Llevo toda la mañana mirando al techo mientras estoy tumbado en mi cama. Es domingo y hasta la noche no tengo que trabajar, tampoco tengo ningún otro lugar a donde ir. He contado varias veces los días que han pasado desde que tomé la decisión de cambiar de vida. En estos últimos cinco días, me he esforzado por convertir mis recuerdos en paredes desnudas.
El sonido del móvil hace que suelte un bufido y me desperece. Alargo la mano hacia el cabezal plano de mi cama y cojo el teléfono, intentando deducir a quién pertenece el número desconocido que aparece en pantalla. No me suena de nada y me inquieta el amplio abanico de opciones que se abre en mi mente.
Me decido a descolgar y una voz entusiasta suena por el altavoz.
—¡Axel!¡Soy Selene! Te llamo para decirte que me han dado el trabajo.
Su familiaridad me desconcierta y tardo unos segundos en recordar quién es. Recuerdo su nombre, Selene Price, la chica del bar que se dirigió a mí con aquel descaro coqueto para buscar trabajo.
—Felicidades, Price —le digo sin ningún tipo de alegría—. ¿Cómo has conseguido mi número?
—Se lo he pedido a Ángel.
De nuevo esa confianza espontánea que parece brotar de Selene como un torrente. Ángel es el dueño del Awakening y aunque no me parece sorprendente que ella lo conozca, habla con un tono tan cercano que parece que nos conociera a él y a mí de toda la vida.
—Creo que tendré que hablar con Ángel sobre mi privacidad.
—¡No te pongas así! —exclama mientras yo contengo un resoplido—. Tú también has estado cotilleando cosas sobre mí, ¿verdad? Sabes mi apellido.
—Lo vi en tu currículum.
—Entonces seamos justos. ¿Cuál es tu nombre completo?
—Moloch, me llamo Axel Moloch —me resigno a decir—. ¿Vas a escribir una reseña sobre mí o algo así?
—Podría, me encantan las reseñas.
—A mí me parece que solo sirven para adelantar el final. —Sin estar seguro de cómo proseguir con la conversación o si debería cortarla, me decido a hacerle una pregunta directa para no dar más rodeos—: ¿Necesitas algo más, Selene?
—Había pensando en salir a celebrarlo, dar una vuelta por la ciudad.
—Es una buena idea, supongo.
—Me gustaría que me acompañaras —me dice con decisión—. Ya que vamos a ser compañeros de trabajo me ha parecido que estaría bien. Podríamos quedar mañana después de que termines tu turno.
—Oh… —Al parecer se ha tomado la molestia de averiguar algo más que mi número de teléfono, también sabe mi horario—. Mañana estoy ocupado, Selene. Tal vez otro día.
—¿Y qué tal el martes? —insiste.
—Toda esta semana estoy ocupado, no tengo tiempo para salir —le aseguro de forma tajante—, pero gracias por la invitación. Tengo que dejarte, me has pillado en un mal momento. Ya nos veremos en el trabajo.
—Está bien. Mi turno empieza mañana.
—Entonces hasta mañana, Selene.
—Hasta mañana, Axel.
Cuelgo y dejo de nuevo el móvil sobre el cabezal de la cama. Me tumbo sobre el colchón con las manos en la nuca para seguir contemplando el techo de mi habitación con la mente llena de pensamientos en blanco.
Editado: 22.04.2020