20 A los 58

Capítulo XXII- El destino

Después de esa maravillosa noche y aquella decisión que me ha cambiado hasta la manera de mirar.

En mi vida nunca había sentido tanta felicidad ¿Como no? Después de todo tengo sexo hasta cuatro veces al día, reí de mi misma sentada en el barcón tomando un rico café, no es que piense que el sexo es lo más importante en la vida, pero estas últimas semanas he empezado que después de comer y dormir el sexo es lo más rico.

Compartiendo apartamento con el hombre más guapo del planeta me hace sentir especial se ha ganado mi corazón y todo mi amor.

 

—Cariño, ¿Por qué sonríes?— Me espanto con una sonrisa, recostado a la puerta.

—Los pensamientos hacen cosas maravillosas.

—Y… ¿Puedo saber que pasa por tu mente?— Pregunto acercarse besando mi mano.

—No creo… Es que es difícil, pero lo voy a intentar estas últimas semanas me he sentido tan diferente.

—¿Diferente?

—Si… Estoy viviendo los mejores años de mi vida, estoy muy contenta de poder compartir la cama, los muebles hasta la alfombra contigo.

—Quieres decir que te sientes al ciento con el sexo.— Se me ha puesto la cara con un tomate al saber que lo entiendo perfectamente. —¿Por qué  esa cara? Para serte sincero yo también me siento contento tengo una mujer completa, no te hace falta absolutamente nada.

—Tampoco exageres, Héctor.

—No exagero, me enamoré de solo verte… Margaret 

—¿Si, Héctor?

—Tengo cuatro boletos para un viaje en crucero, quisiera que Ana y Angélica nos acompañara.— Las tiene pendientes es lindo saber que hombre al que amas tiene pendiente a las personas más importantes. 

—Claro, hablaré con ellas…

 

...

—¡Si! Sería genial ¿Tú que dices mamá?!— Angélica grito de emoción, menee el hielo de mi copa con el dedo esperando respuesta de Ana.

—No lo sé, tendría que tomar de los ahorros para traerte aquí mamá.

—Te he dicho mil veces que no quiero irme a vivir con ustedes, sería un estorbo… Además, me siento cómoda en este lugar.

—Abue, eso me hace tan feliz.

—¿Qué dices Ana?

—A mí también me hace feliz, pero no lo sé, simplemente no lo sé.

—La neta es que mami tiene miedo a los cruceros, ahorita cree que nos pasara como el Titanic.— Empece reír con las ocurrencias de Angélica, Ana le pellizco causándome más risa.

—Vamos Ana, no seas aburrida la pasaremos genial.— Masculle, Ana sonrió agitando su cabeza.

—¿Cuándo es?— Pregunto, Angélica le beso la mejilla.

—El próximo fin de semana.

—Entonces compraré el vuelo y te avisaré; solo voy a ir porque quiero pasar tiempo contigo mamá… Cambiando de tema ¿Cómo te va? Me imagino que debe ser extraño compartir departamento.

—Todo lo contrario, ha sido más fácil de lo que esperaba, me ha ayudado mucho estar acompañada de alguien como Héctor.

—¿Y en lo íntimo?— Pregunto Ana con una sonrisa coqueta.

—Acaso no se nota madre, parece otra mujer.  Hasta ha adelgazado… ¿Cuántos al día?— Angélica pregunto mordiendo una manzana quería morir de la vergüenza Héctor estaba a mi lado leyendo un libro y al escuchar a Angélica me miro sorprendido, toque mi frente Angélica me hace señas se ha dado cuenta. —¡Perdón, me refiero a ¿cuántas calorías quema al día?! Ay carajo es lo mismo solo que de otra manera.

 

No pude evitar reírme Ana estaba llorando de la risa mientras que Angélica luce avergonzada, creo que no exista una nieta tan graciosa y dulce a la vez; tuvimos una larga conversación sobre ese gran fin de semana que tendremos…

 

Claro después de esa larga videollamada tuve una perfecta noche los sudores provocados por dos cuerpos ardientes.

 

En la mañana Héctor y yo fuimos por algunas compras limpiamos la casa y disfrutamos de una deliciosa comida, dialogamos sobre las noticias del medio día.

Cuando se fue al trabajo yo me quede plantando algunas semillas, sin poder sacar de mi mente su perfecta sonrisa, me siento en la misma cima del cielo enamorada de una tonta sonrisa; amaba la confianza que crecía junto con el amor que le tengo a Héctor, le he contado mi historia y lloro como niño, desde entonces siempre me recuerda lo valiosa que soy y lo orgulloso que se siente al saber que soy su señora…

 

Los días pasaron ya vamos de camino al aeropuerto y después directo al puerto de manta los que nos dirigirá al crucero que nos dará un fabuloso paseo por las aguas del pacífico. 

 

Al ver mis niñas dirigirse a nosotros mi corazón salto de alegría Angélica me abrazo fuertemente y enseguida abrazo a Héctor, Ana me abrazo dándome un beso, saludo a Héctor de manos con una sonrisa.

—Abuela te he traído un vestido que te quedara genial para estrenarlo este fin de semana.

—Gracias, yo también te he traído algo… Bueno no es algo que quiero que conserves.

—¿A qué te refieres?— le entregué aquella carta una vez más.

—Quiero que la rompas en pedazos y la lances al agua.— Le dije con una sonrisa.

—Como órdenes Abue.

 

Al llegar colocamos nuestros lentes de sol y claro protector solar Ana a los minutos se sentía mareada la acompañé a su habitación junto con Angélica.

 

—Por esa razón no quería montarme en un barco.

—Mami solo serán unos minutos después te relajarás.

—Eso espero. ¿Y Héctor?

—Fue por alguna pastilla para ti.

Escuchamos tocar la puerta.

—¿Puedo pasar?

Angélica fue abrir la puerta donde estaba Héctor.

—Ana, esto te va a hacer sentir mejor. Me han dicho que es mejor que estés tomando aire fresco.

—Entonces vamos a subir.— Dije, Ana se levantó tomando la pastilla.

—Gracia.— agradeció mientras salimos de la habitación.

Angélica se aproxima con su cámara, tomándome de la mano con una sonrisa.

—Te hace feliz— Comento, sabía que algo iba a decir con respeto al momento Ana y Héctor iban más adelante conversando.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.