20 A los 58

Capítulo IV- Seguir

Según Angélica, hoy me va a hacer ver como a los veinte, está arreglándome los pies, mientras Ana cocina; yo le creo  porque ya me ha quitado treinta años de mis pies. Tenía tanto sin verlos así de limpios y pintados; nos tomamos un poco de vino blanco escuchando música; mis niñas me hacían falta, no quisiera que se volvieran a ir, espero disfrutar estas semanas con ellas. 

—Abuela, no se mueva, mire que ya le pinte fuera— No dude en reírme al verla molesta, sí que ha cogido lucha con mis pies.

Ya los dedos de mis manos estaban hermosos pintados de rojo vino, es increíble que con solo arreglarse las uñas te sientas diferente.

He decidió avanzar, seguir, hoy quiero despojarme de mi pasado.

Llore, luche, le debo a mucho a la vida, y estoy dispuesta apagarlo.

—Listo, mire que bello se ven sus pies, ahora vamos con el pelo, tiene muchas puntas— Acaso soy la única que no le gusta cortarse las puntas, hace tiempo que no me suelto el cabello, lo mantengo siempre envuelto.

—Oh, no, déjalo así.

—No abuela, no lo dejaré así, ¿recuerda su cabello? Era rubio cobrizo, ahora ya no le queda nada de ese rubio, ahora está gris, le voy a hacer un cambio que se vera mejor que una chica de 20.

—Déjala mama, Angélica hizo un curso profesional en belleza, aparte que a eso es que se dedica— Ana, me asegura sabiendo ella más que nadie que no me gusta, pero bueno.

Lleva tiempo ahí detrás de mí, no me deja mirarme en el espejo, no tengo idea de lo que hace, pero me asegura que todo está quedando perfecto...

Cuando por fin termino después de tanto rato, todavía no quería que me viera al espejo.

—Angélica, pásame el espejo, déjate de juegos— Ya me molesté, eso era lo que ella quería, Ana se ríe.

—Aún no, ahora falta el maquillaje— Me dice muy contenta.

—Mira niña, ya basta de juegos—Me levanto para yo misma ir por el espejo, pero esta no me deja ir.

—Por favor abuela, si no le gusta se lo quito— Otra vez con esa carita, convenciéndome. 

No me quedo de otra que dejarme maquillar, y no entiendo por qué aplica tantas cosas, en mis tiempos no había que embromar tanto, bueno al menos yo me sentía bien con un poco de polvo, colorete y pintalabios...

Mi nieta y mi hija, no querían que me viera en el espejo, tanto así que una de ellas fue al baño conmigo, para asegurarse de que no lo haga. 

Ana buscó una de mis camisas más viejas, me obligaron a ponérmela, y por fin, ahora mismo tengo el espejo en mis manos y no quiero voltearlo.

—¡Vamos mamá, mírate!

—¡voltéalo, voltéalo, voltéalo!— Empezaron a insistir, haciéndome reír de nervios.

Al verme en el espejo no me reconocía, era yo, pero no lo creía, mi pelo todavía seguía gris, no obstante con mechas cobrizas está hermoso, las puntas limpias y saludables, me veo tan diferente, pareciera que me quitaron unas décadas de arriba.

—Y ¿Te gusta?—  Que si me gusta, me encanta.

—Tú que crees, ¿Cuántos años tengo?— Le pregunto, entre risa.

—Veinte— Dice Ana, pasándome una copa más.

—Veinte, pero con cincuenta y ocho— Nos reímos a carcajadas, no puedo creerlo, me veo tan bien, no parezco tener la edad que en realidad tengo, la verdad que arreglarse te cambia la vida.

—¡Qué piche hermosa estas, abuela!— Grita, haciéndonos reír más.

—Gracias a ti cariño— Beso su frente.

—Ahora unas fotos y listo, el perfil estará perfecto— ¿De qué hablas?

—¿Qué perfil?

—Abuela para conocer personas... Ya sabe—Sabía que tenían algo debajo de la manga.

—Yo no necesitó…

—Déjese ayudar mami—Ana me interrumpe.

—Venga dígame ¿De qué edad lo quiere?

—¿Qué quiero que, muchacha?

—Los chamacos, Abue, Dios... Dígame los quiere de 23 a 30— ¿Cómo se le ocurre? Eso es abuso, una mujer como yo, con un chico, no, me gustan más los hombres maduros.

—Angélica, te mando este espejo detrás, no bromes así... Los quiero conocer de 60 en adelante, me gustan los hombres maduros— Mete el dedo en su boca en señal de asco.

—Maduros no, madurisímos... Dígame ¿Qué tamaño le gusta?, porque el tamaño importa, a mí me gustan  de 10 cm en adelante— Al escucharla decir esas cosas con toda perversidad, no dude en mandarle atrás lo que tenía más cerca. —Ya, ya, era broma Abue— Ana se burla de nosotras, ni siquiera la corrige que vocabulario más feo tiene mi nieta.

—No quiero volver a escucharte hablando de esa manera— Le regaño.

—Sí, sí. Venga póngase para la foto— No que me queda más que seguir su juego, aunque no sería la primera ni la última en una de esas páginas buscando conocer personas...

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.