3. Contigo hasta el fin del mundo

Cap 4 Ariadna

🌹Capítulo dedicado 

a

Alba Yaneth Mateus Martin🌹


—Odio a tus padres —digo cuando veo a esas dos serpientes desaparecer por la puerta del restaurante. Zion ríe por lo bajo.

¡Dios, qué ganas tengo de gritar!

¡Aaaahhhhhhh!

Esa ha sido una de las situaciones más asquerosas de mi vida. Me siento sucia, violada, ultrajada y no sé cuántas cosas más. Cuando llegue a la residencia tendré que darme un baño a conciencia, tal vez pasarme cepillo por las tetas para limpiar la baba de ese cretino.

¡Qué asco!

Por Dios, soy la novia de su hijo, bueno, no, pero él no lo sabe. ¿Cómo puede ser tan descarado? Tenía a su esposa a su lado, es que es un cara dura, sinvergüenza, inútil, mal parido y como diría una antigua amiga de la secundaria, Alejandra Ayala, no tiene todos los caramelos en su frasco.

Y la vieja esa... ¿Se puede ser más arpía? La tipa me quería despedazar. La considero un poquito, solo un poquito, porque si mi marido hace lo que... No, ¿qué estoy diciendo?, no la considero, la vieja esa es una sumisa blandengue y, y, y.... ¡Ay, no sé...!

Solo sé que si me llegan a hacer eso, la paliza no se la quita ni el médico chino, me encargaría de arrancarle los ojos y partirles los brazos mientras sus gritos se escuchen en Alemania. Yo sí no le tengo miedo al escándalo, de hecho, me encanta formarlos.

—Lo siento por eso.

—¿Y tú por qué te disculpas? La culpa es de ellos, en todo caso, de Dios por darte esa mierda de progenitores. Tío, en serio, yo pensaba que mi familia era un asco. La tuya le gana astronómicamente.

—¿No te molestó que te trataran así?

¿Molestarme? La verdad es que no sé. Estaba que rabiaba, pero ofendida no. En realidad me limpio el trasero con lo que piensen de mí, no los volveré a ver.

Me encojo de hombros.

—Cuando tienes una hermana que vive su vida soltando veneno por su boca, te acostumbras. De hecho, tus padres parecían angelitos, al lado de ella.

Zion alza su ceja derecha mientras me observa detenidamente. ¿Cómo se las arregla para verse condenadamente sexy? Y si a eso le sumamos que tiene a Emma dormida plácidamente en su regazo... Nunca pensé que un padre me resultaría excitante.

—Pensé que habías dicho que eras hija única.

—No creas ni la mitad de lo que dije, aunque creo que la parte de que solo éramos mi madre y yo, sería mejor que mi patética realidad. —Respiro profundo dramáticamente, pero cuando interiorizo lo que dije, me arrepiento—. ¿Sabes qué? Olvida eso último. Vivir sola con mi madre sería un infierno. Digamos que preferiría ser huérfana.

—¿Tan mala es su relación?

—Mala es un eufemismo, cariño.

—Entonces, ¿nos vamos?

—¿Y perderme el almuerzo? ¿Estás loco? Es el plato más caro de este lugar, no voy a desaprovechar la oportunidad de probarlo.

Y como si fuera anunciada, la camarera llega con nuestro pedido, se confunde un poco al ver los dos puestos vacíos, pero le pido que me lo envuelvan para llevar. Esa será una magnífica cena.

La chica me mira como si me hubiesen salido tres cabezas.

—Lo siento, señorita. Nosotros no hacemos ese servicio.

—Él va a pagarte por tu bondad. —Señalo el rubio a mi lado—. Cincuenta dólares creo que sería suficiente. —Continúa mirándome raro, aunque no se me escapa que de vez en cuando su vista cae en mi escote.

¿En serio? ¿Qué tiene la gente hoy con mis tetas?

—Creo que estaría dispuesto a pagarte cien para que nos ayude —comento con una sonrisa radiante, de esas que sé, le aflojan las patas a cualquiera y pongo mi mano sobre la suya. La acaricio con mi pulgar y la chica traga duro.

Ja, la tengo en la mano.

—Estará listo su pedido para cuando terminen el almuerzo. Que lo disfruten.

La castaña se marcha colorada y me volteo satisfecha hacia Zion quien me mira riendo mientras niega con la cabeza.

—Estás loca, Ari.

—Aun así te gusto. —Me encojo de hombros y casi me atraganto con la primera cucharada cuando él pronuncia sus próximas palabras.

—Aun así quiero follarte. No te confundas. —Bebo el agua frente a mí, mientras evito hacer una escena desagradable botando toda la comida de mi boca.

Respiro hondo, el muy imbécil me ha sorprendido.

—¿Así que ya admites que quieres follarme?

—Desde el minuto en que te vi por primera vez. Pensaba que te habías dado cuenta y aunque lo niegues, sé que tú también lo deseas.

—No te creas tanto, cielo. Estás bueno, pero no eres irresistible. No te tengo tantas ganas, he tenido quién caliente mi cama estas noches —miento descaradamente.

¿Quién en su sano juicio no querría follar con él? Y otro detalle, después de que Eddy, mi último ligue, se puso todo intenso queriendo que conociera a sus padres, no he estado con nadie más. De eso ya hace un mes.




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