30 días después del fin del mundo

Dia 13: Explorando

Después del descanso debíamos tomar camino, no es que tuviéramos prisa más allá de la que provocaba nuestra paranoia. Al salir miramos que la parte inferior de los autos estaba ligeramente dañada, como si la hubiesen rasgado, por fortuna las llantas estaban en buen estado. El pavimento estaba más sucio que ayer pero no había muestras de heces de roedores como anteriormente.

Algunas de las palabras de Oscar sobre el pasado reciente me pusieron a reflexionar, que en esos momentos podríamos viajar hacia cualquier parte del mundo sin preocupación, ahora esos viajes estaban encadenados a la incertidumbre del transporte disponible o más aún del estado en que se encontrara el destino a cual arribar.

El pueblo era solo la entrada para una ciudad, media hora en carretera y ya habíamos llegado a otro destino. Debíamos tener precaución porque era posible que encontráramos a alguien más. En ese momento me vino otro pensamiento fruto del fin del mundo, no estaba seguro si en esta ocasión nos encontraríamos con alguien armado y nuestros bates palidecerían ante ellos. Sería peligroso pensar que encontraría gente bondadosa en cada lugar, basado en las estadísticas de lo que ya viví estos días.

Tampoco estaba seguro de nuestra entrada, si pasar por las calles a mínima velocidad o tocar el claxon y ahorrarnos tiempo haciendo salir a los sobrevivientes. La ciudad tenía calles más grandes, edificios más altos, y el panorama era diferente, muchos establecimiento estaban dañados, los ventanales rotos, algunas esquinas estaban llenas de basura en donde los animales callejeros escarbaban. Los semáforos funcionaban pero los autos estaban estacionados, algunos quemados, otros con los cristales rotos y las llantas ponchadas. No era un escenario esperanzador, sentí que si salíamos del auto estábamos en peligro. En uno de los edificios se exhibía un anuncio espectacular, en una pantalla gigante que reproducía una y otra vez una invitación a probar el nuevo sabor de unas papas fritas. Se me antojaron como nunca.

No podíamos dar círculos sin fin, debíamos trazar una ruta así que nos detuvimos en una gasolinera para cargar en la única máquina que servía, una de ellas estaba quemada y otra destrozada por un auto, la defensa aún estaba tirada a unos metros. La máquina que se veía menos dañada a pesar de eso nos dio problemas para hacerla funcionar. La pantalla mostraba números al retirar la manguera pero nada corría. Oscar fue por el recipiente que teníamos para emergencias y que estaba casi a la mitad.

-Hay que dejar la manguera aquí un momento, si funciona lo llenamos y seguimos con los autos, la ciudad es grande debe haber otros, sino habrá que ordeñar.

-No me agrada como suena eso- le dije

El minisúper a su lado estaba destrozado, una lámpara titilaba y fue el primer aspecto que me sembró de dudas triviales, ¿por qué alguien querría destrozar una lámpara de techo? ¿por qué alguien se robaría tarjetas de prepago? Quizá tenían más esperanza que yo en la vida.

En los anaqueles quedaban pocos empaques de comidas, galletas y pan, pero los restantes mostraban mordidas, de roedores o quizá otros animales. En la bodega había el tesoro que predije hace tiempo, o la pequeña obsesión que sembró en mi cerebro el anuncio de las papas, comida chatarra y dulces.

-Eso debe estar caduco- dije

-No, todo está en orden- dijo María

Miramos los empaques y la caducidad llegaba hasta tres meses más. Todo pasó tan rápido que tengo la idea de que ha pasado más tiempo. Y ahí me miraba fijamente una bolsa de papas, no era el nuevo sabor pero funcionaría. Nos abastecimos de sopas instantáneas, baterías, platos y cucharas desechables. Llenamos una caja de comida chatarra, los autos ya estaban al tope de mercancía y no podíamos darnos el lujo de llevarnos una más.

El recipiente ya se había llenado cuando salimos, estaba desbordando y alimentamos nuestros autos. Ese es otro de los problemas sin solución aún, la llegada a un lugar donde finalmente no haya como cargar gasolina.

-¿Cuánto tiempo pasaremos antes de quedarnos en un lugar? ¿Cuándo sabremos que es el indicado? ¿O la idea es cruzar todo el mundo?- preguntó Claudia

-Está en ustedes – expuse – podemos continuar un mes, recorrer el país, intentar la playa, regresar a esa granja, regresar a su hogar.

Mi mente comenzó a dar vueltas y los demás permanecieron en silencio al continuar el camino, la primera meta era un edificio muy alto, parecía uno de esos que tienen tanto oficinas como tiendas. Mi mano derecha comenzaba a lastimarme, y quería buscar una excusa para pausar, María se veía más activa que yo.

Manejamos hacia el edificio, algunas cuadras antes por la distracción sentí un tope en el camino, movió demasiado el auto pero no para desestabilizarlo. Miré por el retrovisor y bajé para comprobar, los demás me siguieron. Era un cadáver humano, pero se notaba viejo, los huesos estaban carcomidos y con el vehículo le destrocé el cráneo. Mis compañeros tenían los ojos bien abiertos por la sorpresa, María se tapaba la boca, miré alrededor porque no sabía si debíamos quitarlo del camino, si acaso eso importaba. Preferimos seguir con precaución y buscamos un lugar cerrado para estacionarnos, esta vez haríamos turno para vigilar mientras el resto dormía.




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