2048

12 de junio 2044

Aquellas nanas que me cantaban antes de dormir volvían a resonar en mi cabeza, los recuerdos, tan dolorosos que apenas sentía que pudiese vivir con ellos se encontraban al pie de mi siguiente desafío.

Esa áspera piel, aquellas arrugas que tanto secretos guardaban en ellas e incluso ese cabello de un tono rubio oscuro que ahora, con el paso de la edad, había decidido cubrirse de canas blancas y grises, salteando entre su cabello.

La tenía frente a mí, hablándome, pero mi cabeza se negaba a aceptar lo que veía. Si fuera así significaría que la habría abandonado durante años...

Ella tocaba mi cara como si de un fantasma me tratase, y yo la miraba desde la más absoluta incomprensión. Su mano desprendía calor y su caricia rugosa me daba la certeza de que no soñaba. Estaba viva, tan viva como yo.

Todo el campamento pareció parar para echar un vistazo en aquel momento a la situación. Pude comprobar que realmente todos supieron que habían ido a rescatarme allí, por ella.

—Eliana, puedes acercarte a ella, no te preocupes, no puede contagiarte —Chavs intentaba sacarme del extraño mundo en el que me encontrase ahora, aunque mi cuerpo estuviese presente mi mente se encontraba muy lejos, recorriendo mi pasado, la familia que perdí e incluso la idea de que todos estuvieran vivos. Luego analicé la frase, ¿cómo no iba a contagiarme? Aunque eso realmente ahora no me importaba en absoluto.

Solo estaba pendiente a la mujer que se postraba ante mí diciendo ser mi madre, no sólo eso, lo era. Además habría heridas del pasado que ojalá hubiesen permanecido cerradas.

—Cariño...

Su voz, fue como un bofetada de realidad, hasta ese entonces que volví a escucharla no fui consciente de que no recordaba como sonaba. Era un recuerdo tan doloroso que había olvidado la voz de mi propia madre, su maldito nombre, y sino fuera porque estaba a centímetros de mí tampoco recordaría su rostro.

Me siento una mala hija, egoísta, que abandonó a su familia por sobrevivir a todo coste.

Era tan suave y autoritaria como lo fue siempre, toda una líder.

Chavs viendo que la situación no era fácil nos dejó solas, una con la otra en el interior de una de las pocas tiendas montadas, apenas cuatro sillas y una mesa.

—Lo siento, si hubiera sabido esto jamás te hubiera dejado, te hubiera buscado. —lloré desconsolada, en los protectores brazos de mi madre. Consolada por sus manos acariciando mi cabello de forma suave y pausada, se mantenía fuerte para no llorar delante de mí, ella era así.

¿Que haría cualquier hijo que viese a su madre después de creer que estaba muerta? Realmente no lo sé, yo solo supe desahogarme, todos los sentimientos que he estado guardando durante tanto tiempo me estaban matando por dentro. El hecho de encontrarla con vida me hizo explotar, no aguantaba más.

—Tranquila pequeña, llevo años sabiendo de ti y buscándote, tu amigo me ayudó a encontrarte y no sabes cuánto me alegro mi amor —sonreí, dándole mentalmente las gracias a Chavs, jamás le podría pagar esto.

Le conté todo, mientras acariciaba mi cabeza aún reposada sobre ella. Madrid, Ethan, papá, Interno, Wuhan...

—Si hubiera sabido que me buscabas jamás me habría ido de tu lado, lo siento muchísimo mamá, ni siquiera sé cómo es posible que siga viva. He pensado en dejarme morir numerosas veces, incontables, he tocado fondo tantas otras que tenía miedo de ser yo incluso la que apretara el gatillo. Me alegro de no haberlo hecho, a pesar de todo esto estoy aquí, contigo.

—A pesar de todo estamos juntas. —por fin dirigió su mirada a mí, el olor a vainilla del lugar me ayudaba a tranquilizarme. —Te seguí la pista durante tantos años que te reirías, incluso llegué a encontrarte en casa de Ethan, pero para cuando fui a por ti durante la noche ya no estabas, te habías vuelto a marchar. Cariño, no parabas quieta ni un solo segundo.

Ella reía, supongo que después de estar muerto la vida suena a chiste, al fin y al cabo todo los que continuamos vivos ya no estamos seguro de estar en casa o en el infierno.

Chavs entró a la carpa sin previo aviso, ambas nos sobresaltamos y casi caímos la vela que iluminaba la estancia en la mesita al lado de la cama, muy a mi pesar tuve que levantarme de ella.

Chavs junto al jefe de su tribu se colocaron de pie a la altura del sillón, me miraba por encima del hombro. No le habría hecho ninguna gracia venir a recogerme y he de decir que yo tampoco le guardo ningún aprecio. Seguía siendo el mismo viejo antisocial y arcaico.

—Estáis aquí por una razón, os considero importantes en la batalla o vuestro instinto es tal que necesito de vuestro consejo.

Miré a mi alrededor, no veía a Ethan por ninguna parte. No estaba en las mejores condiciones y necesitaba verle, pero mi madre agarró nuestras manos para que no saliera, quizás esperar un par de minutos no suponga nada, o al menos eso esperaba.

Nos indicó con la cabeza y acabamos en una carpa mucho más grande que la anterior, mientras que la otra era un intento de dormitorio, esta era una enorme sala de estrategia para la cuál si habían gastado el tiempo en montar. La pizarra de tiza al fondo y una larga mesa con muchas sillas, para mi sorpresa ya había personas sentadas en ella.

Con un movimiento de mano nos invitaron a tomar asiento.

—Hemos reunido un ejército de 50 hombres y mujeres dispuestos a morir por la causa —el viejo seguía hablando, con su voz áspera e irritante —propongo algo, todos los presentes en esta sala tenemos algo en común.

¿En común? En esa sala habíamos unas 8 personas, todos sentados alrededor de la mesa. Chavs, mamá, el jefe de la tribu, guerreros a los cuáles no conocía...

—Hemos fracasado en nuestro intento por entrar a Wuhan, necesito que toméis parte en una votación ya que conocéis las consecuencias del acto en sí, su peligro, ¿estáis dispuestos a entrar a la ciudad? Tenemos 50 personas que irán junto a nosotros, solo debemos llegar al muro.



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En el texto hay: aventura, amor, pandemia

Editado: 30.03.2021

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