30 días después del fin del mundo

Dia 17: Sin rumbo

Paramos por la noche y dormimos estacionados muy cerca de la carretera. Después que el sol saliera continuamos manejando, aun no habíamos hablado entre nosotros. En cuatro horas recorrimos más de lo que en los dos días anteriores, pasamos por una ciudad pero miramos apenas lo que nos permitió atravesarla, estaba desierta, solo un grupo de perros a la vista, pero esta vez no eran agresivos. Seguimos otra hora en carretera, con las ventanas abiertas el viento producía un zumbido al cortarlo que comenzó a relajarme. Gradualmente comencé a bajar la velocidad y Oscar quien venía tras de mi lo hizo también. El sol estaba en pleno y la vista al frente se volvía borrosa por el reflejo de la luz en el pavimento, me tallé los ojos un momento y al regresar la mano al volante y mirar de nuevo, una yeguada estaba por atravesar la carretera. Galopaban lento, alcancé a frenar, evitamos un accidente, y observamos como cerca de una treintena de animales pasaban de un lado a otro. El sonido del galope se sumó al efecto de tranquilidad y cuando ya pudimos avanzar bajamos la velocidad.

Tardamos otra hora más en encontrar un lugar de paso, un restaurante campestre abandonado. Nos estacionamos afuera y comenzamos a explorar. El lugar no estaba dañado tan solo desierto, el polvo se acumuló por las puertas abiertas en la parte trasera, tenía ventanales y a lo lejos se veían algunos animales de granja. Aun sin hablar cada uno comenzó a realizar una tarea, pero la tensión había bajado, una que yo aumenté con mi actitud al no saber cómo reaccionar ante los hechos. Yo caminé rumbo a la granja, y al llegar observé borregos, cerdos, gallinas y gallos. Algunos corrían de un lado a otro, otros buscaban alimento en el piso, ya habían devorado plantas y había muchos desechos acumulados. Miré a una gallina con detenimiento, mi idea era atraparla pero nunca lo había hecho, no quería mancharme la ropa de excremento y que el resto sufriera por mi ineptitud, no esta vez. Pero mi cautela no funcionaba y no hacía más que correr más.

-Es más fácil si lo intentamos los dos- dijo María interrumpiendo y asustándome un poco.

La miré a los ojos y tragué saliva, le sonreí. Me puse frente a ella y a la mitad de donde se encontraban las aves y en unos minutos después atrapamos a una. María se dedicó a prepararla de nuevo mientras calentábamos el carbón en una parrilla que encontramos. Buscamos algunas especies en la cocina para sazonarlo.

-Creo que deberíamos hablar- dije algunos minutos después de sentarnos y comenzar a comer. -Es tiempo de separarnos- proclamé

-¿Separarnos? No hemos llegado al lugar- reclamó Oscar

-¿Cuál lugar? No sabemos a dónde vamos.

-Lo sabremos cuándo lo encontremos.

-No lo sabremos, podríamos tardar meses, años, para descubrir ¿qué es lo que queremos?, no tenemos un plan, ¿queremos encontrar más gente? No nos ha funcionado bien hasta el momento.

-Solo han sido dos personas

-Las únicas dos personas, ustedes siguen siendo la excepción, pero no estoy seguro que podamos sobrevivir, siento que yo voy a arrastrarlos.

-Eres nuestra guía

-No soy guía, no soy el líder, no quiero serlo.

-Tranquilo- dijo María con voz dulce pero no tuvo el efecto esperado.

-No tengo la fuerza ni la ambición, no quiero seguir, los acompañaré al siguiente poblado, y en cuanto sepa que están seguros regresaré a casa. Solo espero que aun exista.

Claudia empezó a respirar insistente, bajó la mirada y salió velozmente del lugar rumbo a la parte trasera.

-El anciano pudo matarnos- reflexioné

-Pero no lo hizo- dijo María, esta vez con voz seria.

-No quiero ser responsable de ustedes

-Nadie lo ha dicho

-Está implícito

-Tú lo ves así, en cualquier momento puedes irte si gustas, pero creo que mantenernos unidos nos ha servido para sobrevivir. Nadie te ha puesto a cargo, no necesitas sentir ese peso.

-Yo si te quiero a cargo- replicó Oscar –Prometo que buscaremos la manera de que todo marche mejor, seremos más precavidos, pero no puedes irte, eres el único que no se ha quebrado.

-Destrocé el cuarto de Pedro y estuve a punto de partirlo en pedazos

-Pero no lo hiciste, supiste detenerte. Tú me viste quebrarme el otro día, pero cada noche pasa, solo que te lo oculto, si nos dejas solos no aguantaremos un día. No es tu responsabilidad, puedes largarte si quieres, pero no creo que sea buena idea tirar esto a la basura.

-No te menosprecies, pueden sobrevivir sin mí, sin problema.

-Yo puedo sobrevivir- dijo María retándome.

-¿Ves?

-Está siendo sarcástica- expresó Oscar

Los miré pero aunque me dolía, pensé que lo mejor era dar vuelta a la página.

-No quiero que nos separemos en malos términos, quizá no nos volveremos a ver, no hay manera de comunicarnos a distancia, no quiero que haya arrepentimientos sobre cómo nos dijimos adiós.

-Entonces no lo hagas.

-Oscar, nada me hará cambiar de parecer.

Dejé la mitad del plato sin consumir y me dirigí hacia la carretera, me senté en una de las bancas afuera del local. Me dejaron tranquilo por un rato, hasta que el sol anticipaba el atardecer y no queríamos perdernos en la noche entre la carretera.

En el trayecto sentí remordimiento, quizá tenían razón, salir de la burbuja siempre es un riesgo, y jamás saldría como planeado. Repasaba la discusión y me di cuenta que sonaba como un adolescente, o acaso un niño al que le han quitado su juguete favorito. En breve arribamos a un poblado de aspecto rural, no había pavimento sino camino empedrado. Unas calles adentro escuchamos un sonido muy fuerte, y perdí el control del auto. Sostenía el volante con fuerza tratando de mantenerlo recto, pero el efecto de la llanta ponchada en el equilibrio del vehículo no me lo permitió, escuchamos otros sonido fuertes y vi por el retrovisor que Oscar también lidiaba con lo mismo.




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