🌹Capítulo dedicado
a
Maricela Vilchis🌹
Cuando me transfieren a la otra habitación, luego de retirar el respirador, siento que vuelvo a ser persona, o al menos un poquito pues mi cuerpo aún no ha recobrado toda su fuerza. Me siento agotada, pero al mismo tiempo contenta porque todo parece indicar que voy mejorando.
Por fin tenemos un poco de esperanza y a pesar de que he vivido lo mismo que mi familia solo que desde una perspectiva distinta, sé que ellos lo pasaron peor. Yo estaba inconsciente, no sabía nada de lo que sucedía conmigo mientras ellos eran testigos de cuatro paros cardiorrespiratorios y de cómo la vida se me escapaba de las manos. Mi madre me lo contó y no puedo ni imaginar lo difícil que tuvo que ser para ellos verme en ese estado, pues si bien ya pasamos una vez por esto, en esta ocasión la enfermedad está batallando fuerte para ganarme y apesta saber lo cerca que ha estado de conseguirlo.
Pero no me quiero deprimir, sigo viva y eso es lo fundamental. Han pasado tres días desde que salí de terapia y según tengo entendido, durante el tiempo que estuve en coma, se me suministraron cuatro ampollas de daunorrubicina, el medicamento para combatir la leucemia que reinició mi médula hasta que empezó a trabajar bien, lento, pero bien.
Esa es la mejor noticia que me han dado, y a pesar de que no significa que ya no corro peligro, es un paso de avance.
Ariadna se marchó hace unas horas, esa loca me cuidó durante la noche y aunque debo decir que no tenía muchas fuerzas para hacer nada, incluso reírme me costaba bastante, ella se encargó de que el tiempo que estuviese despierta, lo viviese. Me hizo reír con su dramatismo, ruborizarme por sus insinuaciones y me puso nerviosa con la sola mención de ciertos planes de boda que yo ya había olvidado.
A pesar de que solo puede haber un acompañante, Addy estuvo presente por video llamada y juntas pasamos un rato increíble. Incluso elegí el anillo que quería y justo ahora deben estar comprándolo.
La primera vez que hablamos de pedirle matrimonio a Maikol casi les dije que sí para que me dejaran en paz, no voy a negar que por dentro me moría de ganas de hacerlo, pero nunca perdí el miedo. Sin embargo, ahora, luego de diez días al borde del abismo, sin saber lo que sería de mí, me he dado cuenta de algo. La vida es demasiado corta como para desperdiciarla pensando tanto. Hoy estás aquí, pero mañana tal vez sea muy tarde.
Es por eso que le voy a pedir matrimonio, sí, eso es lo que quiero para mí y por lo tanto lo haré, pero antes debo contarle lo que sucedió con Víctor, quiero que cuando decida pedirle que se case conmigo, sepa todo lo que debe saber de mí.
—¿Maik? —lo llamo.
Mi chico, que está sentado en el sofá con toda su atención en el tablet mientras estudia para el examen que tiene dentro de unos días, levanta la cabeza con una dulce mirada adornando su rostro.
—¿Hace rato que estás despierta? —pregunta mientras camina hacia mí.
—No —contesto aunque en realidad sí llevo un rato despierta, pero se veía tan concentrado que no quise molestarle—. ¿Crees que podamos hablar un minuto? —pregunto mientras mi corazón comienza a latir con fuerza.
—Soy todo oído.
Nerviosa, observo mis manos, aun no me creo que sean las mías. Están llenas de morados, los brazos están negros y no hay un centímetro donde me toque y no me duela. Es abrumador cerrar los ojos un día viéndote normal y que cuando los vuelvas a abrir, estés tan cambiada que ya no parezcas tú.
<<Te estás desviando, Abigail>> protesta mi subconsciente.
De acuerdo, de acuerdo. Volviendo mi mirada a mi chico me doy cuenta de cómo detalla cada uno de mis gestos, preocupado.
—¿Recuerdas cuando me preguntaste qué me había hecho mi ex? —Sus hombros se tensan haciendo que mi corazón se acelere aún más. Esto no le va a gustar.
Respiro profundo par de veces y reúno el valor para hablar.
—Bueno, él... yo... —Sin saber cómo decirlo me paso la lengua por mis labios que se han secado de repente—. Lo que intento decir es… es... —Una mano cálida se cierne sobre las mías calmando su temblor y me obligo a abrir los ojos que sin darme cuenta he cerrado.
—No es necesario que lo digas —comenta.
—No, sí es necesario, lo tengo...
—Aby —me interrumpe—. No te preocupes por él, olvídalo, ahora estamos tú y yo, juntos. Y no voy a permitir que nada malo te suceda.
—Lo sé, Maik, pero necesito que lo sepas, por mucho que me cueste decirlo...
—Ya lo sé, Aby —¿Qué? Mi corazón se salta dos latidos ante su declaración. ¿Cómo? —. Y saber que tenías la intención de decírmelo tú, es suficiente para mí. Ahora quiero que saques ese recuerdo doloroso de tu mente y que seas feliz.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque estuvo aquí. Quería verte.
¿Qué, qué? Siento cómo mis ojos se abren desmesuradamente. ¿Cómo es que no me habían dicho eso? No, más importante, ¿para qué carajos vino a verme?
—Tranquila, Ari y Addy se encargaron de ponerlo en su lugar. Ese chico no se volverá a acercar a ti, esta vez le quedó claro.