Cuando llegó al aeropuerto vio con casi alegría que Yuji estaba allí para recogerla. Se saludaron como de costumbre y después subieron a un taxi. Allen le pidió ese favor pues Mirei estaba inusualmente ocupada y pues vivían en el mismo edificio, de alguna manera de daba seguridad.
En el trayecto se enteró de que Kendra comenzó a participar en concursos de belleza, el objetivo era representar al país aunque le faltaban algunos años para resultar elegible mientras tanto aprendería todo sobre los certámenes y belleza en general.
Por otro lado su hermana Keira, quien a veces contestaba los mensajes de Yuji, accedió a considerar salir con él aunque no quería que esperara mucho y que no confundiera el hecho de que cuando iba de visitar llegaba a la casa de su pretendiente solo porque no había otro lugar al cuál llegar.
Hana le platico todo lo que vio en Zurich y le parecía que había estado días separada de Allen aunque tan pronto llegara a la casa le llamaría. También le platicó sobre los humanos que conoció allí pero, no sé sintió amenazada de ninguna manera, solo fue así.
Llegaron al edificio y él se ofreció a llevarle las maletas, al día siguiente podría repartir los recuerdos que les llevo. Justamente al llegar al piso donde vivía, había dos personas de traje inspeccionando a quien entrara y frente a su puerta había un anciano custodiado por al menos cuatro personas.
— Yuji, deberías volver. Mi abuelo está aquí...— le pidió pues no sabía que harían esos hombres.
— Bien, llamar si necesitas ayuda.
— Si...— salió del elevador mientras se cerraba la puerta tras ella. Los hombres tomaron su maleta y la revisaron sin desacomodar nada.
— Señorita, su teléfono. — le recordó uno de ellos. Había olvidado que estricta era la seguridad a su alrededor. Hana lo entregó y fue confiscado.
Camino hasta poder abrirlo la puerta y el anciano entro frente a ella.
— Pueden esperar aquí. — les ordeno. Hana cerró la puerta de la casa, tenía un olor a encierro y comida que quizás se echó a perder. El anciano estaba demasiado jovial para su edad, alrededor de unos ochenta años o más, y se sentó en una sola que le gustó. — ¿Disfrutaste tu viaje?
— Si, abuelo, ¿a qué viniste? — y se sentó frente a él.
— La próxima semana hay una cena familiar. Debes asistir.
— No — contesto sin titubear. Le debía respeto ya lo sabía pero, tampoco podía olvidar como fueron golpeados la última vez que los vieron.
— Hana, no estamos jugando. ¿Crees que estoy dejando que tú padre intenté arreglar las cosas contigo solo porque si? ¿Te parece divertido?
— No pero, abuelo, ya no soy parte de la familia Kanronji. Ustedes me expulsaron.
— Pero, niña, aún usas nuestro apellido o, ¿vas a usar el de tu madre? ¿Midorikawa? ¿Es lo que esperas? — contesto severo.
Hana no usaba su apellido por gusto. Incluso si lo quería cambiar sería un dolor pues el trámite sería largo. Su familia le dio la espalda pero, parecía una tortura especial tener que visitarla a cada momento. El anciano fue a prepararse un té. Al notar que se sirvió como si nada significa que ya había entrado a la casa y revisado hasta el último rincón de ella.
— Eileen es tu nueva madre. Tiene una niña de tu edad y es tu hermana. — Anuncio cuándo se volvió a sentar — deberías conocerla.
— No quiero. — contesto. Para que verse si ya sabía la respuesta.
— Escuché que entraste a la mejor universidad del país por causa de ese hombre. Es tu tutor legal, ¿no?
— ¿Es relevante? Si mal no recuerdo, con ustedes no hay tratos pues los olvidan rápido y con frecuencia — añadió.
— Es posible. Sería mejor si fueras a la facultad de negocios y administración. De cualquier manera, la empresa Kanronji caerá en tus manos tarde o temprano.
— Abuelo, por favor, ambos sabemos que no es cierto. No sé porque se oponían tanto a mi matrimonio pero, ¿ahora viene a decirme que la empresa será mía? Mejor vaya y dígale a mi padre que le dé un nieto bonito y obediente porque yo no la quiero.
El anciano la miro con desdén. Le resultaba insoportable e impertinente que esa niña le dijera tales cosas como si fueran iguales. También su forma de responder le recordaba mucho a Dalia cuando tenía la misma edad y rogaba perdidamente que le dejaran casarse con Shinichi aunque no tenía la edad ni valor suficientes.
— En navidad, la familia se reunirá. Trae a ese chico de lo contrario si no se atreven a asistir, puedo ir por ustedes hasta el mismísimo infierno. — le ordeno
— No. Abuelo, ¿por qué nosotros no podemos estar juntos? ¿Porque están esperando que nos separemos? ¿Cuál es el beneficio?
— Y eso de que te sirve, si ni la muerte los va a separar. — contesto
— Hablo en serio. Viene y trata de decirme que hacer, ¿le parece que tengo ganas de escuchar sus injustas palabras?
— Pues sí. Si de verdad los quisiera separados desde hace mucho te hubiera puesto una cadena en el cuello pero, es bastante divertido que jueguen a los espositos. Hana, yo no pierdo el tiempo y no hago jugarretas como tú padre, si los quisiera separados mejor matarlos en este momento, no hay lugar donde su puedan esconder, me retiro...— y salió.
Editado: 15.04.2025