20 A los 58

Capítulo II- Volver a empezar

Margaret y Angélica esperan en el aeropuerto a Ana, la madre de Angélica, ya que ayer no pudieron venir las dos juntas…

—Mamá, por aquí— Sacude sus brazos, haciéndome señal, no puedo creer que esté tan hermosa y joven como siempre.

—Hija, hija.

—Mamá, te quiero tanto— Me abraza mientras sus lágrimas me bañan. 

Teníamos cinco meses sin vernos, cuando mi hija se casó y se marchó de casa fue otra etapa difícil de superar, no quería volver a sentirme sola, pero nunca fue así, ella siempre está para mí.

Las dos princesas de mi vida, vinieron a pasarse unas cuatro semanas lejos de sus parejas, según ellas hacerme más feliz de lo que merezco.

Estando ya en casa preparábamos la comida juntas, mientras me contaban cómo le iba en el trabajo, la casa brillaba de felicidad, eran las mejores amigas de siempre, contándose todo sin guardar nada que querían decir, tienen tanta confianza al expresarse sin estar fingiendo ser otra persona.

—Siempre he dicho que mamá es la mejor cocinera del mundo— Ana dijo chupándose los dedos.

—¿Qué dices hija? Si la hemos preparado las tres.

—No mamá, la preparaste tú, Angélica y yo únicamente ayudamos— Angélica alza la copa de vino blanco para brindar.

Alzaron copa, brindando con carcajadas.

—Brindemos porque Abue se consiga un chamaco que esté bien guapo. «¡Salud!»— No dude en reírme con las ocurrencias de esta señorita.

—¡Salud!— Gritamos a lo alto.

—No, no, un chamaco, como dice Angélica que te aseguro que dice “Chamaco” porque el noviecito que tiene. Bueno, ese no es el caso, quiero una persona de mi edad; nunca un jovencito, como se te ocurre Angélica— Se burlan de mí. 

—Mamá, pues claro, tienes que buscar una persona para ti, ya está bueno.— Ana, siempre es el mismo tema.

Margaret fundió su seño respirando profundo.

—Bueno, pues, ya es muy difícil a mi edad— Angélica se molesta, mirándome.

—No, ¿Quién dijo eso Abue? Usted está en la flor de la juventud todavía, tiene que disfrutar, todavía mucho que dar y recibir.

—No me hagan reír niñas, solo mírenme, ya no estoy para eso, no quiero parecer una vieja sin vergüenza.

—Yo veo una mujer hermosa, capaz de lograr levantar el mundo con un nada más dedo, vamos mamá, mereces volver a empezar, una vez más.

No entiendo qué hacen para tratar de encender una vez más aquella vela que algún día se apagó, son las personas más especiales en mi vida.

—¿Qué dices abuela? Mira que si quieres te ayudamos un poco para que te sientas más atractiva de lo que eres— Sus sonrisas casi me convencen, pero no.

—Después, posteriormente.

—Más tarde no, es ahora abuela, no sabes la vida, da muchas vueltas, además ahora es más fácil conocer personas, te creo un Facebook y listo— No entiendo de qué me está hablando, yo solo conozco el WhatsApp y es porque ellas me han enseñado.

—¿Facebook?— Pregunte, seguro es una de esas aplicaciones que los jóvenes hoy en día usan mucho, porque no entiendo cuál es la razón de estar todo el día en el teléfono, acaso ya se olvidaron de los juegos de mesa, de los libros, de la importancia de la comunicación oral.

—Sí, es fácil de utilizar, pero como es una parejita para más rápido, también puede ser un Tinder, Badoo, Meetic, Meetup, Lovoo.— Ana la mira sorprendida al escucharla decir esos nombres.

—Angélica ¿Cómo rayos sabes de todas esas aplicaciones?— Ana pregunta molesta.

—Nada más navego mamá, nada más— Contesta Angélica entre risa.

Empezamos a reír mientras, tomando asiento para empezar a comer.

¿No estaría mal intentarlo o si? 

Volver a empezar, ya no es lo mismo, ahora ya no soy la misma joven, encantadora, con piel de bebe, y sin arrugas… Ya no tengo las mismas ventajas de ser joven, tener la energía, adaptarse a nuevos cambios después de tanto tiempo. Nada es igual, ni el tiempo, ni las personas, y mucho menos mi físico.

Margaret, aunque todavía conserva su belleza, siempre ha dudado de ella, pero al final de cuentas la verdadera belleza son aquellas marcas de vida.




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