Estábamos encerrados y ya era de madrugada, la rabia me estaba nublando la razón, nos volvieron a ver la cara pero ahora uno de nosotros estaba en peligro, quizá muerto. Pero por más que golpeaba la puerta no hacía más que lastimarme. Gritar sería inútil porque éramos prisioneros, sin embargo la duda nacía del porque fuimos encerrados y no asesinados como los cuerpos que había ahí. O quizá la muerte los alcanzó encerrados. Nuestros cuerpos no eran suficientemente delgados para pasar entre el espacio que dejaba debido al amarre con la cadena.
-Debemos tranquilizarnos para poder salir de aquí- sugirió Oscar
-¿Tranquilizarnos? ¡Vamos a morir!- dijo Claudia tapándose la cara con las manos
-Creo que quiero vomitar- dije
-Silencio. Primero hay que escuchar si hay alguien cerca, ¿qué horas son?
-3:00 am- dije- pero si nos encerraron no creo que estén durmiendo.
-Muy bien, nos vamos a arriesgar. Debemos forzar la entrada, hay que buscar cualquier cosa, es un establo, de seguro encontramos algo.
Aguanté las náuseas y busqué entre estiércol seco y tratando de evitar la zona con los cadáveres. Encontramos un par de palas, Oscar y yo comenzamos a intentar mientras Claudia seguía explorando otra solución en el lugar.
-Pues si no están despiertos los vamos a levantar con el ruido- dije
-Entonces hay que tratar de no dar demasiados golpes, pocos pero certeros.
Intentamos acomodarnos pero solo uno podía tomar la pala, de otra manera nos estorbaríamos. Oscar tomó el primer turno, empuñó fuerte y dio un golpe que se escuchó como eco en el interior. Fue mi turno, empuñe, apunté y di el golpe, se escuchó pero la cadena no se dañó. Claudia regreso con nosotros, tenía la cara verde y no abrió la boca, nos hizo señas y la seguimos. Nos señaló una parte del establo y nos quitó la pala de la mano y golpeó la pared de madera, que estaba dañada y quizá tendríamos mejor suerte para destruir. Ella se fue corriendo a otra área y desde lejos escuché como vomitaba. Fui por la otra pala mientras Oscar comenzó a golpear. El ruido se ahogaba por la madera y eso era bueno, pero los dos golpes que dimos antes a la cadena me tenían nervioso. Golpeamos por otros minutos, la madera estaba dañada y hueca así que poco a poco vimos avances. Claudia regresó y me arrebató la pala, golpeando desesperadamente y lo suficiente para quebrar un pedazo suficiente para salir. Ella se aventuró primero, sacando las piernas antes del torso y la cabeza, con el temor de que nos estuvieran esperando ahí. Pero estábamos fuera de peligro. Nos encontrábamos lejos de la casa, quizá por eso no nos escucharon, debíamos ser precavidos. Solo nos iluminaba la luz de la luna, pasamos junto a la granja en la hacienda, el corral de las vacas y los becerros, pero había algo raro en el de las ovejas y nos acercamos.
Estaban muertas, pero más aún masacradas, sin duda había algún depredador, había charcos de sangre, una de ellas se escuchaba respirar horriblemente, como si lo hiciera por un hueco.
-Lo que sea que los mató debe, o deben, estar cerca, eso pasó esta noche.
Nos acercamos precavidos hacia la casa que solo tenía una luz externa encendida, el resto estaba oscuro. A unos metros de llegar también lo hizo nuestra repentina compañía que se anunció con gruñidos seguidos de inmediato por aullidos. Llegábamos a la luz de la entrada, caminando cautelosamente frente a ellos y de espaldas al edificio. El sonido de los animales aumentó, y percibimos una manada de coyotes pero no estábamos seguros de la cantidad. Intentamos entrar por la puerta pero estaba cerrada, no podíamos forzarla tampoco.
Los animales estaban a punto de lanzarse y no tuvimos otra opción más que correr, buscamos las armas que dejamos al llegar en un recipiente pero evidentemente ya no estaban, nuestra única arma era una escoba vieja que estaba tirada y usamos para mantener distancia. Claudia tomó una roca y rompió una ventana, después del ruido se encendió una luz en el interior de la casa, terminamos de romperla y entramos. Corrimos hacia la cocina pero los coyotes también nos siguieron. Comenzaba a salir el sol, corrimos tratando de evadirlos pero estaban demasiado cerca y nos dispersamos. Yo llegué hacia una habitación que pude cerrar, encendí la luz y encontré la radio. Estaba encendida y no mostraba fallas, ¿todo fue parte de su plan? Los invitados nunca llegaron y los cadáveres del establo no parecían viejos por el olor, ¿los mataron ellos? ¿En dónde nos metimos?
Enseguida escuché disparos, no podía quedarme encerrado, pero lo único que había en la habitación que podría usar era un crucifijo que medía aproximadamente un metro, era bastante pesado. Escuché otro disparo y abrí la puerta donde me esperaban un par de animales, tomé el crucifijo para marcar distancia entre ellos tal como lo hicimos con la escoba, gruñían y pretendían abalanzarse pero pude controlarlos. El sol de la mañana comenzó a entrar con más intensidad por la ventana, vi correr al otro extremo del pasillo a Claudia y decidí seguirla. Uno de los coyotes quiso morder mi pierna pero solo se trabó con el pantalón, con todo el dolor de mi ser le di un golpe con el crucifijo que lo ahuyentó unos segundos, corrí como nunca. Tiré cosas a manera de provocarles obstáculos pero eran animales inteligentes, y me di cuenta que eran demasiados, al menos yo ya contaba una veintena.
Seguí el sonido de los disparos hacia la cocina, donde la pareja estaba subida sobre el mueble junto al horno y la estufa, disparando a los coyotes pero eran demasiados. Me miró al llegar y me apuntó, disparó pero uno de los animales saltó e intentó morder su pierna lo que provocó que se desequilibrara, pero aun así la bala me lastimó al rozarme el brazo izquierdo. María y el niño no estaban ahí. El hombre quiso bajarse ahuyentando a los coyotes con disparos pero eran demasiados.