20 A los 58

Capítulo XIII- Enamorada

Camino unos pasitos a la puerta del teatro, pregunte a un joven que si había empezado, y me contesto que hace 5 minutos... Ni siquiera sé si él está dentro, miro a los lados preocupada...

—¿Margaret?—Una voz detrás de mí eriza mi piel. Volteo...

—Héctor—Me entrega un rosa blanca, y se queda observándome. —Perdón, es que esta noche te ves más hermosa que nunca, casi no te reconozco—  Lo sé, sé que me he puesto roja, con esas palabras.

—Gracias.

—Pasamos dentro— Me extiende su mano, la tomo, y caminamos juntos dentro...

Si me preguntaran ¿Qué es lo que más me gusto del acto? Pues no sabría que responder, pasamos esas horas mirándonos sin decir nada. Comiéndonos con la mirada. Tratando de disimular, él también está bastante guapo... En ese instante tomo mi mano y dejo un beso en ella, se acercó un poco, mirándome fijamente. Mi corazón está derretido... Se acerca a mi oído.

—¿A quién quiero mentirle?, apenas te conozco y no dejo de pensar en ti—  Mientras todos salen de la sala de teatro. Nosotros aún estamos aquí sentados. Yo tampoco dejo de pensar en ti aunque me cueste decirlo.

—Perdóname, pero es que no sé que decirte— Le digo, mientras mis piernas tiemblan, estoy hipnotizada, creo que estoy... Enamorada.

—Tranquila— Me dice, levándose con una sonrisa, me ayuda a levantarme.

Saliendo fuera, hacía frío, se quitó su saco de vestir y me lo coloco encima.

—Gracias— Agradezco.

—Te llevaré a casa, pero quiero que me permitas cubrir tus ojos, solo será unos minutos—

—¿Qué? Pero...— No me deja terminar.

—Solo déjate llevar— Bueno, mientras cubre mis ojos con sus manos, después de unos cuantos pasos. Se detiene. —Ok, ahora no lo abras, yo te avisaré— Obedezco.

Escucho abrir y cerrar una puerta de un auto.

—¿Ya puedo abrirlos?— Pregunto, nerviosa.

—Si, ya puedes hacerlo— Al abrir los ojos, un gran arreglo floral en una canasta de rosas rojas y girasoles. Y al lado una canasta llena de frutas, en la tapa del baúl de su auto.

—No... Es que ¡Wow! Esto está precioso— Digo, cubriendo mi boca, acercándome a tocarlas.

—¿Te gustan?—  Me pregunta. Lo miro, y su mirada es tan intensa, que me mata.

—¿Que si me gusta? Me encantan— Respondo disfrutando del aroma de las rosas...

Llegando a mi casa, lo veo quitar su cinturón para abrir el lado de mi puerta, le toco su brazo despacio, acercándome un poco, él también se acerca.

—Yo tampoco dejo de pensar en ti— Le susurro, acercándome a su labio superior. Cierro mis ojos y me atrevo a vivir el momento.  Disfrutando del sabor de sus labios, roza su mano por mi rostro, me pierdo entre sus labios, la sensación y satisfacción que siento en este momento es inexplicable, no puedo renunciar a parar de besar estos dulces y carnosos labios. A estas alturas pensé que se me había olvidado besar, pero todo lo contrario, además que él lo hace de una manera tan suave que me hace volar en caballo blanco todo el mundo.

Una luz de un auto que pasaba nos molestó, interrumpiendo el maravilloso momento.

—Fue la mejor noche de mi vida, mi querida Margaret— Me dice besando mis manos. 

—Creo que ya es hora de que entre— Le digo, sonriendo.

Sale del auto, abriendo mi puerta, lleva la canasta de frutas hasta la puerta de mi casa, y regresa por las flores.

Estando en la puerta.

—Buenas noches, descansa princesa— Como crees que descansaré después de ese beso.

—Si quieres pasa— Le invito a pasar.

—No, será después, ya esta no son horas— Mira su reloj.

—Bueno está bien, entonces... Descansa— Besa mi mejilla.

—Trataré...— Me dice caminando a su auto, con esa hermosa sonrisa que siempre carga...

—Héctor... Eh, ¿Quieres pasar a almorzar mañana?— Le digo, y este voltea.

—Claro— Sonríe, y me dice adiós con su mano.

Al auto marcharse, abro la puerta y Ana y Angélica están paradas mordiéndose los labios.

—¡Gane! Viste, no trae pintalabios. Dame mis 30 dólares mama— Angélica grita, no entiendo que les pasa.

—¿Estaban apostando?— Pregunte curiosa.

—No.— Dicen las dos al mismo tiempo.

—¿Cómo te fue mama?— Pregunta Ana, ayudándome con la canasta de frutas. Y Angélica con las flores.

—Mejor de lo que esperaba— Les digo cogiendo una fresa y disfrutando de su sabor.

—¡Uys! ¿Entonces vendrá a comer mañana?— Ana pregunta cogiendo una de las uvas.

—Oigan estaban escuchando detrás de la puerta, eso es mala educación— Me molesto.

—Perdón, pero no pudimos aguantar— Pero tengo que reírme con ellas. Son las mejores amigas de todo el universo.

Tal vez, sí... Es muy rápido, pero no imposible de sentirse como hoy me siento yo, completamente enamorada, y no me arrepiento, de atreverme, a seguir mi vida como me merezco, tantas emociones juntas, que sentí con ese beso, y aunque parezca fantasioso, nada se compara a lo de esta noche...




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.