20 A los 58

Capítulo X- El miedo y la duda.

Después de aquel sueño, llevo cuatro días sin ir a correr, muriendo por verlo, pero algo no me deja querer ir.

Me siento desesperada, mi mente dice "no", pero mi corazón dice "si"

De solo pensar en ese sueño, se me eriza la piel, y las cosquillas me recorren el cuerpo. Estando sentada a una esquina del sillón, con una copa de vino blanco.

—Abue, así de motivada estas vas dos días a correr y no regresas—Se burla de mí, se recuesta en el sillón, colocando su cabeza en mis piernas.

—Pues, ya sabes como somos las mujeres, no sabemos tomar una decisión— Acaricio su pelo negro como la noche.

—Mm. A mí se me hace que estás escapando de algo— Se ríe, y me observa.

—¿Cómo crees? De que tendría que escapar.

—Del amor—Me quede callada unos segundo, y mire a la ventana.

—No, como crees—Contesto.

—Vamos, no me venga a decir que no. Oh, entiendo seguro se está haciendo la difícil ¿verdad?... Porque sé que ese hombre le gusta mucho. ¿Cómo se llama?— Ay, por Dios.

—Héctor, se llama Héctor— Suspiro lento.

—Vio, vio. Esa forma de decir su nombre, ay abuela, esta enamorada— Dije su nombre, no más, solo dije su nombre, pero angélica no entiende eso, me le rio.

—N... Bueno, realmente no lo sé... Es muy rápido para eso— Arruga su frente al escucharme hablar.

—Abuela, ¿Quién te dijo esa barbaridad? El amor no tiene tiempo. Además ya bastante grandecitos para eso no— No, pero esta niña, no me respeta... Aunque pensándolo bien, ya a nuestra edad los dos sabemos muy bien que ya no somos unos veinteañeros.

—Amo ver como conversan ustedes dos— Ana toma asiento en el sillón de en frente. Uniéndose a la conversación.

—Y ¿Cómo conversamos?— Pregunta Angélica riéndose. Siempre ha tenido esa risa encantadora.

—Bueno primero que todo, Angélica tú, parases una psicóloga, y mama parase tu paciente— Nada más cierto, mi nieta parece saber más que su abuela.

—¿Neta? No me lo digas que me lo creo, Ja, ja, ja... ¿Abue, usted cree?— Angélica pregunta mientras levanta su cabeza de mis piernas.

—Claro que sí.—

—Yo solo trato de ayudarla, quiero que sea feliz, que encuentre el amor.

—El amor... Ya había olvidado como se sentía,  y ahora que lo siento... Me asusta— Mis princesas me miran, sin decir una palabra.

Ana se levanta y viene al sillón donde me encuentro, y me toma de la mano derecha.

—Mamá, no... No debería asustarte.

—Es que no sé, en serio, no sé. Creo que debería alejarme— Ana, se niega con la cabeza.

—¿Cómo se le ocurre abuela?— Reprocha Angélica, preocupada, cruzándose de brazos.

—¿Y si, no me corresponde? O talvez la mejor opción... Sería seguir estando sola.

—Lo que yo veo, es que tienes miedo, y a la vez duda. Sabías que el miedo y la duda conducen inevitablemente al fracaso... Mamá, sabes muy bien que Angélica y yo te apoyaremos siempre, pero... La opción de quedarte sola, no mama, lo siento, pero no... No crees que ya has estado suficientemente sola, como para seguir así, te mereces otra oportunidad, pensé que te habías convencido de eso, pero sigues dudando. Y por la otra parte si no te corresponde, entonces sigue adelante y no te detengas.

Que lindas palabras, las de mi hija, sé que quiere ayudarme con esto, pero siento tanto miedo, no creo poder avanzar, es difícil después de tanto tiempo. Ahora siento esa inseguridad de lo que quiero, lo cual es avanzar.

—Gracias por esas palabras hija... Pero es que ni lo conozco y ya estoy que solo pienso en él...— Trato de explicarle, pero me interrumpe.

—Entonces conócelo... No hay excusas.

—Lo que quiero decir es que, él me atrae, pero no sé, si la atracción es mutua.

—Entonces averígualo, sabes que abuela, se dice que las mujeres somos las de la intuición, tenemos la habilidad de conocer, así que usted más como mujer madura debería darse cuenta si ese señor quiere algo con usted.— Son las mejores consejeras del mundo.

—¿Qué podría hacer sin ustedes? Perdonen que me comporte así, como una niña que no sabe lo que quiere, es que volver a sentir esto, me aterra...— Las dos se recuestan de cada uno de mis hombros.

—Te amamos, y siempre estaremos para ti, para apoyarte.— Ana susurra estas hermosas palabras.

Mi miedo por dejar nacer otra vez aquella esperanza, por volver a empezar, por seguir, por la realidad; solo es una piedra pequeña que puedo quitar con un dedo, tengo que continuar con mi vida, recuperar el tiempo perdido, volver a sentirme mujer.

¿Cuántas oportunidades dejamos pasar por el miedo, por la duda? 

Porque simplemente no nos, atrevemos a romper ese miedo, y si fracasamos entonces levantémonos, nacemos débil, pero, el tiempo nos enseña a ser fuerte, aunque en un momento de nuestras vidas volvamos hacernos débil, todo depende de nosotros seguir adelante.

El miedo siempre estará presente a pesar de que no se note, tenemos que ser amigos de nuestros miedos, tenemos que afrontarlos como una oportunidad para crecer

Tú eres mucho más grande que todos esos miedos construidos por tu mente.

La única manera de ser feliz es vivir sin miedos.

 




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