2048

3 de mayo 2044

Corrí, mejor dicho conduje sin descanso alguno, me encontraba exhausta y era insoportable la sensación de pesadez en los ojos, llegué a pensar que moriría estrellada en esa carretera, tampoco ayudaba mucho esos enormes tramos en línea recta, y ahora que el mundo estaba como estaba tampoco había música que escuchar en la radio.

Desde luego no podía vivir sin ella, por lo que pasé la mayor parte del camino cantando las últimas canciones que habían visto la luz antes de la pandemia.

"...Night falls, it's scary and the little girl screams, she panics.

Oh great night, take me under your light and protect me from what I cannot see.

Little girl, breathe, calm, that the moon protects you while you sleep under her cloak..."

Que mejor para la noche, ahora oscura y solitaria, que una canción que hable del miedo hacia ella y nuestra, de naturaleza, preferencia a la luz, desde luego yo nunca he sido de las que prefieren estar bajo el manto de la luna, prefiero ver lo que me rodea, me asusta lo que se esconde en las sombras, y muero por comprender todo lo que no entiendo.

Me gustaría entender el miedo de la gente, de aquellas personas que armadas con prácticamente cualquier cosa estaban recorriendo junto a los policías el bosque entero, en busca de posibles contagiados...

La gente temía tanto por su propia vida que entregaba la de los demás, egoístas. Ni siquiera importaba que dieses negativo en la prueba, un contagiado lo sería toda su vida, y alguien cercano estaría condenado a huir toda ella.

Aparqué a cierta distancia de los grupos tras la maleza, no quería que me vieran. No sabía si volvería, pero era de vital importancia que nada me impidiera correr, esta vez dejé mi mochila en el maletero del vehículo. Podía hacerlo, sabía que sí, Ethan tenía que estar vivo.

Ropa de camuflaje, pelo en una coleta recogido, pistola en el muslo y navaja en el bolsillo. Froté un par de veces mis ojos y refresqué mi cara con un poco de agua helada de la botella. Estaba lista, tenía que estarlo.

Caminé en línea recta, apartaba sigilosamente los matorrales y ramas que estorbaran a mi vista, el bosque estaba dividido en 8 secciones, y se habían dividido en grupos que registraban cada una de ellas.

Bajé a casa de Ethan y entré por la misma ventana que me fui, todo estaba oscuro y un silencio horrible. Con una cerilla encendí la vela que siempre guardaba para emergencias, tomé el candelabro y anduve alrededor de la casa.

La noche había caído y eso me obligaba a iluminar cada rincón, por suerte las linternas daban la posición de los policías, y las pequeñas lámparas de camping desvelaban a los pueblerinos de los alrededores. Al menos así los tenía controlados, por si acaso cerré las ventanas por donde pasaba, no quería que ellos vieran mi luz.

El silencio mi mejor aliado, el sigilo mi gran amigo, el armario de la planta superior había crujido, un ropero antiguo. Podría ser solo una coincidencia, o podría ser Ethan. Subí las escaleras con muchísimo cuidado, cada crujido de uno de ellos era una batalla perdida para mí, rezaba por estar en lo cierto. Me acerqué, la tenue luz lo alumbraba poco a poco, cada detalle de la puerta, pero al abrirla alguien gritó.

Me abalancé sobre él, había dejado la vela en el suelo y lo callé con mis manos, sólo era un niño.

—Tranquilo, no vengo a llevarte, estoy buscando al dueño de esta casa es mi amigo.

Me miró, su ojos me recordaban al pequeño niño de Madrid, no quería pensar que él había pasado por todo eso, no podía cargar con él.

—El señor me dijo que me escondiera aquí y no saliera, volvería a por mí pero aún no ha llegado.

—¿Hace cuánto se fue?

—Dos días señora, no sé qué hacer.

Se me partía el corazón, pero un niño tan pequeño me mataría, si sobrevivía volvería a por él.

—Permanece escondido, no salgas, no abras la ventanas, si ves a alguien que no sea yo o Ethan corre, no te detengas. Si te preguntan en algún otro pueblo eres un huérfano ¿me entiendes?, si no he vuelto en un día vete, sal por la ventana trasera pequeño.

El chico me miró, me hizo un gesto con la cabeza como dándome las gracias, se notaba que tenía ciertas dificultades para hablar. Y por mucha pena que me diera, no podía prometer que fuera a acabar aquella noche con vida.

Eché un último vistazo al interior de la casa, los muebles rústicos de madera ahora formaban parte del pasado. Sin embargo, no pude evitar una pequeña sonrisa, pronto se convirtió en una preocupación extraña.

Salí por la misma ventana y cerré, apagué la vela y entré al bosque, evitando aquellas luces. Eran azules para distinguirlas de las demás, cualquier otra luz estaba condenada a desvelar su posición.

Decidí alejarme un poco de la búsqueda, salir unos metros de los límites que había colocado, pasé el cercado eléctrico, había un apagón por lo que no había problema para salir. Ese cercado no había estado allí años atrás, los habían encerrado dentro como si fueran ratas, todo poco después de que me fuera.

La luz, la maldita luz blanca, la seguí entre ramas y matorrales corriendo con todo lo que daba de mí, era alguien que había escapado.

Aparté lo último que obstaculizaba mi visión y no podía creerme lo que veían mis ojos, al menos veinte personas habían huido y se encontraban allí, reprochando a uno haber encendido la linterna y el resto, apuntándome con distintas armas, desde palos a pistolas.

—Busco a Ethan —levanté las manos en señal de paz y ellos bajaron las armas comprendiendo que no era una amenaza.

—Él supuso que vendrías, Eliana.

Me quedé sorprendida, habían pasado años y ni siquiera podía saber si me encontraba viva, pero confiaba en mí, con tal fe, que sabía que vendría por él y que nunca me alejé tanto como para olvidarle.

—Está en el bosque, ha ido a buscar a un niño, no hace mucho que se fue por allí.



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En el texto hay: aventura, amor, pandemia

Editado: 30.03.2021

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