20 A los 58

Capítulo III- La realidad

La realidad es la existencia verdadera y efectiva de algo o alguien.

Nunca mire otro lugar o cosa que no fuera mi hija; ella ocupó cada lugar de mi corazón, ser madre te cambia la vida, la manera de mirar, de sentir, nunca sabes de amor verdadero hasta que tienes una mini personita que te llena de flores, las mismas flores que cultivaste y esperabas florecer; el amor que sentía cada vez que la veía dormir con una pequeña sonrisa, o la emoción cuando por primera vez te dijo: Mamá te amo.

Se me pusieron muchas oportunidades en frente, muchos hombres, elegantes, de buena familia, pero la esperanza que guardaba aún en mi corazón no me dejaba mirar a alguien más. Conservaba su rostro en mi memoria y en mi corazón, pero ahora mismo el único recuerdo que conservo es una carta y su nombre, no me servía de nada todavía guardar el recuerdo de su rostro, si por el tiempo debe estar irreconocible.

—Abuela, ¿Estás despierta?— Angélica abre la puerta, con uno de esos aparatos en sus manos.

—Ven siéntate aquí— Margaret da unos toquecitos a la cama haciéndole señal.

—Le ayudaré a conseguir una pareja— Pero por Dios, acaso no pueden dejar ese tema.

—No, no, no, estoy bien así, sola.

—No, no lo está, abuela… Abuela ¿Se sabe el nombre completo de Martín?

Margaret la miró sorprendida tratando de ocultar que estaba sonrojada.

—Se llama Martín Castillo ¿Por qué?

—¿Le gustaría volver a verlo?, digo si todavía… Bueno, ya sabe…— Pasa su dedo índice por su cuello y voltea sus ojos hacia arriba.

—¡Muerto!. Ay, no, no, no… Mira mejor vete a dormir, eres una muchacha muy tremenda— Me moleste bastante, que les pasa a las señoritas de hoy en día.

Pero no mentiré que una chispa se encendió en mí, iluminando cada rincón de mi cuerpo.

La risa escandalosa de Angélica se escucha en toda la habitación.

—Relájese abuela solo bromeó. Yo trataré de buscar viejitos con ese nombre y se los mostraré, para ver si lo reconoce, busque los lentes. Debió ver su cara cuando le hice la seña— Se lanza en la cama, riéndose a carcajadas de mí.

—Angélica no bromes así, ya no me respetas.

Mientras buscaba mis lentes, trataba de recordar lo más posible su rostro, cada detalle, no puedo ocultar la emoción de que tenía la esperanza de volver a verlo.

Ya me había enseñado unos tres señores mayores, pero ninguno era el que buscábamos, me imagino que cuando vea su rostro sabré que es él, mi corazón lo reconocerá. 

—Abuela, no quiero que te sientas mal, sin embargo… Te admiro mucho, lo sabes, eres la mujer más importante para mí y para mi mamá. No obstante… Creo que tienes que olvidarlo, el tiempo pasa Abue, y seguro tiene su vida bastante hecha, aquellos años pasaron, tal vez este era su destino… Me duele ver cómo sigues creyendo en esa carta, deberías seguir adelante, dejar el pasado en el pasado. Perdiste muchos años de tu vida, deberías recuperar ese tiempo y vivir, te amo abuela, y quiero que seas feliz, me da tanta rabia ver que está sola por seguir pensando en lo que nunca volverá a ver.

Esas palabras se sintieron como un frío inmenso en mí, pero, aun así, fueron las palabras más hermosas y sinceras que había escuchado, es verdad, ¿Acaso no reflexioné en eso? Debe tener su familia, se olvidó de mí, como yo debería olvidarme de él.

—Tienes razón… Tal vez, este sea nuestro destino, es hora de dejar el pasado en el pasado como dices, el tiempo y la edad, no perdonan.— Admití con dolor en mi alma, después de tanto tiempo, ahora es que curaré mi herida, por no haber seguido adelante.

La realidad es difícil de aceptar, pero también es el primer paso para restablecer el equilibrio de la vida, hay que aprender a liberar los sentimientos que nos sacan de la realidad y nos hacen ciegos.

—Lo siento abuela, no quise hacerte llorar— Seca mi lágrima que corría por mi mejilla y me abraza fuerte.

—No cariño, descuida esta lágrima era de aceptación, me hiciste abrir los ojos.

—¿Qué quieres decir con eso Abue?

—Que te agradezco; ahora dejemos de buscar, y vamos a dormir.

—¿Puedo dormir contigo, abuela?— Me sigue abrazando; Nunca dejará de ser la niña más bella que mis ojos han visto.

—Claro.

—Entonces iré por mi antifaz para dormir— Corre a la puerta pero la detengo.

—Querida, te puedes llevar esto, no quiero volver a verla— Le entrego la carta, y ella me mira sorprendida.

—Pero…

—Por favor— Se la pongo en su mano, y sonrió.

Nada es mejor que aceptar, dejar y seguir.

Aunque nos pese el alma, aceptar que todo cambia, que la vida es un proceso, que cada quien construye su reto.

Margaret lloró, no obstante seco sus lágrimas, aceptando que nunca volverá a ver a Martín en su vida.

 




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