3. Contigo hasta el fin del mundo

Cap 20 Ariadna

🌹Capítulo dedicado a Sofi Ortiz🌹

 

Sus palabras golpean fuerte en mi interior. Ya sabía que ella no me consideraba su hermana, que no me quería, pero que lo admita abiertamente duele demasiado y no deberías ser así porque ella no se merece nada de mí.

—Tú no eres hija de Aurora y Estefan, solo eres una mosca muerta que vino a ocupar un lugar que no le pertenecía. Un ser miserable que llegó a llenar un vacío, pero que es tan inútil que no lo consiguió.

En su voz hay rabia, odio puro como nunca había visto en ella. Susana ya no es la niña a la que le gustaba hacerle la vida imposible a su hermana, ahora es un monstro que no le interesa lo que dice, si con eso consigue causar dolor.

—No digas estupideces.

De pie frente a ella intento mantenerme fuerte mientras rezo para que lo que dice sean puras tonterías, pero por dentro siento como mi corazón se rompe en mil trocitos para luego construirse como las piezas de un rompecabezas respondiendo tantas interrogantes de mi niñez. Si lo que dice es cierto...

—¿Estupideces? No, Ariadna, nunca he sido tan sincera contigo como lo soy ahora. Tú y yo no tenemos la misma sangre, yo no tengo una jimagua. —Sonríe macabramente y toda mi piel se eriza—. Yo tenía una gemela, pero murió con solo unos meses de nacida.

Mis ojos se abren desorbitados y tengo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no salir corriendo de aquí y refugiarme en los brazos de Zion para llorar tranquila y olvidar esta conversación.

Esto no puede ser posible.

—Mi madre quedó devastada con su pérdida, estaba tan deprimida que intentó quitarse la vida, seguir a su pequeña sin importarle que dejaba a otra atrás. —El dolor y el rencor en esas palabras es insoportable y por un segundo, solo por uno, siento lástima por ella.

》Pero papá la encontró a tiempo, mientras yo estaba en la cuna gritando como si supiera lo que estaba pasando. Cuando despertó, no recordaba nada, ni lo que había hecho, ni que una de sus pequeñas había muerto. Papá la amabas, ¿sabes? Estoy seguro de que a él le dolió más ese divorcio, ¿pero quién lo mandó a hacer lo que hizo?

》Desesperado, buscó cómo llenar ese vacío en ella y se le ocurrió la brillante idea de adoptar otra niña. Tú.

Sonríe y a mí solo me gustaría borrar ese gesto de un guantazo. Lucho contra las ganas de llorar porque eso es lo que ella quiere, que me hunda en mi miseria para ella poder regodearse en mi dolor.

—Pagando una suma cuantiosa de dinero que años después le costó la quiebra de su pequeña empresa, fue a la Casa Mihor y ahí te conoció. Eras la más pequeña en ese lugar y solo unos días más joven que yo. Eras perfecta para el puesto de sustituta y aprovechando la corrupción de los que trabajaban ahí, pagó para poder falsificar la firma de mi madre porque ella no podía saber nada.

》Estaba tan ida que, cuando papá te trajo, ni siquiera reparó en que tus ojos eran verdes y no carmelitas como los míos. Nos criamos como familia hasta que un día todos sus recuerdos volvieron y en la discusión que tuvieron, yo me enteré de todo.

Y a partir de ahí, mi familia se quebró. Dejé de ser su niña para convertirme en una extraña a la que odiaban y despreciaban.

—El matrimonio de ellos se fue al trasto y todo por tu culpa, si tú no hubieses estado en esta familia, mi madre se habría recuperado con el tiempo y seríamos felices los tres.

Paso mis manos por mi rostro en un vano intento de refrescar mi mente. Estoy... estoy... atolondrada; me parece estar en una realidad alternativa viendo la peor película de terror de la historia.

—No eres nada, Ariadna y es hora de que acabes de entenderlo para que le bajes dos rayitas a tu aire de diva. No eres parte de esta familia, no te queremos en ella, ¿pero cómo lo vamos a hacer si ni siquiera tus padres bilógicos te quisieron lo suficiente como para mantenerte a su lado?

》Eres un estorbo...

—Cállate —murmuro entre dientes pero me ignora.

—Un estorbo para mí...

—Cállate.

—Para mi madre y para el resto del mundo.

—¡Qué te calles! —grito rabiosa sin poder contener las lágrimas ni un segundo más.

—¡NO ERES NADA!

—¡He dicho que cierres la puta boca!

Con la rabia y el dolor bullendo por mis venas, me lanzo hacia ella. Solo quiero golpearla, hacerle tanto daño como me lo ha hecho a mí. Quiero que se trague cada una de sus palabras.

No sé lo que hago, solo sé que lanzo golpes y golpes y aunque ella intenta defenderse, de vez en cuando un grito se le escapa haciéndome sentir extrañamente libre.

Unas manos fuertes me sujetan por detrás mientras alguien grita escandalizada. Pataleo, me retuerzo para que me suelten pero no lo consigo así que aruño y pellizco al que me tiene sujeta. Estoy fuera de mí y no es hasta que golpean mi rostro, que detengo todos mis movimientos y salgo de ese lugar oscuro al que la rabia me arrastró. Levanto la cabeza y me encuentro con el rostro rojo de mi madre.

—¡Aurora! —grita al mismo tiempo un hombre tras de mí. Mi padre... no, no es mi padre... es solo un hombre que conozco.




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