Hola, aquí estoy después de un largo tiempo.
No me gusta mucho hablar sobre mis problemas personales, pero siento que les debo una disculpa por todo el tiempo ausente, pero tenía una buena razón.
El 14 de febrero, en el centro de trabajo de mis padres salió un caso positivo de Covid 19, mi papá era contacto directo y mi mamá, al igual que otras ochocientas personas más, también estuvo en peligro. Por otro lado, mi hermano, que está en el servicio militar también fue contacto de un caso confirmado y desde entonces mi día a día ha sido una locura.
Hoy, mi padre y me madre no tienen coronavirus gracias a Dios y mi hermano, luego de 5 PCR, todos negativos sigue aislado porque siguen saliendo casos cerca de él, pero tenemos la esperanza de que estará bien...
Dicho esto, les dejo el capítulo de hoy:
FINAL
(parte I)
Maikol:
Dos años y 3 meses han pasado de aquella fatídica noche en que llegué a urgencias con Aby agonizando a mi lado, luchando por sobrevivir y aun no logro olvidar sus gritos desesperados y esa opresión en el pecho por no saber lo que iba a pasar.
Cinco minutos fue todo lo que duró esa pesadilla. De alguna forma me las arreglé para hacer un recorrido de 30 minutos de la casa al hospital en solo dos y luego tres más de agonía mientras ella suplicaba que la dejaran morir porque ya no podía más. Yo sentí que habían pasado mil años, apenas fue una fracción de tiempo en el que tardaron en suministrarle anfotericina-B y otros antibióticos cuyos nombres no recuerdo.
Aspergilosis bipulmonar, dijo Javier. Y al suministrarle la medicación hizo una tubulopatía de riñón por la que perdía los ácidos base como el calcio y el magnesio.
Si sus gritos se sentían como puñaladas en mi pecho, cuando el silencio se hizo, cuando ya no escuchaba nada detrás de esa puerta y el único sonido era el de las personas al caminar de un lado a otro y conversaciones en voz baja, sentí que iba a morir. En serio, las palabras no me alcanzan para describir ese momento de incertidumbre donde no sabía si el amor de mi vida aún seguía en este mundo. Y sentí cómo el alma se me caía a los pies y regresaba a su lugar cuando Javier me dijo que ya había pasado, que estaba fuera de peligro.
—¿En qué piensas que estás tan concentrado? —pregunta la chica a mi lado y yo la miro.
Observo sus rasgos detenidamente. Sus labios regordetes que me hacen el hombre más feliz cuando se funden con los míos, un pelo rojo fuego brillante por debajo de los hombros, mejillas sonrojadas y los ojos azules más hermosos que he visto, llenos de vida. Otra vez vuelve a ser la misma chica que conocí en la sala de estudios de la universidad.
Bueno, no la misma, pues estos últimos años la han cambiado, es mucho más madura, más sabia; ahora sabe que la vida es una sola y desgraciadamente demasiado corta por lo que hay que vivirla segundo a segundo, con emoción, sin miedo porque a veces se pasa tanto tiempo viviendo en el pasado que no nos damos cuenta de las maravillas que nos trae el presente.
—¿He dicho ya que te amo? —Abigail mira a su alrededor un poco avergonzada.
Nos encontramos en el hospital esperando a Javier y no estamos precisamente solos. La sala de espera está bastante concurrida y mi voz no fue muy moderada que digamos por lo que algunas mujeres nos miran con una sonrisa. No sé de qué se avergüenza, este lugar fue por mucho tiempo algo así como un hogar (por muy raro que suene) y todo el cuerpo médico tiene más que claro que vivo locamente enamorado de ella.
—Cállate —susurra casi grita y yo sonrío para luego robarle un beso.
Yo también he aprendido mucho estos últimos dos años. La vida es corta, demasiado y mientras camine en este mundo haré lo que me plazca en el momento en que me plazca. Sin miedos ni restricciones y resulta que besarla es lo que más me apetece en esta vida por lo que lo demuestro cada vez que tengo oportunidad.
Una enfermera se acerca a nosotros y nos pide que entremos a la consulta de Javier, él ya nos está esperando.
Se preguntarán qué hacemos en el hospital, ¿no?
Antier, Aby se hizo la última (rezo para que sea así) punción en el esternón que nos dirá si por fin le ganamos la pelea a la leucemia y hoy recogeremos los resultados. Estoy positivo, hasta ahora, todas las que se ha hecho han salido bien, pero esta es la que marca un antes y un después en nuestras vidas. Adiós hospitales, adiós leucemia, bienvenido nuestro futuro juntos. Como marido y mujer, como una familia.
Supongo que también se preguntarán si logré convencerla de que se casara conmigo en estos últimos dos años, ¿no?
Pues la respuesta es NO. Abigail Thompson es la mujer más obstinada que conozco en este mundo y eso es algo que amo y odio a partes iguales en ella. Bueno, tal vez lo odio un poco más de lo que lo amo.
Después de ese maldito día en que terminamos en el hospital, su idea de esperar hasta estar totalmente curada, se consolidó aún más pues se negaba a casarse conmigo y que el destino le jugara otra mala pasada, pero que esta vez si lograra llevársela. No quería dejarme viudo y con un hueco en el corazón.