🌹Capítulo dedicado
a
Maru🌹
Ariadna:
Varias cosas cruzan mi cabeza luego de sus últimas palabras; uno, esa vieja es una hija de puta; dos, no me investigó porque si no sabría quién es mi madre realmente, lo cual no lo veo muy posible pues Zion estaba seguro de que lo harían. Lo que me lleva a pensar en otra opción, que sí me investigó, pero que el chico que me ayudó a pasar desapercibida y esconder de qué familia provengo, hizo un trabajo excelente y yo no le pagué lo que realmente se merecía.
Creo que tendré que contactarlo. Me pregunto si ahora que está comprometido, acepta el mismo tipo de agradecimiento.
—Madre —le reprende Zion por lo dura y fuera de lugar que han estado sus palabras y solo me hace falta ver como evita mirarme para saber que está avergonzado.
De verdad, tengo mucha curiosidad por cómo la madre naturaleza se las ingenió que naciera este chico, que si bien no lo conozco tanto, a la legua se nota que es una excelente persona y en nada se parece a los dos sujetos frente a mí. Cada día que pasa, se refuerza más mi hipótesis de que es adoptado, aunque siguiendo esa lógica, yo también sería adoptada pues mi familia es una reverenda mierda.
Rodando los ojos, alejo la silla de la mesa y me siento, Zion me sigue mientras acomoda el cochecito de si hija, a su lado.
—Pues tenemos un enorme problema —comento—. Ninguno de ellos es la clase de hombre con el que estaría mi madre. —La rubia frente a mí entorna los ojos—. Digamos que a mi madre le gustan los altos fortachones, con muchos tatuajes, barba de tres día, vamos, un chico malo y todos estos, sin ánimos de ofender —aclaro mirando a los cuatro hombres—, parecen espaguetis.
》El mejorcito es el tercero y aun tendríamos que revisar su entrepierna. ¿Podría bajarse los pantalones, señor?
El hombre en cuestión abre los ojos como platos y se sonroja, por algún motivo se ve tierno y sin dudas es el tipo con menos posibilidades para ser el esposo de mi madre, no la aguantaría y no me refiero en la cama.
Los hombres a su alrededor miran su entrepierna mientras el aludido intenta cubrirla con nerviosismo y yo tengo que hacer lo posible para no reírme.
—Vulgar.
—Oh, vamos, señora, ¿va a seguir ofendiéndome? Porque déjeme decirle que a este juego podemos jugar dos.
Camil me observa con los ojos achinados y la mueca de alguien que acaba de tragarse un limón, pero yo la ignoro. A mi lado, Zion se revuelve el pelo ofuscado, pasa las manos por su rostro y observa a su madre. Su padre ni se ha inmutado.
—¿Podemos cenar tranquilos? —pregunta mi supuesto novio intentando calmarse.
—¿Cómo quieres cenar tranquilo cuando tenemos a esta vulgar presente...?
No sé si la vida se confabula conmigo en cuanto a molestar a otros se refiere, pero sin previo aviso un gas producto seguro de todos el refresco que tomé hace unas horas, sube por mi esófago y aunque en otro memento lo disimularía, en esta ocasión dejo que salga con fuerza e interrumpiendo las palabras de mi suegra que me mira escandalizada.
Sin vergüenza de ningún tipo, tomo un sorbo de agua de la copa a mi lado.
—Oh, Dios, qué alivio, no sabe el tiempo que llevaba ahí atorado. ¿En qué estábamos?
Doy gracias a Dios que los poderes de Cíclope, no existen, sino en este momento Camil me hubiese matado. El señor Bolt permanece imperturbable, con su vista clavada ustedes ya saben dónde, así que, enojada, pero con cuidado, voy resbalando en la silla hasta que la puntas de mis dedos toca el piso y contengan mi inminente caída, mi quijada se ha comido mi cuello y estoy incómoda como el demonio, pero al menos mis senos están por debajo de la mesa y mis ojos quedan a la altura de los del señor.
—¿Qué estás haciendo? —pregunta Zion confundido y yo levanto mis ojos como puedo provocándome un ligero mareo, pero es que la posición en la que ha quedado mi cabeza, no me permite mucho movimiento.
—Nada, es solo que tu padre no sabe dónde están mis ojos y bueno, yo solo los pongo en su punto de mira para que no se pierdan de nuevo.
Un golpe por debajo de la mesa, el sobresalto del señor Bolt, los ojos de su esposa fulminándolo y los labios fruncidos de este como si intentara aguantar el dolor, me dan a entender que la doña señora no tan fina, le ha propinado un golpe por debajo o tal vez le ha encajado las agujas de su tacón. Qué lástima que no haya sido a su entrepierna.
Al ver que el señor apartó su mirada de mis bien cubiertos senos, me incorporo en la silla con ayuda de Zion.
El brazo del rubio se posa en mis hombros y yo no puedo evitar tensarme, así como no puedo evitar la piel de gallina y el escalofrío que recorre mi cuerpo ante su toque. Acaricia mi brazo y con una risita baja se acerca a mi cuello.
¿Pero qué coño hace? Por mi parte, presiono las piernas pues la sensación de su nariz cerca de mi cuello está haciendo estragos conmigo y me concentro en controlar la respiración. Parezco una puta adolescente.
—Me encanta que seas así —susurra y el leve movimiento de sus labios rozan la piel de mi oreja. Hijo de puta—, pero por favor, contrólate un poco, por mucho que esto me divierta, quiero salir lo más rápido posible de aquí.