30 días después del fin del mundo

Dia 4 Exploración

Tuve una noche peor que la anterior, pero esta vez porque la ansiedad me invadió al cuestionarme si debí abrirles la puerta de mi casa o no. Un asunto de paranoia que ahora no me servía más allá de crearme historias. Decidí darles el beneficio de la duda y los desperté con el aroma de unos frijoles fritos, calenté unas tortillas y preparé agua de sabor con un sobre. Mientras la comida se enfriaba un poco revisé el huerto del techo, pero era demasiado pronto para cosechar. Pero cada día las mañanas se perfumaban de un aroma fresco cada vez más satisfactorio.

Al bajar de nuevo al departamento me sorprendieron las risas que escuché. Los hermanos ya estaban comiendo a la mesa e incluso habían servido mi plato. Sus moretones comenzaron a difuminarse pero aun se quejaban un poco del dolor entre las risas. Mi llegada cortó el ambiente y estuvieron en silencio.

-No está prohibido ser feliz. No hay nada prohibido ahora. Al menos no me he enterado.

-¿Cómo puedes estar tan tranquilo después de todo lo que pasó?-me preguntó ella.

-No hay otra opción

-¿No piensas en el futuro?

-No hay futuro

No sabían si bromeaba o no, emitieron una risa entrecortada y esbocé una leve sonrisa para aminorar mi comentario.

Subimos el resto de sus cosas a una de las habitaciones e hice un inventario de cosas para conseguir. Siempre tuve cuidado de entrar a casas ajenas, si bien muchas estaban abandonadas sentí que era una línea que debía cruzar con cuidado, pero quizá era momento de olvidarme de eso. En realidad mi mayor temor era encontrarme con cadáveres y vi demasiadas películas de terror como para no ser precavido.

Decidimos hacerlo pero en conjunto. Primero entramos al departamento de una pareja de esposos que acaso saludé un par de veces. Tardamos un par de horas en forzar la puerta con una barilla de metal. Llevamos algunas cajas para meter aquello que nos sería útil. Tenian varios lujos, pantallas inteligentes, que ahora sin servicios de streaming o canales de televisión no se veía tan tentadora como un horno de microondas de ultima generación. El refrigerador apestaba al abrir la puerta por la comida descompuesta que a regañadientes les pedí me ayudaran a meter en una bolsa para tirarla en los recipientes sin fondo de la calle.

-¿También vamos a limpiar y barrer la casa?- dijo Oscar rezongando. Era un signo de confianza que me agrado a pesar del tono. Alcanzamos a llenar solo una caja con alimentos enlatados y bolsas de cereales y leguminosas. Y el horno de microondas claro. Sin opción por elegir las piezas de moda, también tomamos algunas prendas. Miré en sus ojos las ganas de saquear todo, pero les recordé que siempre podrían volver acaso, y que almacenar posesiones ya no es lo que era.

-Ya no lo puedes publicar en Facebook- dijo Claudia y los tres reímos a carcajadas.

Son seis departamentos en el edificio y la mayoría llevaron el mismo proceso del primero. En uno de ellos encontramos otra peste que nos daba ruta hacia uno de los dormitorios. La sangre se me congeló imaginando que se tratara de un cadáver, pensaba como proceder, como lo enterraríamos, como lo sacaríamos. Sentí punzadas en mi cabeza al recordar que el virus infecta rápidamente, nunca entendí el detalle pero era similar a como contagia la gripe aunque en mayor velocidad. Cubrimos nuestras bocas con pañuelos, aquellos que se usan en la cocina para limpiar la grasa de los pretiles. Desde lejos vimos la cama arreglada, casi impecable a excepción de unas manchas en el cobertor. A pasos ligeros vimos en la esquina a un gato, se miraba débil, pero estaba vivo. Usamos una cobija pequeña para envolverla y llevamos alimento para él que encontramos en la alacena.

Si algo tenían en común esos lugares es que parecía que la gente había dejado todo en orden, quizá acudiendo a ver a algún familiar o amigo y su regreso no se concretó. Pero más certero quizá era que decidieron salir y mudarse como lo planearon mis huéspedes recientes. ¿Será que me equivoqué en quedarme? ¿Qué no me informé lo suficiente y hay algo que no sé? ¿Si bien hay bienes, no hay fotos familiares, ni dinero ni joyas, simplemente lo básico de la casa, los closets no están repletos, como si hubiesen salido de emergencia en medio del pánico.

Finalmente llegamos al último departamento, esta tenía una reja de metal antes de la puerta, la cual no estaba permitida en el reglamento, desde ahí me dio desconfianza. Mientras más golpeábamos la cerradura más me carcomía la ansiedad por abrirla y sabia que la frustración no tendría efectos positivos en mi. En mi turno a la barra di golpes tan fuertes que me rocé un poco que me rocé la membrana entre el pulgar y el dedo índice, no sangró pero si se enrojeció y me hizo tirarla.

-Podemos intentar mañana, ya está anocheciendo-dijo Claudia.

Mi respiración se había acelerado pero sus rostros confundidos me tranquilizaron.

Siempre vivi aparte de la sociedad, conviviendo por compromiso, en el trabajo como en el edificio, amable pero sin adentrarme, mis experiencias en el amor fueron fugaces o banales, sentí que la desolación de este nuevo mundo me caería bien. ¿Entonces porque apenas con dos días de convivencia me siento apegado a dos desconocidos? Es una locura, no tiene sentido. Quiza estuve equivocado a vivir siempre al margen, quizá debi dar oportunidad a los demás y no prejuzgar en base a experiencias.

Regresamos al departamento antes que cayera el sol, y como un símbolo de confianza les compartí mi colección en video, vimos una película de terror mientras cenábamos. También puse a disposición mi librero lleno de novelas de ficción e históricas. Mi desconfianza hacia ellos del dia anterior se esfumaba también, basado en la sensación de que parecía que el mundo ahora si era demasiado grande para no compartir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.