El campamento estaba sumido en un silencio denso. Hasta Meredith, siempre curiosa, se mantenía quieta junto a Milo, observando con atención a la mujer recién llegada. Soren bebía agua lentamente, con las manos temblorosas. Su rostro mostraba señales de fatiga, pero sus ojos estaban lúcidos... y asustados.
Tracy se arrodilló frente a ella, manteniendo la voz baja y firme.
-¿Qué quisiste decir con "algunos eran humanos"?
Soren bajó la mirada.
-En los niveles más profundos del complejo... experimentaban con la transferencia biogenética. Intentaban fusionar el ADN humano con el de sus criaturas. Decían que era la única forma de lograr simbiosis. Algunos voluntarios se ofrecieron... otros fueron obligados.
Sam soltó un bufido.
-¿Y los que sobrevivieron?
-No todos perdieron su humanidad -respondió Soren, con un hilo de voz-. Algunos aún recuerdan quiénes eran. Pero la mayoría... -hizo una pausa, conteniendo las lágrimas-. Ya no reconocen a nadie. Son agresivos. Instintivos. Las pruebas destruyeron su mente.
Liria dio un paso atrás, claramente perturbada.
-¿Estás diciendo que los Divoks que hemos enfrentado... pudieron haber sido humanos?
Soren asintió con pesar.
-Algunos sí. Otros son criaturas completamente artificiales. Pero hay... híbridos. Mezclas inestables que aún deambulan por el bosque. Muchos no saben qué son... y eso los hace peligrosos.
Tracy se puso de pie, con el rostro endurecido.
-Esto cambia todo.
Sam cruzó los brazos.
-¿Cómo luchas contra algo que tal vez era una persona?
-Tal vez no se trata de luchar -dijo Liria en voz baja-. Tal vez se trata de elegir a quién salvar... y a quién no se puede.
Un crujido proveniente del bosque hizo que todos se giraran al instante. Sam levantó su machete. Milo gruñó, pero no ladró.
-¿Más visitantes? -murmuró Tracy, tensando el arco.
De entre los árboles emergió una figura... más alta que un humano, pero más esbelta que un Divok común. Tenía placas óseas en los brazos, y sus ojos... no eran hostiles. Eran tristes.
Soren se puso de pie de golpe, reconociéndolo.
-¡No! ¡Esperen! ¡No lo ataquen!
Tracy no bajó el arco.
-¿Quién... o qué es eso?
-Se llama Kael -respondió Soren-. Era mi hermano.
Todos quedaron paralizados.
Kael levantó las manos lentamente, como si supiera el miedo que provocaba. Luego, en una voz rasposa y extrañamente humana, murmuró:
-No... quiero... hacer daño.
El silencio fue total. Ni siquiera el viento se atrevía a soplar.
Tracy bajó el arco, apenas.
-¿Puede entendernos?
Soren caminó hacia él, con lágrimas en los ojos.
-Lo encerraron durante semanas. Usaron su cuerpo como base para un nuevo prototipo. Pero... su mente resistió.
Meredith, rompiendo la tensión, se acercó un poco más, sujetando la mano de Milo.
-¿Es un Divok?
Kael bajó la cabeza.
-Soy... lo que quedó.
Tracy miró a Sam, luego a Liria. Todos comprendían lo mismo: estaban en medio de una verdad que alteraba todo lo que creían saber.
Soren, aún al lado de su hermano, habló con más firmeza esta vez.
-No todos los Divoks son monstruos. Algunos... necesitan ayuda.
Tracy asintió lentamente.
-Entonces tenemos que saber quiénes son... antes de levantar nuestras armas.