2048

16 de marzo 2045

Quité los nudos a mis zapatos y los llevé colgando de mis dedos. La hierba me hacía cosquillas en los pies descalzos, siempre fui muy frágil en esa zona pero no me importaba, tomé un minuto para parar y respirar, miré el cielo las nubes que avanzaban con nosotros. Estaba agotada pero seguía aquí, estaba tan contenta que la sonrisa se me escapaba de la cara, a pesar de todo era eso, seguía aquí.

Agarré con mis dedos el tacto de la hierba en ellos, quién me diría que podía ser la última vez que lo sintiera, o que algo tan insignificante llegaría a añorarlo tanto.

—¡Vamos chicos, aprovechadlo bien será el último descanso!

El viejo, a pesar de su edad seguía dando órdenes y nadie le cuestionaba. A veces le miraba indiscreta intentando descubrir algo aunque su mirada fuese imposible de leer yo seguía intentándolo, con sus arrugas y heridas de batalla. Era una viejo antisocial, pero sabía perfectamente que lo poco que conocía de él no era cierto, quería más.

—¿Eliana? —me sobresalté tanto que hice botar un poco al pobre Ethan que tardó un poco en continuar hablando. Había conseguido el mejor sitio junto al lago, podía darme el lujo de sentarme repoyada en el árbol con las piernas en remojo. Esa sensación helada cuando conseguí meterlas poco a poco fue asombrosa, yo misma me sorprendía de seguir notando algo al tacto. —Todos están preparando sus cosas, ¿qué haces aquí sola?

Era él quien llevaba un vendaje en la cabeza, que tenía que subir continuamente para que no le tapara los ojos, desde luego debía ser muy molesto. Sin embargo ahí estaba, mirándome fijamente, y a pesar de ser él quien necesitaba la ayuda venía a preocuparse de mí.

—Estoy bien, sólo quería disfrutar de la soledad, ¿alguna vez te has parado a alejarte del bullicio, a escuchar el chapoteo del agua, el viento en las hojas? Es lo que más hecho de menos de estar sola, me resultaba muy relajante, pero ahora con esta panda de gritones no puedo disfrutar de ello, siempre me ha gustado estar sola, ni siquiera sé como he acabado aquí.

—Por mí, no creas que olvidé lo que hiciste —esa maldita sonrisa burlona me mataba, lo sabía perfectamente aunque me esforzara en ocultarlo. —Yo también hubiera vuelto a por ti, incluso te busqué por los alrededores cuando marcharon esos guardias para irme contigo, pero ya te habías ido...

Mi corazón se hizo añicos, ¿por qué me sentía así? Culpable.

Ambos nos miramos, y sin decirnos más que aquella mirada creo que llegamos a la conclusión de que era hora de zanjar la conversación. Siempre fui un lobo solitario, y ahora estaba más acompañada que nunca, después de creer numerosas veces que acabaría matándome o volviéndome totalmente loca.

Ethan se levantó y me tendió la mano, yo miré hacia otro lado secándome una lágrima disimuladamente, había sufrido mucho y seguir tragándome todo este dolor seguía quemando dentro de mí, cualquier día acabaría estallando en llamas.

—Bueno, entonces me tendré que ir solo —sentenció después de ver que su mano no era correspondida.

Ilusa de mí que creía que realmente se marchaba, se quitó la ropa de espaldas a mí, bajo mi atenta mirada, no había visto un chico tan blanco en mi vida. Aunque pensándolo mejor me miré el brazo, llevábamos semanas caminando entre árboles, no era yo quién para juzgar su palidez.

—¿Vienes? —se había tirado al lago salpicándome entera, e ignorando mis quejas él seguía insistiendo para que entrara. Así lo hice.

Dejé la ropa junto a mis zapatos y me lancé de cabeza, nunca viene mal remojarse, si muriera intentando llegar a Wuhan al menos no sería cubierta de barro.

—No creo que sea recomendable que te bañes, Ethan te despertaste hace apenas una semana...

Él miró a sus alrededores, dijo que no veía ningún médico y acto seguido se hundió en el agua. Estaba de los nervios, nunca fui una buena nadadora, es más no nadaba solo flotaba y me movía imitando a los perros, patética lo sé.

Me agarró las piernas y deslizó sus manos hasta mi cintura atrayéndome a él, colocando su cabeza cerca de la mía. Me abrazó, como si fuera la última vez, y yo también lo hice.

Estábamos a punto de hacer algo que nunca creí posible, así que apreté los brazos con todas mis fuerzas, respirando su aroma para no olvidarle nunca. No quería separarme de él y al parecer tampoco Ethan quería alejarse de mí.

Me soltó un poco, lo suficiente como para mirarme a los ojos.

—Pase lo que pase Eliana, estoy locamente enamorado de ti desde el día que te encontré en aquel callejón.

No pude responder, se acercó a mí para besarme, un beso que nunca llegó. Quedó en el aire envuelto en el frío que desprendía el agua y comenzaba a calar nuestros huesos.

—Es hora de irnos —interrumpió Chavs que se encontraba en el árbol, sosteniendo mi camisa en la mano y mostrándomela de manera reprobadora —tenemos prisa así que sea lo que sea que estéis haciendo no os demoréis, tortolitos.

De forma acelerada se marchó cabizbajo, supe lo que ocurrió al instante sin embargo, decidí salir y vestirme para volver con los demás. No dije palabra alguna a Ethan, tampoco a Chavs. A veces un corazón roto debe sanar solo, y la persona que lo rompe no puede ser quien lo cure.

Todos estaban en fila, lo más rápidos delante, los mas lentos atrás. Busqué a Ethan desde mi posición pero éramos unos cincuenta desconocidos allí reunidos, con un propósito común, a nadie le importaba la persona que tenían al lado, excepto a Chavs que se encontraba a mi derecha, ambos estábamos en las primeras posiciones.

Al borde del claro veía la explanada, los guardias distraídos que en unos segundos harían el cambio de turno, tendríamos 20 segundos más de ventaja sin bajas.

—¿Estás preparada? —Chavs me agarró fuerte de la mano, y yo a él.

—Pase lo que me pase Chavs, sigue adelante —el asintió y me pidió que hiciera lo mismo, miramos al frente y el viejo, que decidió quedarse junto a mi madre en la tribu, gritó dando la señal de salida.



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En el texto hay: aventura, amor, pandemia

Editado: 30.03.2021

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