que estaba pasando algo.
Yo no me atreví a decir absolutamente nada, no podía, no sabía cómo… así que me limité a enseñarles los resultados del Frotis. No se los esperaban y a pesar de que mi padre se mantuvo fuerte, el dolor que reflejaban sus ojos me llegó alto y claro. Mi mamá no pudo evitar llorar, aunque gracias a Dios, se recompuso bastante rápido, sino, todavía estuviésemos llorando.
Son las diez de la mañana y tal y como le prometí a Javier estoy en el hospital y por mucho que lo intenté, no pude dejar en casa al batallón de guerra que me acompaña: mis padres, mis dos hermanos, Addy, Ari, Maikol, Kyle y Zion. Todos tienen cara de querer sacar la enfermedad a patadas de mi cuerpo.
Por lo general las personas se quejan de la ineficiencia de los doctores, pero yo no, resulta que tengo el mejor oncólogo del país y en estos momentos lo odio pues acaba de avisarme de que ya todo está listo para el procedimiento de toma de muestra de médula ósea.
Si cuando salí de casa estaba nerviosa, ahora estoy aterrorizada. Digamos que ya sé lo que se siente someterse a ese procedimiento y no me gusta para nada.
A diferencia de la primera vez que me ingresaron en una sala común hasta que mis padres llegaron e hicieron hasta lo imposible para que me cambiaran a una más cómoda, esta vez el doctor Javier ya tiene preparada una habitación especial para mí. Alejada del resto, grande y muy limpia; el lugar perfecto para ser testigo de los días más oscuros de mi vida.
—Aby —llama mi hermana mayor, Dani, y yo levanto la cabeza.
Estamos en la consulta del doctor. Estoy sentada justo donde hace dos días me tomé aquel té para calmarme luego de haber recibido una noticia que para mí, es peor que la mismísima muerte.
Mi hermana está a mi lado en el sofá mientras el doctor habla con mis padres y con Lucas, mi otro hermano. Los chicos tuvieron que quedarse afuera esperando, algo que estoy segura no le hizo mucha gracia a Ariadna y no tardará en hacérselo saber al doctor
Gracias a Dios, Javier le cogió mucho aprecio a esas dos mientras estuve internada la última vez, sino, sin dudas, les habrían vetado el acceso al hospital.
—Todo va a estar bien, cielo —me anima mientras sujeta mis manos que, no había notado, retorcía sin parar.
—Lo sé. —Sonrío, pero estoy segura de que parece más una mueca.
Luego de completar los papeles para mi ingreso, llega la hora de ir a mi habitación donde me estarán esperando dos hematólogas encargadas de hacer el procedimiento de toma de muestra de médula ósea.
A pesar de que todos discuten la idea de ser quien me acompañará a la sala, por algún motivo gana Maikol, no sé cómo se las ingenia para convencer a mi madre pues estoy demasiado agotada como para prestar atención.
Mis padres se arrodillan ante mí en el sofá, me besan, me abrazan y me infunden ánimos, pero sus ojos muestran que tienen tanto miedo como yo. Mis hermanos hacen lo mismo y cada uno besa mi frente.
Zion y Kyle me envuelven en un abrazo y prometen que todo estará bien. La verdad, no sé de dónde sacan tanta seguridad.
Cuando llega el turno de mis amigas, tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no romper en un llanto torrencial. Ellas sufrieron junto a mí cada segundo, fueron testigos de mi dolor, mis miedos, mis frustraciones y se mantuvieron fuerte en todo momento para ser los pilares que yo necesitaba cada vez que me derrumbaba.
—Escucha bien lo que te voy a decir. —Comienza Ariadna y por el pestañeo constante de sus ojos, sé que está haciendo todo lo posible por permanecer fuerte—. Ya pasaste por esto una vez, fue una reverenda mierda, pero saliste victoriosa. Eres la persona más fuerte que conozco, recuérdalo ahí dentro, ¿ok? —Asiento con la cabeza porque sé que si hablo me romperé en mil pedazos.
—Creo que nunca he estado tan de acuerdo con ella —anuncia Addy con una sonrisa en el rostro capaz de calmar al león más fiero. Ella siempre ha causado ese efecto en mí. Cuando sonríe así tengo la sensación de que todo estará bien.
Aplaudo mentalmente mi esfuerzo al enfrentar a todos los que me aman y mantenerme fuerte, pero cuando mis ojos vislumbran la radiante sonrisa de mi novio, esa que marca los hoyuelos que tanto me gustan, las lágrimas me inundan sin remedio. Bajo la cabeza mientras las seco y siento un jadeo cercano, pero no me atrevo a descubrir a quién pertenece.