30 días después del fin del mundo

Día 24: Espejismos

Ahora sentíamos la necesidad de crear un plan B, en este mundo donde ahora las cosas son aún más impredecibles y quizá nuestros nuevos amigos sucumbieron ante los múltiples peligros que nos acechan.

-¿Cuántos días vamos a quedarnos aquí? Y me refiero aquí en esta calle- dijo Oscar malhumorado.

-Está bien, vamos a explorar en los autos, vamos a ubicarnos cerca de la playa y después caminaremos.

No hubo que convencer a los demás porque ellas también pensaron que sería buena idea.

Manejamos con calma rodeando calles, cruzando caminos empedrados, pero no encontramos más que animales domésticos deambulando, algunas gallinas y patos. Las calles no estaban tan sucias como en otros poblados o ciudades que visitamos, y el olor no era tan penetrante. En las noticias vimos en su momento cadáveres reunidos en la playa, solo esperaba no encontrarlos flotando en el agua.

Llegamos al borde de la playa y nos encontramos en la entrada de un bosque espeso, encendí de nuevo la radio esperando señal durante unos minutos. Tomamos nuestras armas y comenzamos a caminar. Los perros corrían de un lado a otro. El trinar de las aves nos acompañaba mientras nos adentrábamos. De pronto los perros comenzaron a ladrar sin parar y seguimos su rastro, empuñando las armas y avanzando con precaución.

-¿Omar?- preguntó alguien en voz alta.

María llamó a los perros e intentó tranquilizarlos.

-¿Paulina?- pregunté gritando.

De entre los arboles salió una figura, parecía estar en sus treinta como Oscar y Claudia, llevaba un vestido floreado y el cabello hasta el hombro.

-Nuestra radio falló, ya no pudimos contactarlos pero que bueno que decidieron venir.- sonrió y saludó a cada uno de mano. Miró las armas fijamente.-No permitimos armas, queremos mantener un lugar pacífico.

-Podemos regresarlas al auto- sugerí

-No es necesario, pueden dejarlas en la entrada de la casa.

-¿Entonces son muchos los que viven con ustedes?

-Algunos cuantos.

Nos miramos antes de seguir.

-Tampoco se admiten mascotas- dijo en tono amable pero para mis compañeros sonaba como una sentencia que no era de su agrado, al menos eso me sugerían sus gestos.

Salimos de la espesura y llegamos a un llano en el cual al final había una hacienda enorme. Nos hizo una seña para colocar las armas en un cesto afuera del lugar, junto a un cancel del que aun había que caminar varios metros para la puerta. Mi paranoia volvió a atacar mis pensamientos, pero la existencia de un niño entre ellos me daba esperanza de no cometer una imprudencia. Los perros se quedaron en la entrada, lloraron a ladridos mientras nos alejábamos. Llegamos a la puerta, que abrió con dos cerraduras diferentes, la entrada tenía un pequeño pasillo, una habitación de tamaño mediano pero con un techo alto. Ya olía a carne en su jugo, y el llanto de un niño nos calmó.

-Una disculpa- dijo y salió de la habitación. Nos miramos y hacíamos ademanes como preguntándonos que estaba pasando. Unos segundos después regresó cargando a un bebé y acompañada por un hombre mayor que ella, cabello negro y largo agarrado en una colita.

-Hola, él es mi esposo, Alfonso.

-Mucho gusto- dijo y nos dio la mano.

-Esperamos no incomodar a su comunidad.

-No hay problema, el resto salió por provisiones pero estarán aquí al anochecer, mientras pónganse cómodos, vamos a comer ahorita.

-Nos dijo Paulina que la radio falló.

Alfonso la miró con rostro serio e hizo un movimiento con los ojos como indicando hacia una dirección.

-Sí, la verdad no sabíamos cómo usarla bien así que no estoy seguro de que hicimos, si nos pueden ayudar echando un vistazo lo agradeceremos.

-Con gusto, una disculpa, yo soy Omar, ellos son Oscar, Claudia y María

-Otra familia creada después del fin del mundo como nuestra comunidad, que interesante.

Caminamos hacia el comedor y tomamos asiento.

-Todo se fue a la mierda, pero tenemos todo el mundo para nosotros.

Ella comenzó a servir los platos de carne en su jugo pero mi corazón no dejaba de pulsar rápido, algo no me encajaba.

-¿Cómo pasó aquí?

-Como en todos, fue muy rápido, día tras día los vecinos morían, y durante semanas encontramos tan solo un puñado de personas por la radio con quienes hemos creado esta pequeña familia.

Comenzamos a comer pero mis dudas no estaban saciadas.

-En otras ciudades que hemos visitado vimos cerros de cadáveres en las afueras, pero este lugar es más limpio.

-Sí, los muertos sobrepasaron la capacidad del departamento de sanidad y comenzaron a disolverlos en ácido.

-¿Saben algo más de lo que pasó alrededor del mundo? ¿Gracias a la radio?

-No, nada.

Las manos comenzaron a punzarme, una especie de hormigueo que después me pasó a los labios, miré a los demás entre borrosos hasta que perdí el conocimiento.




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