3. Contigo hasta el fin del mundo

FINAL parte 3

Ariadna:

Cuando supe que Zion era el culpable de mi casi infarto, sabía que no podía dejarlo pasar sin una digna venganza por lo que junto a mis amigas, planeamos la fuga. Está demás decir que las dos estuvieron inmediatamente de acuerdo, se hacen las buenas, pero son tan malditas como yo.

Tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para no romper en carcajadas ante la mirada iracunda y el rostro sudado del señor musculitos cuando llegó al elevador. En serio no tuvo precio, pero cuando dijo que él también tenía miedo, me sentí un poco mal por la broma, aun así, no me detuve. Si se va a casar conmigo, tiene que saber que si juega pesado debe esperar que yo se la devuelva. Estoy segura de que ha aprendido la lección.

Subimos al elevador y ponemos rumbo hacia el último piso, pero antes de llegar a la puerta que da a la azotea, lo detengo para arreglarle un poco el cabello y la pajarita. Desgraciadamente esta última está toda muenga y arrugada, así que la vuelvo a meter en su bolsillo. No es que sea tan necesaria para celebrar la boda.

—Listo —le digo tras depositar un casto beso en sus labios y antes de que me dé tiempo a nada, me coge por los muslos y me sube a su hombro haciéndome gritar. Le doy una palmada en su trasero, de verdad luce bien desde aquí arriba.

—Te encanta hacer esto, ¿no? —pregunto divertida pues a pesar de que es un poco incómodo, a mí también me gusta. Es como el hombre de las cavernas.

—Menos mal que tú lo sabes. Además, se supone que te fugaste, todos estarán esperando una entrada dramática y yo se las pienso dar. —Lo siento luchar contra las escarolas de la falda del vestido y me río—. ¿Y por qué el vestido tiene que tener tanta falda? No veo nada.

Aby abre la puerta y Zion entra a la azotea. Esto es un poco vergonzoso y para nada normal, pero teniendo en cuenta que nosotros de normales no tenemos nada, es fenomenal. Los invitados aplauden al vernos llegar y el camino que debía recorrer junto a Maikol, pasa bajo sus pies sin yo poderlo pisar.

Cuando llegamos al escritorio de la Notaria, Zion me baja con suavidad.

—Me has asustado —murmura Maikol.

—Sácateme de adelante, idiota, por culpa de ustedes tres casi sufro un infarto.
Mi hermano sonríe y yo no puedo dejar de imitarlo. No me puedo enojar con este hombre.

—Pero ya te vengaste espléndidamente —interviene Kyle. Supongo que Addy les contó cuando vino a avisar a Zion.

—Pero todavía me faltan ustedes. Ahora, si me disculpan, me quiero casar.

La ceremonia transcurre más rápido de lo que imaginé, es sencilla, pero hermosa y sin dudas este día quedará para la posteridad como uno de los mejores de mi vida.

Estoy conversado con Andrés y Amelie la madre de Kyle mientras le hacen monerías a la pequeña en mis brazos, cuando un movimiento en la puerta que comunica con el interior del hotel, llama mi atención.

¿Pero qué carajos hace él aquí?

Sintiendo como la rabia va creciendo en mi interior ante su simple presencia, le paso a Ameile la niña que acepta gustosa el cambio y, sujetando la falda de mi increíble vestido, camino hacia Estefan Kanz.

—¿Qué haces aquí? —pregunto al llegar a él—. Juro que como se te ocurra hacer algo que arruine mi día, voy a...

—Estás hermosa —me interrumpe y la verdad es que no sé qué contestar.
—¿Qué?

—No te preocupes, no... no quiero arruinarte el día, solo quería verte vestida de novia. Estás hermosa, pero no es solo el vestido; es la sonrisa que ese chico ha puesto en tu rostro. Creo que nunca te había visto sonreír tanto y tan seguido. Pareces feliz.

—Lo soy —digo en un susurro pues mi pobre corazón ha subido a mi garganta impidiéndome hacer nada más.

Me obligo a tragar la emoción que me han provocado sus palabras. Es lo más lindo que me ha dicho en toda mi vida.

—Escucha, le prometí a tu esposo que no me acercaría a ti, pero no pude resistirme...

—¿Él sabía que estabas aquí?

—No me contestas el teléfono, Ari, llevo días suplicándole que arregle un encuentro contigo, ese chico te ama y no duda ni un segundo para defenderte. Justo ahora nos observa como si quisiera degollarme. Estoy feliz por ti.

Mis traicioneros ojos se llenan de lágrima y volteo mi cabeza para ver a Zion rodeado de sus amigos, pero sin prestarle atención a sus palabras.

—¿Qué quieres? —le pregunto sin apartar los ojos de mi chico.

Su mirada abrazadora calma mi corazón y los deseos de llorar mientras siento cómo, sin palabras, es capaz de transmitirme que está listo para rescatarme a la más mínima señal.

—Pedirte disculpas. —Mi cabeza gira en su dirección a una velocidad para nada normal, pero es que eso no me lo esperaba.

—¿Por qué exactamente? —pregunto enojada.

—Por haberte separado de tu hermano aunque en aquel momento pensé que sería una buena idea, no solo para Aurora, también para ti. Tendrías la oportunidad de vivir rodeada de una familia.

—Vaya familia que me diste.

—Lo sé y pido disculpas por eso también. Debí asegurarme de que no te faltara nada, de que te sintieras querida y no te daré excusas, pues por más que lo haga, solo sonarán como palabras vacías. Debí haberle parado los pies a Susana desde que me di cuenta de cómo te trataba, no debí dejarme influenciar por Aurora. Debí defenderte y me odio por no hacerlo, pero, Ariadna, aunque no supe demostrártelo, sí te quise... sí te quiero.




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