20 A los 58

Capítulo XIV- La ilusión

Aunque anoche fue una buena noche, hoy será mucho mejor. Presentaré a los verdaderos amores de mi vida, mis dos muñecas. 

Aquí se encuentra angélica pasando la aspiradora y ana organizando, cambio hasta las cortinas de la casa, ni siquiera estaban sucias.

Y yo bueno dando lo mejor de mí en la cocina. Compre vegetales frescos. Cuando mi abuela aún vivía siempre me decía que la clave del éxito de cualquier receta, así sea la más sencilla y humilde es el cariño que le pones al hacerla.

Estoy cocinando un pollo al horno, arroz con gandules, ensalada verde y plátanos fritos. Esta mañana prepare la limonada. El día está hermoso, y lo mejor de todo es que ya casi llega la hora del almuerzo. 

Seco mis manos, y sirvo un poco de vino blanco en mi copa cantando esas canciones de Ana Gabriel que tanto me encantan. 

Alzo mi copa cantando a toda voz, con Ana. Angélica nos observa con sonrisa en su rostro.

Me quito el adelantar, empezando a llevar los platos a la mesa. 

—Abue, ya vete a bañar. Llegara y te encontrara sin peinar— Angélica está más preocupada que yo.

—Acabo de salir de la cocina, no me bañaré caliente.

—Bueno, déjeme ayudarla con la mesa.

—Gracias, linda— Le paso la ensalada, mientras cojo las servilletas y los cubiertos. 

Los organizo muy bien.

—Mm.— Angélica hace muescas con su boca de maneras extrañas, esta sí que va a parar e un manicomio.

—¿Qué?— Le pregunto y juega con sus dedos.

—Nada... Solo que, usted sabe... ¿Le dará besitos, cuando llegue?— Me rio, y le levanto la mano para pegarle, pero me la toma, y empieza a besarme el cuello

—Suéltame, Angélica, Ja, ja. Basta, estás loca— Tiene que tener problemas. Pero aun así me saca las mejores sonrisas.

—Excúsenla, ya no quiere que nadie la bese, muy fiel ¿eh?— Y lo sería que se pone al hablar, parece toda una actriz.

—Quítate de mi camino, hoy estás más loca que nunca.

El timbre sonó poniéndonos, boca abierta, las dos nos miramos, mi corazón se aceleró.

—Ve abrir— Le digo, y angélica me mira.

—Abuela, vaya usted... ¿Es a mí quien vienen a ver?

—No me he cambiado— Le digo, mirándome de arriba abajo.

—Ja, ja. Se lo dije— Se burla de mí.

Ana nos mira paradas como tontas y va a abrir la puerta...

Angélica me ayuda con mi cabello. Ana abrió   la puerta;

—Hola, ¿Se encuentra Margaret?— Y ¡Uf!, que suspiro más agradable, al escuchar la voz de una de las vecinas.

—Hola, pasa.— le digo.

—Oh, no gracias. Solo es para informarte que mañana tendremos una junta de vecinos en mi casa. ¿Queremos saber si nos acompañaras?

—Claro, gracias— Se marcha, y suspiro mientras Ana cierra la muerta.

—JA, JA, JA, JA, JA, que susto.— Angélica se retuerce de la risa.

—Creo que me iré a bañar— Digo, caminando a la habitación escuchando las risas de mis niñas.

Después de bañarme y alistarme, justo terminando de poner mi perfume el timbre sonó al igual que mi corazón, muerta de miedo lo veré de nuevo.

Caminando a la puerta, el comedor está listo.

—Hola— Le saludo, recibiendo el rico aroma de su perfume que me encanta.

—Hola, no sabía que traer— Tiene paire de vidrio en sus manos. Pero yo nunca le dije que trajera algo de comer.

—No me esperaba esto, pero gracias. ¿Qué es?— Le digo cogiéndolo en mis manos. Me besa la mejilla y se me colorea la cara.

—Estás hermosa... Y eso es mi mejor postre— Me dice, pasando conmigo al  comedor, huele delicioso, él, el postre, todo. 

—Vaya, se ve delicioso— Es un pastelón de plátano maduro.

Mis niñas se acercan, se  miran.

—Hola, soy Héctor— Se saludan de manos, Héctor le brinda una de esas sonrisas encantadora a las dos.

—Ana mucho gusto, soy la hija de Margaret— Ana se presenta, sonriendo.

—Y yo su nieta, mucho gusto, Angélica— Y Angélica emocionada le sigue los pasos a Ana.

—Es un placer conocer señoritas tan hermosas como su madre— Héctor les habla y  Angélica me mira haciendo cara de loca.

—Eh, ¿Tomamos asiento?— Le digo, y toman asiento, Angélica está en frente de mí y Ana en el de Héctor.

Pasamos a servirnos. Espero que Angélica no haga alguna pregunta estúpida.

—¿Y tienes hijas?— Angélica pregunta, a veces siento que no debería pensar las cosas, porque suceden en el instante. La pregunta parase ser un poco incómoda para Héctor.

—Yo, pues no. No pude tener ese privilegio.

—¿A qué te dedicas?— Ana pregunta, sirviéndose del pastelón que Héctor trajo.

—Soy profesor de literatura Inglesa.

—Con que romántico, ¿eh?— Angélica coquetea con su mirada mirándome.

—¿Cuál es tu edad?—  Ana vuelve con una pregunta.

—60, bueno 61, en 5 meses.

—Nos sentamos a interrogar o para comer.—Interrumpo la conversación y se ríen.

—Está delicioso.— Ana probo el pastelón. 

—Gracias.

En estos momentos se siente una energía mágica en la mesa, parecemos una familia enamorada, tal vez, estaré muy ilusionada. Pero  cuando nunca tienes nada, en el momento que llega te sientes en un hechizo, y no quisiera que se acabara nunca. Pensé que nunca dejaría ir mi pasado, pero aquí estoy mejor que ayer. 

La ilusión es la primera estaba del amor, y me siento estupenda, como si todo fuera de color rosa.

Aunque no queramos ilusionarnos, siempre caemos en su red, si no te atrapa su sonrisa, sus ojos, su olor, su personalidad, entonces lo va a hacer su compañía. Y está bien, claro que lo esta. Porque sin ilusión no hay sueños, ni tampoco esperanza. Cuando algo o alguien nos ilusiona de verdad y no lo "disfrutamos".

Esa ilusión se transforma en una fuerza, una energía. Las ilusiones son ganas de seguir de vivir

 




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