30 días después del fin del mundo

Dia 21: Cine y revistas

A diferencia de días anteriores, la ansiedad nos invitó a conducir a una velocidad menos contemplativa. Eso no impidió que nos tomáramos algunos minutos para dar vueltas por algunas calles, para confirmar que no hubiesen sobrevivientes, explorar las tiendas y cumplir alguno que otro capricho frívolo. Ahora encontramos la conexión entre el mal olor y tal vez la plaga de ratas al observar a lo lejos una de esas montañas de cadáveres, como si los hubieran colocado para que el carretón de la basura pasara por ellos. No quería juzgar la acción porque nunca me incluí en los cuerpos de socorro, mi cobardía y mi paranoia no me lo permitieron. Quizá no fui el único y la apatía provocó que el problema se nos fuera de las manos. Sería complicado encontrar una solución rápida a ese cumulo de cuerpos, requiere de muchas personas para lograrlo y al futuro cercano será un problema ambiental. Esta vez sin embargo la solución queda abierta, solo han pasado unos meses, quizá quienes quedaron en el poder, si acaso, intenten apoyar con sus recursos, o simplemente la naturaleza lo resuelva, no sin tener repercusiones.

Entre el viaje nos encontramos con otro lugar que nunca reparamos, e inmersos en el buen humor decidimos descansar ahí unas horas, en un complejo de cines.

-Maldita tecnología, si esto no fuera digital podríamos intentar ver una película- dije bromeando mientras nos estacionábamos. Los perros nos acompañaron.

El cine se encontraba en una plaza comercial con un estacionamiento inmenso en donde solo se encontraban tres autos, dispersos, empolvados. Nos recibió un área de comida con más restaurantes de franquicia, estaban vacíos, cerrados, la mayoría con ventanales rotos. Las pequeñas islas que se encuentran siempre en los pasillos también estaban empolvadas. Una de ellas tenía figuras de acción, Claudia y Oscar tomaron algunas cuantas de personajes que ni siquiera conozco, pero sus rostros se iluminaron y ese destello me hizo silenciar mis comentarios imprudentes.

Nos encontramos con una tienda de lavado de ropa, verificamos que hubiese luz en el edificio y aprovechamos para echar unas cargas. También usamos los baños de la plaza para bañarnos, como decían mis abuelos "a jicarazos". Las tiendas de ropa nos dieron más opciones a elegir y renovamos nuestro guardarropa, yo me adueñé de unos tenis hermosos, María un vestido rosado, y una peineta con la que se acomodó el cabello.

Finalmente llegamos al fondo de la plaza y a las salas de cine.

-Las salas VIP, jamás entré a ellas, el dinero que podía gastar en ello lo prefería en unas palomitas grandes- Oscar y Claudia me miraron serios.

-Ustedes si iban a esas salas, ¿cierto?, ustedes eran ricos- eché a reír y sus rostros se pusieron rojos, disimularon la pena mirando los posters de películas que hacía meses se estrenaron.

-¿Ya no habrá películas? ¿No tienen esa duda?-preguntó Claudia.

-Muchas celebridades murieron, de hecho fueron las noticias más sonadas porque eran las más conocidas, deberíamos intentar viajar a sus países y ver si están disponibles sus mansiones- bromeó Oscar.

-Mis favoritos ya habían muerto antes del virus- dijo María en tono jocoso.

Después de algunos intentos encendimos una de las máquinas para hacer palomitas, el olor que iba desprendiendo conforme brotaban me puso una sonrisa y la reacción fue similar en todos. Las máquinas de refresco aun tenían algo del jarabe pero era muy concentrado.

-Me duelen los dientes- dijo Claudia apenas dio un sorbo.

María acudió al área donde beben café y alimentos y encontramos leche en envases de tetra pak, guardamos algunos para el camino y ella aprovechó para prepararnos unas ricas crepas con mermelada de fresa. El queso de los nachos tenía un olor extraño así que decidimos no arriesgarnos. Entramos a las salas, a la cabina de proyección en donde no supimos cómo hacerla trabajar y después de algunos intentos nos rendimos. Forzamos algunos cuartos más y encontramos más alimentos en esos envases de cartón y algunos posters de películas anteriores.

Salimos llegando la tarde, cuando el atardecer apenas caía, acudimos a un módulo de venta de helados, esos que valen carísimos, probamos sabores, tenían buen aspecto y nos dimos otro banquete. Acudimos al baño aprovechando las instalaciones, pensé que es una de esas actividades que jamás imaginas se volverá tan importante después del fin del mundo, un lugar decente para defecar.

Tomé una revista vieja que encontré en los pasillos mientras esperaba a los demás cerca de una tienda de juguetes, era un ejemplar de salud en donde se hablaba a grandes rasgos de la epidemia, fechada hace medio año. ¿Con las medidas necesarias se habría prevenido? En base a mi experiencia el virus atacaba velozmente, pero no todos sucumbían con la misma rapidez, de acuerdo a la salud de cada persona algunos podían durar desde una semana hasta tres, pero no más. Pero solo hablo de los casos cercanos, aún tengo muchas dudas, que quizá jamás resolveré. Los perros ladraban pero no le puse atención a su advertencia. Cuando terminé de leer sentí una mirada, vi a mi derecha y me sorprendió un hombre apuntándome con un arma.

-En un país donde las armas son ilegales ¿por qué tantos tienen una?- dije en voz alta

El hombre se acercó, me pidió que soltara la revista,que obligara a callar a los perros y pusiera mis manos en la nuca. Estaba a punto de revisarme cuando se detuvo repentinamente, y los animales callaron. Oscar le puso el arma en la cabeza.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.