20 A los 58

Capítulo IX- Sentir

Dentro del café, camino a la mesa, este se apresura para abrir mi asiento.

—Gracias...— Digo mientras me siento.

—Dos cafés para esta bella dama y para mí— Dios que está diciendo, llamando la atención de las personas aquí, que vergüenza.

Y tiene esa sonrisa otra vez en su rostro ¿Qué tanto me observa? Siento que no puedo mirarlo tanto como él me observa a mí. Escondo mi mirada, todos me miran.

—No es necesario llamar la atención— Le digo, sonriendo.

—Oh, lo siento. Es que no puedo evitarlo— Se disculpa rápido, causando que sonría más.

El mesero trae nuestro café.

—¿A qué te dedicas?— Pregunto echándole dos de azúcar a mi café.

—Soy maestro de literatura inglesa— Ahora entiendo todo, a eso viene esa personalidad encantadora.

—Que bien.

—¿Y usted bella dama?—  Otra vez, con lo del "bella dama".

—Yo, bueno, yo soy ama de casa, no me dedico a nada— Conteste, sonriendo, tomo un poco de mi café.

—¿Te gusta la lectura?— Me pregunta.

—No,  digo... Prefiero escucharla—Al decirle esto, acomoda sus brazos en la mesa, y me busca con su mirada.

—Yo podría leerte todos los días...— Me dice con voz seductora, provocándome una sensación que corre desde en todo mi cuerpo, unas cosquillas.

—Eh...— Trato de buscar otra salida, es más que obvio que me está coqueteando, pero, esa manera de hablar, de mirarme me atrapa.

—Es broma, obvió no me molestaría, todo lo contrario— Sonríe, tomando de su café. Respiro totalmente aliviada.

—Disculpa que me quede sin respuestas.

Paso mi mano por mi frente; este hombre está coqueteando conmigo y creo que acabo de rociar el desierto en el que hace tiempo no se mojaba. Me siento extraña, es que esto no me puede pasar, ni siquiera sé quien este hombre... Pero me atrae como si lo conociera. Aprieto mis muslos, incómoda.

—¿Te sientes bien? Te noto incómoda— arruga el ceño, como si estuviera preocupado.

—Claro, todo está bien, tengo que irme. Yo pagaré— Me levanto rápido.

—Oye, oye. Espera, ¿Hice algo mal? Como crees que te dejaré pagar.—  Él se levanta conmigo.

—No, no hiciste nada malo, solo que tengo que irme... Adiós, Héctor, gracias por el café.

Saliendo del café, no dude en reírme, ¿Qué rayos? ¿Qué tiene ese hombre?

Que me hace sentir de una manera inexplicable, como una chiquilla enamorada, tengo una sensación extraña, como si me anulará la mente.

Todo el camino a casa llevo una sonrisa que no me la quita nadie, al llegar a casa, mis princesas se morían por saber lo que paso hoy, pero no sabría como explicarles, pase el día completo pensando en lo que me dijo:" Yo podría leerte todos los días" Esas palabras pasaban por mi mente, cada segundo...

Sus manos acarician mi cabello blanco, estamos en una habitación donde todo es  blanco, estoy desnuda, y el vestido de blanco, con su hermosa sonrisa que me penetra él alma, no entiendo que hago aquí, pero me siento bien, me siento confiada, feliz. Sus labios juegan con los míos, besa mis hombros suavemente, mientras quito uno por uno los botones de su camisa blanca, él sigue besando mis hombros, subiendo a mi cuello, llevándome a navegar en el profundo océano, su mano se desliza por mi pierna es tan suave con el aire, estoy al rojo vivo, soy toda latidos, toca mi vagina que esta hecha agua, haciendo magia con sus dedos, mientras disfruto de su lengua que lame mi piel... Su mirada se clava en la mía, estoy perdida por la manera en la que sus dedos se mueven, esta vez se acomoda, para poder saborear mis senos, mi cuerpo se estremece de emoción, mis piernas tiemblan... Él se termina de quitar todo lo que trae, su piel pegada a la mía, siento como una corriente se apodera de toda la piel, mientras disfruto de sus movimientos,  me besa despacio, y me mira, con ternura. Nos enredamos en las sabanas.

—Eres perfecta— Otra vez su sonrisa, quita mi cabello de mi rostro.

—Esto no es real—Le digo, acariciando su rostro.

—Claro que lo es— Susurra a mi oído, lo miro, sonrió y beso sus labios.

—No, no lo es— Le digo entre ese cálido beso.

Me levanto rápido de mi cama, estoy sudada, mi corazón late rápidamente, mi respiración es agitada, abrazo mi almohada, ¿Estaba soñando? Era tan real, tan real que todavía miro  el lado izquierdo de mi cama buscándolo.

Abrazo mi almohada. Dios mío, esto no me puede estar pasando... Esto es muy rápido, no lo conozco. Tengo que alejarme, tengo que hacerlo.

 




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.