3. Contigo hasta el fin del mundo

Cap 18 Ariadna

🌹Capítulo dedicado a Isabel Mellado🌹

Capítulo 3 de 3.

Mi cuerpo se tensa ante sus palabras. ¿Me quiere? ¿En plan, mujer, madre de su hija o amiga media loca con la que se acuesta de vez en cuando?

Me obligo a respirar con calma a pesar de que mi corazón marca un ritmo desenfrenado y a relajar la tensión de mis hombros de la que seguro, él ya se dio cuenta.

¿Me quiere?

¿Por qué eso me emociona y me aterra a la vez? Es emocionante saber que hay una posibilidad de que mis sentimientos sean correspondidos, que tal vez no fui la única tonta que involucró su corazón en este pacto del demonio, pero al mismo tiempo es aterrador. No sé qué hacer con mis sentimientos, ¿qué demonios se supone que voy a hacer con los de él?

Hace años que no me veo como la novia de nadie, que huyo de cualquier tipo de sentimiento hacia la especie masculina que no sea más que una amistad y encontrarme ahora ante alguien como él, que me mira con tanta dulzura, que me protege de mi propia familia, que está ahí para levantar mi espíritu cuando siento que nada más importa, me provoca una mezcla de sentimientos que no consigo entender.

Sin saber qué decir o cómo reaccionar, decido callar ante su confesión. Es cobarde, lo sé y él se merece una respuesta de mi parte. También sé que en una ocasión me prometí que si mis sentimientos progresaban, haría hasta lo imposible para enamorarlo, pero decirlo y hacerlo son dos cosas distintas. Quiero estar segura, no de mis sentimientos porque eso lo tengo claro, sino de que cuando tome su mano, no tendré miedo y podré darle todo de mí tal y como se merece.

He vivido toda mi vida carente de amor, que ahora no sé cómo amar sin miedos, sin barreras y él se merece lo mejor de la mujer que esté a su lado. En las condiciones que está mi corazón ahora, a la larga, terminé lastimándolo.

Supongo que él entiende el torbellino que ha generado en mí porque no insiste en el tema y en su lugar, termina consolándome hasta que el sueño llega a mí. Cuando despierto horas después tengo un dolor endemoniado en el cuello por la posición en la que estaba, pero me siento renovadas, con muchas más fuerzas para enfrentar lo que se avecina y eso se lo debo a él.

Al día siguiente, me despierto con el incesante sonido de mi teléfono avisando una llamada. Tanteo la mesita de al lado de la cama hasta que lo encuentro. Siete y veinte de la mañana, ¿por qué tiene que llamara a esta hora?

Por unos segundos saboreo la idea de no contestarle a mi madre, pero ella nunca llama, lo que significa que no dejará de insistir hasta que diga lo que tenga que decir.

Para no despertar a Zion, me encierro en el baño y media dormida aún, contesto.
—¿Qué quieres? —Bostezo mientras me estiro.

—¿Durmiendo todavía?

—No tengo clase hasta las diez y estás interrumpiendo mi horario de sueño.

—¿Hiciste lo que te pedí?

—¿Lo que me pediste o lo que me ordenaste? —pregunto recordando el estúpido mensaje que recibí hace unos días donde exigía que le pusiera fecha al matrimonio, que no dejara pasar la oportunidad de atrapar al hijo de una de las familias más importantes del país.

—¿Lo hiciste o no?

—Si no me equivoco ya te di una respuesta. No haré nada, tengo cosas más importantes de qué preocuparme ahora.

—¿Sigues deteniendo tu vida por Abigail Thompson? —El tonito desdeñoso que utiliza para referirse a mi amiga me eriza la piel porque muy bien que la trataba cuando iba a verme a la casa por la sola razón de ser hija de quién era.

—Sigo preocupada, madre.

—Ariadna...

—Escucha —la interrumpo—. Si tantas ganas tienes de una boda, ¿por qué no le buscas un novio a Susana? Al paso que va, se quedará soltera por el resto de su vida.

—¡Ariadna! —grita y yo me sobresalto. Joder que galillo tiene, es que son igualitas con esa voz de cordero degollado.

—¿Tienes algo más que decir? Porque necesito seguir durmiendo.

—Escúchame bien por una vez en tu vida, Ari... —Estoy a punto de colgar, pero me detengo al escuchar cómo me llama. Nunca, en mis veintidós años de vida, me ha llamado de esa forma y eso me da curiosidad—. Zion Bolt es un chico guapo, decente, con un futuro brillante que por obra y gracia del señor, se fijó en ti y la vida te sonrió dejándote embarazada...

Su madre… ya la cagó.

—Por una vez has hecho algo bien al tener a esa niña y amarrarlo a tu lado para que ahora lo eches todo a perder por una chica que está más muerta que viva, así que...

Cuelgo.

Cuelgo antes de perder el control y encontrar la manera de meterme por el teléfono y matarla. ¿Más muerta que viva? ¿Cómo coño se le ocurre decir algo así? ¿Cómo puede ser tan insensible? Ha visto crecer a Abigail entrando y saliendo de mi casa, ¿es que nunca le ha cogido cariño?

¿Ahora que está postrada en esa cama ya no le sirve para congraciarse con sus padres?

Una lágrima de impotencia y frustración se deslizan por mis mejillas y enjuago mi rostro antes de sucumbir al llanto. Una vez que me siento más tranquila, regreso a la cama, pero desgraciadamente, no vuelvo a conciliar el sueño.




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