2048

2 de mayo 2044

Londres está desierta entre las calles destrozadas, apenas nada se ha salvado, algunas personas que entre ellas forman una ridícula comunidad para subsistir.

Que horrible es pensar como estará el resto de la humanidad, a medida que avanzaba hacia el improvisado mercado de la plaza iba esquivando cadáveres, por desgracia no todos eran contagiados, algunos solo eran familiares que los habían asesinado por miedo.

Si es que a pesar de todo sigo pensando que el peor de los virus somos nosotros.

El ambiente de la decadente ciudad me recordaba a un cambio de época, parecía que había viajado en el tiempo, las ropas mugrosas y rotas y los mercados en medio de la calle, en tenderos de madera mientras gritaban el precio de sus productos, incluso había un cuerpo de sanidad de voluntarios, cuyo propósito era llevarse a todos los posibles contagiados. Si valorabas tu vida, que no se te ocurriese salir a la calle con sudor o fiebre, quizás no volvieses a casa.

Con guantes de tela, hechos de sus propias ropas manipulaban los alimentos, algunos con más armario se hacían mascarillas de tela metiendo papel en su interior, esas eran sus únicas defensas ante Estrodo. Desde luego ya tenían más que yo.

Me recogí el cabello en un moño desaliñado, ya comenzaba a molestar su tamaño. Me acerqué al mercado y comencé a llenar mi mochila de provisiones hasta los topes. Manzanas, pan, agua, zumo, carne... Todo lo que creyese que podía durar alrededor de una semana. Una de mis ropas se convirtió en un abrigo frío para la comida, hacía tiempo que robé una especie de placa fría, no mantenía la comida en perfecto estado pero si lo suficiente para poder comer de semana en semana.

En apenas una hora ya salía del lugar, aliviada, no podía arriesgarme a que me reconocieran viví con más miedo a que me capturasen que al propio virus.

—Lo han echo, el pueblo de Ucieda ha sido el primero, por suerte pude huir de España.

No sólo el hecho de que hablasen mi idioma captó mi atención. Paré en seco sobre auqellos adoquines mal colocados de piedras rugosas, miré a ambos lados intentando averiguar de en cual de las dos calles salía ese sonido, ese nombre. Finalmente, tras la pared de una de las casas se alcanzaba a ver la sombra de ambas mujeres, refugiadas en una calle secundaria a una distancia prudencial de la principal.

Eran dos personas relativamente mayores hablando cerca de la entrada del mercado, pero el nombre del pueblo que habían dado consiguió que mi curiosidad se desviara hacia ellas. Era el pueblo de Ethan, aunque pasaran mil años seguiría recordando todo lo que pasó allí y cada detalle de su rostro, me aseguré de recordarlo bien. Sé que no debía pero...

—Disculpe, ¿qué ha ocurrido? —la señora me miró de arriba a abajo con dudosa inseguridad, yo sin embargo hacía parecer que llevaba allí toda la vida. Con cierto recelo contestó, y a cada paso que daba para acercarme y escuchar su débil y temblorosa voz, ella daba otro que se alejase. Al final opté por centrar bien mi oído en sus palabras.

—Ucieda, han mandado al ejército y están ejecutando a sus habitantes, hace poco supieron que habían estado ocultando a una contagiada, se han condenado ellos solos, el registro de casas reveló la presencia de uno en el pueblo hace menos de dos años, ahora cualquiera podría estar infectado.

Me quedé muda, con la mirada fija en la boca de la señora, seguía moviendo los labios pero no quería escuchar más, yo era la culpable de que Ethan pudiera estar muerto o peor, capturado.

Salvó mi vida condenando la suya sin saberlo.

A mi derecha alguien cayó un objeto de cristal, recuperé la respiración de forma acelerada y mi consciencia volvió a mi cuerpo analizando todo rápidamente.

Aquel día creí que le salvaba la vida, me equivoqué, solo condené a un pueblo entero cuando debí haberme entregado por todos ellos.

La señora continuó hablando con su compañera, aunque para ella la conversación estaba finalizada para mí no fue así.

Me apoyé sobre los muros de la casa para mantener el equilibrio, a duras penas levanté la cabeza lo suficiente como para ver a los ojos de la mujer. Aunque el callejón ya de por sí era estrecho, ahora parecía hacerse aún más pequeño. Sabía que no era nada, pero sentí que en cualquier momento acabaría aplastada por ambas paredes.

—¿Alguno ha escapado? —la señora me miró extrañada por la pregunta, al fin y al cabo ella era fiel creyente de que había que acabar con cualquier infectado. —¡Señora!

Ella reaccionó estupefacta por mi grito, pero logró articular, y eso me ayudó a respirar algo aliviada.

—Sí, se esconden en los bosques, aunque no podrán ir muy lejos ya que están cerrando las fronteras.

De nuevo esa presión en el pecho, solté el hombro de aquella mujer, no había reparado en que la estaba agarrando. Con la mirada perdida y la consciencia intranquila comencé a andar, cuando salí de aquel callejón no sabía adonde iría, pero resulta que el mundo tenía planes para mí. Si era cierto que cerrarían la frontera debía darme prisa, sin importar las consecuencias me acerqué a una gasolinera abandonada, rompí el cristal con una barra metálica y entré, llevándome conmigo un bote de gasolina, ya solo me faltaba el coche.

Lo encontré a un par de horas, en medio de la carretera que conectaba dos ciudades desérticas.

Encendió sin ningún problema, las llaves seguían en el lugar del conductor. Solo viendo la escena ya me imaginaba lo que había ocurrido.

Aquella persona escucharía en la radio las últimas noticias, había estallado una crisis mundial, la población había entrado en el caos absoluto y nadie se salvaba, luchaban por lo más mínimo y mataban por lo más estúpido, recomendaron esconderse hasta que pasara, si alguien tenía un búnker mejor.

Esta persona entraría en pánico, dejó su vehículo tirado en la carretera, y por las marcas de neumáticos tras este es posible que viera llegar otro, se asustó, huyó, y por miedo nunca regresó.



#2420 en Ciencia ficción
#16398 en Otros
#2043 en Aventura

En el texto hay: aventura, amor, pandemia

Editado: 30.03.2021

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.