20 A los 58

Capítulo I- La promesa

Promesa es la expresión de la voluntad de hacer algo por alguien o de cumplir con un cierto sacrificio en caso de conseguir algún logro.

Había pasado mucho tiempo, tanto así que no recuerdo mi último beso, ni la última vez que me sentí mujer, ahora estoy aquí sentada en una mecedora viendo llegar a mi nieta que está irreconocible, está más hermosa, más grande, más joven. 

—¡Abuela!—Tira las maletas y corre a mí me levanto para recibirla con mis brazos abiertos.

—Que bella estas, Angélica— Susurro oliendo su pelo de muñeca, disfrutando aquel cálido abrazo que tanto me gusta.

—Igual que tu abuelita— Besa mi frente, con una sonrisa tan bella como la del amanecer. 

Ayudándola con las maletas, encaminándola a su habitación que desde que supe que venía no dude en limpiarla yo misma, después de dejarla acomodándose voy a mi habitación, en busca de aquel recuerdo que todavía me duele.

Salí embarazada a los 18, fue un golpe fuerte para mi vida, no lo esperaba, me cuidaba mucho, en aquellos años, pero no podemos confiar en esos métodos anticonceptivos; en fin, el padre de Ana, mi hija, esa misma noche se había marchado del pueblo y con una carta se despidió, una carta que todavía conservo.

«Mi querida Margaret, si estás leyendo esta carta es porque no tuve el valor de hacerte frente y decirte que me tuve que marchar; estudiaré en la ciudad, me regalaron una beca. Seguro que estás llorando de tristeza, pero créeme amor mío, yo también lo estoy mientras escribo en este papel, lo que tanto miedo me dio decirte de frente.

En este momento siento un nudo en la garganta, pero entiéndeme, mi amor; sé que si te lo decía de frente nunca me dejarías ir, es lo mejor para los dos, quiero darte un futuro como los que sueñas, una casa grande, con un hermoso patio para cosechar esas fresas que tanto te gustan.

Esto es difícil para los dos, pasarán noches que no podre dormir pensando en ti y en que no podre volver a ver esa mirada que tanto me gusta, llena de dulzura.

Cariño, solo te pido que me esperes, volveré por ti, trabajaré día a día para que puedas venir conmigo; te amo Margaret. Perdóname cariño. Volveré pronto, es una promesa.».           —Martín.

Sostuve tanta fe, tanta esperanza; lo esperé cada milisegundo, segundos, minutos, horas, días, semanas, años, décadas. 

Lloraba mientras vi mi panza crecer por meses, luego tuve a mi hija y luego la vida me regalo una nieta que hoy en día tiene veinte años.  

Fui la burla del pueblo, por seguir creyendo que él volvería por mí; cuando mi hija llegó a los cinco años, tuve que salir por más; el dinero que ganaba no me daba para nada, entonces me fui lejos, de aquel pueblito, aceptando que Martín no volvería por mí.

Siempre me dediqué a mi hija y a nuestro hogar, no tuve más tiempo para el amor, solo era trabajo y ser madre, me olvide completamente de mí; pero nunca me sentí sola, mi hija es la dicha más bella que me pudo dar la vida y por supuesto mi nieta también.

—Abuela, ¿Puedo pasar?

Al parecer la llamé con el pensamiento, está recostada al lado de la puerta con su sonrisa angelical de siempre, lástima que crece tan rápido.

—Claro que si, ¿Desde cuándo eso se pregunta?

 La invité a pasar, se sienta a un costado de la cama.

—¿Puedo leerla?

Señala la carta que tenía pegada a mi pecho.

—Trátala con cariño, está un poco vieja igual que tu abuela.

Mientras la observo leer, no puedo creer que este toda una mujer hecha y derecha, cuando ayer era una niña que jugaba con arena y muñecas de trapo, hoy en día está hasta más alta que yo.

—Abue, ¿Todavía lo espera?

Preguntó Angélica, Margaret, pestañeo varias veces al escuchar esa duda, le era un poco incómodo hablar del tema por más que quería.

—No, mi niña, ya han pasado muchos años.

Acepto con un dolor en su pecho, escondió su mirada llena, sabiendo que dentro de su corazón aún tiene la esperanza de poder volver al que ha sido el amor de su vida.

—Sí, tiene mucha razón. Pero, ¿Por qué la conservas?

—Muchas veces hay que tener guardado algo que te recuerde de donde vienes. 

—Pero…

Nunca sabré el porqué esta niña pregunta tanto desde pequeña; le interrumpí.

—Pero nada, vamos, preparé un rico postre de fresa para ti.

Margaret siempre busca la manera para evitar el tema, por miedo a que piensen lo demás.

—Amo esos postres secretos y la amo a usted de igual manera.

Me da un rico abrazo lleno de la dulzura que siempre carga.

Sale de la habitación, mis ojos están llorosos.

Reflexionar que el tiempo pasó y él nunca volvió por mí, todavía me pone muy sentimental, cuando termine de leer aquella carta aquella vez, mi cielo se volvió tan gris, que no quise volver a sonreír hasta que vi nacer a mi niña, fue el momento más hermoso desde aquel entonces…

—No manches Abue, ¿es gelatina de fresa con plátano? 

La cara de felicidad de Angélica al ver su postre favorito, era el motivo por el cual Margaret le encantaba preparar postres cada vez que su nieta venía de visita, el corazón tierno de Angélica había conquistado a Margaret.

—¿Dijiste “no manches”? ¿Eso fue lo que escuche?— Le pregunto curiosa.

Angélica tiene un novio el cual es mexicano, y al parecer se le ha pegado el acento. 

—No, no dije eso.

Margaret arrugó la frente al ver que le estaba mintiendo.

—Ese mexicano te está contagiando con sus palabras, que no se te olvide que tú eres ecuatoriana, no Mexicana. 

Al decirle esto se enrojeció, se le nota que está muy enamorada como yo en mis tiempos; sonrió probando el delicioso postres que Margaret le había preparado. 

—Conozco esa mirada de niña enamorada, espero que ese joven te valore y te respete.




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