🌹Capítulo dedicado
a
Diana Ramos🌹
Han pasado tres días desde que Ariadna y yo establecimos todas las pautas de nuestro acuerdo y por fin se ha mudado.
Las últimas semanas han sido complicadas para todos. Abigail tuvo que abortar el bebé debido a la leucemia; es tan irreal asociar esa enfermedad con ella porque alguien tan dulce y bueno no debería tener que pasar por algo así. Desde entonces Maikol no ha sido el mismo y, a pesar de que delante de su novia permanece fuerte, sé que necesita un poco de tiempo para superarlo.
Para colmo Kyle y Addy han terminado y no se imaginan mi nivel de frustración al ver a mi amigo abandonarse a la bebida, aun no puedo creer que haya tenido que caerle a golpes para que se abriera a nosotros. No puedo siquiera imaginar lo que debe estar sintiendo ahora... enterarte de que tu padre fue el culpable de la muerte de la madre de tu novia, debe ser devastador.
Ariadna y yo nos vimos envueltos en medio de toda esta pesadilla intentando recoger los pedacitos rotos de cada uno de nuestros amigos y prácticamente sin tiempo a evolucionar en nuestra relación. No ha sido fácil, pero por fin hoy los días son más claros y ella ha decidido que era momento de mudarse. Y maldita sea esta mujer. ¿Por qué tiene tanta ropa? Lo juro, dos gusanos repletos, de los que no debe usar ni la mitad y en ellos no están incluidos los zapatos y carteras. Dónde tenía guardado todo eso, es un misterio para mí.
Trasladamos sus cosas hace cinco horas y aún está encerrada en la habitación acomodándolo todo. Por suerte aquí tiene suficiente espacio para no tropezar con nada.
—Eh, tío, ¿qué haces aquí tan solo? —pregunta Kyle sentándose a mi lado en el sofá.
—Solo lleva cinco horas aquí y ya me prohibió la entrada a la habitación. Creo que he convertido mi vida en una guerra. —Mi amigo se ríe y eso me hace feliz. Hace días que no lo veía con tan buen ánimo y eso es un alivio.
—¿Qué hiciste?
—Nada... solo curiosear en sus cosas, quejarme de que tiene demasiada ropa, reírme de una foto en la que salen las tres cuando tenían diez años y ella tenía frenillos; lo normal cuando empiezas a vivir con una mujer, supongo. —Me encojo de hombros.
—Lo normal —comenta con una sonrisa y yo lo imito—. Alégrate de que te haya expulsado de la habitación y no lanzado un zapato por la cabeza. Estamos hablando de Ariadna.
—Creo que tienes razón. ¿Y tú? Tienes buena cara hoy. —Supera profundo.
—Pasado mañana iré a Nordella. Denunciaré a mi padre. —Mis ojos se abren desorbitados ante la sorpresa. No me lo esperaba, o sea, el señor Andersson se lo merece, pero que Kyle lo denuncie... no lo sé, creo que hay que tener mucho valor para eso.
No sé si yo podría. Es su padre.
—¿Estás seguro? —Asiente con la cabeza.
—Es lo correcto, Zion. Si no lo hago no creo que pueda vivir tranquilo, lo que él hizo no tiene perdón.
—No lo tiene y si estás seguro, aquí estoy para apoyarte. Si quieres te acompaño.
—No te preocupes, creo que debo hacer esto solo. —Asiento de acuerdo.
—¿Y qué harás con Addyson? —Otro suspiro se le escapa mostrando su tristeza y lo roto que tiene el corazón. Me jode no poder hacer nada para ayudarlo.
—Una vez que mi padre sea enjuiciado y la muerte de su madre tenga justicia, haré hasta lo imposible por recuperarla. Esa chica es mi vida, Zion. —Su voz se quiebra ante sus últimas palabras y yo no sé qué hacer, nunca antes lo había visto así.
Lo observo de reojo, tiene la cabeza apoyada en el espaldar, las manos agarradas sobre las piernas, los ojos cerrados y una lágrima descarriada surca su rostro.
—Addyson te ama, Kyle. Y eres el tío más impresionante que conozco, estoy seguro de que la recuperarás; si no, me avisas que yo te ayudo a secuestrarla y enviarla a una isla desierta.
Se ríe.
—¿Qué problemas tienes tú con los secuestros?
—No lo sé, pero algún día alguien me dará el visto bueno y cumpliré mi sueño de secuestrar a una persona. De igual forma la oferta está en pie por si te decides.
—Lo tendré en cuenta.
—Genial.
Caemos en un silencio cómodo por varios minutos hasta que el timbre de la puerta lo interrumpe.
—Voy yo. —Me levanto del sofá con energía, pero antes de dar un paso, Kyle agarra mi mano deteniéndome.
—Gracias. Siempre encuentras la manera de hacerme sentir mejor.
Sonrío, creo que tengo un master en hablar estupideces para que los demás olviden su dolor. Sí, soy realmente bueno en hablar mierda. Diploma para mí, por favor.
—Sabes que soy el mejor —contesto encogiéndome de hombros.
Camino hacia la puerta con una sonrisa satisfecha que se esfuma al ver a mis padres. ¿Qué demonios hacen aquí?
—Necesitamos hablar. —Son las primeras palabras de mi progenitor.
Genial. Suspiro profundo para armarme de paciencia y abro la puerta totalmente permitiéndoles la entrada. Kyle, al verlos, se pone de pie.